Becario mixteco se titula con tesis para conservar tradiciones

*“El encuentro con los dioses de la lluvia, patrimonio cultural inmaterial de Yucuquimi de Ocampo”

Isela Alvarado

Eloy Vázquez Hipólito es el primero de su comunidad, Yucuquimi de Ocampo, Oaxaca, en obtener un título académico. Con una beca del Programa Universitario de Estudios de la Diversidad Cultural y la Interculturalidad (PUIC) de la UNAM logró concluir su carrera en la Escuela Nacional de Estudios Superiores (ENES), Unidad León, y titularse en Desarrollo y Gestión Interculturales.

El ahora licenciado optó por esta área de conocimiento porque considera que México es un mosaico de culturas y tradiciones que están en peligro de desaparecer, y con esta base académica pretende promoverlas, protegerlas y difundirlas.

Con su tesis “El encuentro con los dioses de la lluvia, un patrimonio cultural inmaterial de Yucuquimi de Ocampo, Oaxaca”, contribuye a reflexionar sobre la ausencia de registros escritos de tradiciones locales, y el cambio de la identidad en las nuevas generaciones, que desconocen y desvalorizan los elementos culturales propios.

“El encuentro con los dioses de la lluvia, patrimonio cultural inmaterial de Yucuquimi de Ocampo” Diálogo con las deidades. Es el caso del Diálogo con los dioses, un ritual que se celebra en su comunidad cada 30 de abril para pedir por buenas lluvias y cosechas, y que desde 1999 se dejó de hacer.

En su investigación, el joven universitario efectuó trabajos de campo con el objetivo de reconstruir esta tradición y entender su contexto, y descubrió que la última persona encargada de organizar el Kuskua migró, por lo que dejó de realizarse.

Como resultado de su trabajo, presentó una propuesta para recuperar esta costumbre: un folleto en el que explica, en español y en mixteco, la importancia de rescatar sus rituales mediante la práctica, valorización y transmisión a las nuevas generaciones.

“Tradiciones y costumbres prehispánicas están en riesgo por la falta de conocimiento de la propia localidad; esto se debe a factores como la globalización y la unificación de la cultura en el sistema de enseñanza, entre otros. Por ello, debemos resaltar su significado, su cosmovisión y su sitio dentro del patrimonio cultural”, resaltó Eloy.

“Quiero regresar a Oaxaca, contribuir con mi comunidad y buscar el diálogo entre las diferentes culturas, tanto local, regional, nacional como internacionalmente. También me interesa continuar con una maestría en estudios mesoamericanos en la UNAM y profundizar en este proyecto”, compartió.

Finalmente, agradeció a esta casa de estudios, en particular a la ENES León, el apoyo otorgado, e invitó a estudiantes de comunidades indígenas a acercarse a la Universidad, a investigar las carreras que ofrece y a considerar Desarrollo y Gestión Interculturales como una opción, “porque es esencial para el México multicultural en el que vivimos”.

Mientras en el resto de México el primero de mayo es un escaparate para escuadras de sindicalizados en desfile o de obreros que exhiben en las calles su descontento, en el poblado mixteco de Yucuquimi de Ocampo, Oaxaca, los habitantes pasan la noche en vela con el propósito de charlar, cara a cara, con el dios de la lluvia; es el único día en que lo tienen permitido.

A esta ceremonia se le conoce como Vhe’hau y tiene lugar a medianoche, hora en la que un grupo de campesinos, encabezados por un hechicero, suben al cerro, con sus talegas bien abastecidas de aguardiente y pulque, y piden para que el agua sea benéfica y les proporcione buenos tiempos y mejores cosechas, o al menos así era hasta que el rito se realizó por última vez.

“De niño, aguardábamos en casa de mi madre —o donde hubiera tocado la mayordomía— a que regresaran los hombres; los veíamos volver poco antes del amanecer y las mujeres ya tenían la comida caliente y lista para ellos”, recuerda Eloy Vázquez Hipólito.

