Verenise Sánchez
México, DF.- En México la percepción de la imagen y labor de los científicos está estereotipada y es errónea, lo cual en muchas ocasiones genera cierto rechazo para que niños y jóvenes quieran dedicarse a la investigación y el desarrollo, indicó Silvia Domínguez Gutiérrez, investigadora del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH), de la Universidad de Guadalajara.
Se piensa que son genios, que están locos, que visten una bata blanca y que siempre están solos. No obstante, nada de esto es cierto, hay científicos, por ejemplo los sociales, que nunca portarán una bata blanca, además nunca están solos. Hoy en día los grandes proyectos científicos —como el Gran Colisionador de Hadrones— son multinacionales, multidisciplinarios y en donde participan cientos o miles de investigadores, destacó.
Asimismo, un científico no es un genio que tuvo una idea fantástica, un científico es una persona perseverante que no se cansa de intentarlo una y otra vez hasta que obtiene lo que espera, subrayó Domínguez Gutiérrez, quien actualmente es miembro nivel I del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt).
Con una gran sonrisa que la caracteriza, Silvia comentó que su infancia —como la de muchos científicos destacados— transcurrió de manera normal como la de cualquier niño.
“Era inquieta como cualquier otro niño, no recuerdo que tuviera una característica especial, no era una niña genio, sí era estudiosa pero algo normal, tampoco era muy matada”, narró.
Quizá una de las diferencias que la distinguió de otros niños es que le gustaba mucho la lectura. “Mi papá nos inculcó el gusto por la lectura, en mi casa siempre hubo libros porque mi papá era agente de ventas en diversas casas editoriales y nos llevaba libros de todo tipo, desde enciclopedias hasta textos de literatura”.
Recordó que cuando salían de viaje en familia, su padre siempre las llevaba, a ella y a sus hermanas, a algún museo para que conocieran lo más relevante y hermoso de la localidad.
“Mi papá nos decía ‘si conocen un lugar, traten de ir a visitar un museo, ahí se encuentra lo mejor de la zona’. A mí me enfadaban los museos porque no había guías y pues uno se la pasaba viendo sin entender nada. Ahora es diferente, ya los disfruto mucho”.
Domínguez Gutiérrez nunca pensó en dedicarse a la ciencia o a la tecnología. “Cuando entré a la preparatoria me interesé por la psicología, en esa época era como el sueño de toda chica estudiar psicología para comprender cómo es uno y cómo son los otros, pero no sabía lo que en verdad era la psicología”.
De psicología y otras pasiones
Cuando ingresó a la Universidad de Guadalajara aún no sabía que quería ser investigadora, fue hasta que conoció al científico social Enrique Sánchez Ruiz, quien le transmitió esa pasión por la investigación.
Desde entonces Sánchez Ruiz se convirtió en su mentor y guía por el mundo de la investigación; además de su compañero de vida y padre de sus dos hijos.
Tan solo llevaba dos semestres de la carrera de psicología cuando decidió casarse con Enrique Sánchez Ruiz y dejó sus estudios para ir a vivir a California, Estados Unidos, porque Sánchez Ruiz obtuvo una beca del Conacyt para estudiar la maestría y posteriormente el doctorado en la Universidad Stanford.
“Interrumpí mis estudios por irme con él, yo no tenía beca así que no podía seguir mis estudios allá porque las colegiaturas eran muy altas, además no sabía inglés; así que el primer año me dediqué a estudiar ese idioma, después me embaracé y me dediqué a cuidar a mi hijo”.
Ya cuando su hijo estaba un poco más grande, Silvia iba como oyente a tomar clases de psicología a la Universidad Stanford, en donde aprendió diferentes perspectivas de abordar dicha disciplina, con lo cual se enamoró aún más de la carrera.
A pesar de que ya habían pasado más de cinco años de que ella había abandonado sus estudios de licenciatura, soñaba con algún día retomarlos, así que cuando su esposo terminó su maestría y doctorado y volvieron a Guadalajara, lo primero que hizo fue regresar a la universidad.
“Retomé la carrera, me tardé más de lo planeado porque no fue nada fácil ya con un hijo de por medio y todas las labores del hogar, pero aun así acabé y me titulé. Quedé tan satisfecha con mi trabajo de titulación que dije ‘como que lo mío es la investigación’, así que decidí estudiar la maestría”.
A pesar de que estaba muy entusiasmada en seguir con sus estudios de posgrado, tuvo que hacer de nuevo otra pausa, ya que en su vientre venía otro integrante de la familia Sánchez Domínguez.
Un par de años después realizó la maestría y continuó con el doctorado, recordó que no fue nada sencillo, pero “ya le había agarrado el modo” a combinar la escuela con las tareas de ser madre y esposa.
Además ella se motivaba diciendo “si otras mujeres pueden, yo también puedo” y así, con apoyo del Conacyt, realizó sus posgrados; después comenzó su trayectoria científica y de docencia.
Acabar con los mitos de los científicos
Como parte de sus estudios de doctorado en Educación, Domínguez Gutiérrez se dio a la tarea de investigar cuál era la percepción que tienen los jóvenes sobre los científicos y encontró hallazgos muy interesantes que revelan el porqué muchos no se quieren dedicar a la labor científica.
“Los jóvenes tienen una visión del científico muy estereotipada, es decir, para ellos un científico es un hombre viejo, que usa anteojos y bata blanca. Además, ellos se imaginan que los científicos trabajan solos en un laboratorio haciendo experimentos. Piensan que es una persona aislada, hasta cierto punto amargada y medio loca”.
Además, indicó que “los chicos se imaginan que la ciencia y la tecnología son para alguien muy inteligente, casi un genio, y ellos se autoevalúan y dicen ‘eso no es para mí’, eso es solo para los intelectuales, para los nerds, esas carreras no son para mí, mejor escojo otra”.
Para quitar ese estereotipo errado que tienen los jóvenes de los científicos, Silvia ha escrito varios artículos de divulgación científica y ha ofrecido pláticas en las que explica lo normal y fascinante que es la vida de un científico.
Comentó que, a pesar de que tanto ella como su esposo son investigadores, en su casa se hablan de temas comunes como una película o una serie de televisión, como en cualquier familia. Salvo que en la plática salga algo respecto a la investigación, es que se aborda el tema de la ciencia, mientras tanto todo es muy normal.
Asimismo señaló que van a fiestas y conciertos, sobre todo de rock porque su esposo y sus hijos son fans del rock e incluso tienen un grupo musical.
“Así que como ven los científicos no tenemos nada extraordinario, somos gente normal, quizás la única diferencia es que nos apasiona muchísimo lo que hacemos y somos muy felices porque hacemos lo que nos gusta”, afirmó.