NÉSTOR YURI / DR. JAVIER TOLEDO FLORES.
México es un país de contrastes. Por un lado, tenemos un enorme problema de obesidad y por el otro a una parte de la población desnutrida. La entrada de productos alimenticios ultra procesados, la comida chatarra, hasta la más pequeña población no solo provoca obesidad sino también ha provocado una epidemia de diabetes como no se había vivido antes. Aquí radica la importancia de que investigadores oaxaqueños trabajen de la mano con pequeños núcleos en comunidades de la sierra para capacitar a la gente en el cultivo de alimentos nutritivos y en la educación de una mejor cultura alimentaria.
Diana Cruz Pérez, estudiante de Maestría en el CIIDIR del IPN está realizando un importante trabajo en la comunidad de San Juan Luvina de la Sierra Norte de nuestro estado a fin de que sus pobladores puedan disponer de alimentos frescos, sanos y nutritivos cultivados por ellos mismos.
Los orígenes de Diana están en Luvina, aunque desde pequeña tuvo la oportunidad de venir a vivir a la ciudad capital, jamás se alejó de su identidad y su sentido de solidaridad comunitaria. Ya desde pequeña tuvo inclinación por la biología y la gastronomía, mismas que ahora le sirven para promover una nueva cultura alimentaria con miras a una niñez saludable tomando en cuenta el propio contexto de cada población, es decir, con absoluto respeto a sus costumbres, su cosmovisión y la sabiduría ancestral que de forma oral transmiten los mayores del pueblo respecto a los usos medicinales y alimenticios que le dan a las plantas de que disponen.
La motivación de Diana viene desde el fondo de su ser. Dado que ella vivía en la ciudad, aún siendo niña, podía notar el contraste entre la dieta que ella tenía disponible y la que tenían los niños en Luvina. Eso la marcó y lo tuvo presente al momento de tomar la decisión que la llevaría a elegir su formación profesional y darse la oportunidad de volver a sus orígenes empleando no solo la investigación básica sino dando el siguiente paso que es la investigación aplicada, es decir, que el trabajo no quedara solo almacenado en un reservorio de tesis a los que casi nadie consulta.
Es muy joven, pero tiene más madurez de la que aparenta. Con toda seguridad sabía que quería estudiar algo relacionado con las plantas, botánica, pero que necesariamente tuviera una aplicación práctica en un grupo de personas y lo pudo conjuntar con su maestría que abarca la economía social solidaria.
La llegada de la pandemia le cambió la vida. Al no poder salir a la Central de Abasto a surtirse de vegetales emprendió su propio cultivo de germinados en su cocina. Ella ya sabía algo del tema, buscó la forma de capacitarse más e inició con sus propios cultivos que muy pronto ya no solo fueron para ella y su familia, sino que también sus vecinos empezaron a comprarle hortalizas. Ella pensó, entonces, en las condiciones en que vivía su comunidad que, como muchas otras, cerró sus puertas durante un año y medio para evitar la llegada del Covid. Ahí encontró la oportunidad de aplicar su investigación y experiencia en el cultivo de germinados debido, entre otras cosas, a que su ciclo de cultivo es más corto que el de las hortalizas y los nutrientes que aportan tienen alto valor nutricional para los niños por sus vitaminas y minerales.
Luvina es una comunidad que tiene un alto porcentaje de habitantes con problemas de diabetes e hipertensión. Ella piensa que es debido a la gran cantidad de alimentos ultra procesados que llegan al pueblo y que por su bajo precio, sabores y colores atractivos son consumidos en exceso y que, finalmente, terminan por provocar enfermedades crónicas degenerativas y de alto costo.
Nos dice que su trabajo es el “Fomento del consumo de alimentos funcionales mediante la capacitación y establecimiento de un huerto comunitario en San Juan Luvina, Oaxaca” que se centró en un proyecto con impacto social, respaldado por datos científicos, para aplicar un enfoque de economía social solidaria, esto con el fin de mejorar la seguridad alimentaria y poder disponer de alimentos frescos todo el tiempo con información detallada sobre los nutrientes y con énfasis en la alimentación de niños entre 6 y 12 años a través de un huerto comunitario de germinados.
La ventaja de los germinados y micro vegetales, a los que se les llama alimentos funcionales, es que poseen hasta 30 veces más nutrientes, el cuerpo los digiere y absorbe mejor que otros y su tecnología de producción es accesible y sostenible para el medio ambiente. Estos alimentos, por tanto, son una opción segura para mejorar su calidad de vida y evitar enfermedades en el futuro, como la diabetes que es un problema de salud pública.
Para la escala de una gran ciudad hacer pequeños huertos puede no ser trascendente, pero para pequeñas comunidades con difícil acceso es crear toda una oportunidad de mejorar sus condiciones de vida porque, además de poder consumir productos saludables tendrán la oportunidad, quienes así lo deseen, de poder cultivarlos para venderlos y mejorar el ingreso familiar. Esto es una enorme oportunidad para las mujeres que pueden atender este tipo de huertos sin descuidar a sus hijos.
El trabajo de la futura Maestra por el IPN, Diana Cruz Pérez, es de alto impacto social y, si no fuera por estos jóvenes estudiantes dispuestos a realizarlos, muchas pequeñas comunidades seguirían siendo ignoradas por los grandes centros de investigación ajenos a nuestro propio contexto oaxaqueño.
Contacto: nestoryuri@yahoo.com