Más que una pérdida personal, para el joven de 27, años atestiguar la desaparición de esta costumbre, transmitida por siglos, de abuelos a nietos, equivale a ver morir un poco del espíritu de un pueblo.

“La tradición hace que nos identifiquemos, nos vincula y si perdemos esa base, ¿entonces qué nos queda? Si puedo aportar algo a mi gente, me gustaría que fuera hacer que la Vhe’hau se celebre como antes, pues es una forma de recuperar un poco de nosotros, de cómo solíamos ser”.

El rescate de una tradición

Eloy está cierto de que la globalización es un proceso avasallante que, tarde o temprano, llega incluso a los lugares más apartados, y una vez ahí, en su afán de homogeneizar, diluye muchos elementos que solían dar identidad a las comunidades pequeñas. Esto no es algo que haya aprendido de los teóricos sociales que analiza en el salón de clase, dice, sino una realidad de la que es testigo presencial.

“Antes, para el Vhe’hau —palabra que significa ‘casa de la lluvia’—, se congregaban hasta mil personas; la última vez que se realizó —hace ya casi 10 años de eso—, se reunieron menos de 50. Fue algo muy triste y lo es aún más que este legado pueda quedar en el olvido”.

No es la primera vez que la “modernidad” busca despojar a Eloy de algo que, asegura, le pertenece, y no sólo a él, sino a los suyos. “En ocasiones no nos percatamos de cómo se da: por ejemplo, esta ceremonia simplemente se dejó de practicar, no fue algo planeado. Sin embargo, hay veces que sí es premeditado y viene como una imposición, como cuando mis hermanos y yo estudiábamos la primaria y los profesores nos prohibían hablar en nuestra lengua; si llegábamos a expresarnos en mixteco recibíamos un castigo e incluso golpes”.

“Mi interés por la carrera se explica por lo vivido ahí, y lo constato cada vez que vuelvo a mi hogar. En clase abordamos varios problemas que aquejan a los pueblos indígenas y su cultura; a partir de lo aprendido, espero encontrar estrategias para que la Vhe’hau, ‘la casa de la lluvia’, vuelva a celebrarse en la mixteca baja, donde pertenece”.

Al encuentro de un dios

A medida que los hombres dejaron de charlar con el dios de la lluvia, la siembra mermó y no porque la intervención divina fuera determinante, sino porque se ha incrementado el número de campesinos que abandonan la comunidad para probar suerte en Estados Unidos; de muchos ya no volvemos a saber, señala Eloy.

En 20 años, las circunstancias pueden cambiar mucho, reflexiona el joven, quien dice que si se comparara el entorno de su infancia con el de hoy, las diferencias serían notables. “Los cambios saltan a la vista; el lugar ha crecido, se habla menos nuestra lengua y hemos abandonado algunas de nuestras costumbres, pero al menos hemos cerrado puertas a muchas prácticas venidas de fuera. Y pese a todo, aún estamos a tiempo de recobrar muchos de esos elementos que nos hacían sentir pertenencia”.

Hay que escuchar a las tradiciones porque revelan mucho de lo que somos, señala el joven, quien añade que el nombre de su pueblo es Yucuquimi, que en mixteco significa ‘cerro del lucero’. “Si en la Vhe’hau subíamos y nos internábamos en la serranía, en plena noche, ¿cómo negar que esta ceremonia habla del mismísimo lugar donde vivimos?”.

Una de las cosas que Eloy más lamenta es que muchos niños lugareños ni siquiera sepan que alguna vez existió esta celebración.

“El mundo avanza a un ritmo acelerado y cada día perdemos más legados ancestrales como éste; pero quizá si tomamos las acciones adecuadas y si todos nos unimos para ello, dentro de no mucho el dios de la lluvia regresará a Yucuquimi y querrá hablar con nosotros”.

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