Enrique Rodríguez Balam*
*”Una noticia mal contada, es un asalto a mano armada” (René Pérez Joglar, Calle 13)
La madrugada del 27 de septiembre del 2014, tras un enfrentamiento con la policía, 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa desaparecieron. Otros más fueron heridos y algunos perdieron la vida. Así lo informa Wikipedia. Sí. Al escribir “Ayotzinapa” en Google, el buscador arroja en segundo o tercer lugar a Wikipedia, sitio donde se describe información “detallada” del suceso. Al leer la página, uno encuentra del lado izquierdo categorías temáticas tales como: lugar, coordenadas, blanco (s), fecha, tipo de ataque, muertos, heridos y sospechosos (aparecen nombres para este caso). En cada casilla, se da información relacionada con las categorías mencionadas.
No obstante, en el rubro “motivos” la información apunta que, “existen diversas hipótesis”. De cualquier modo, no deberíamos hacer mucho caso a lo anterior, pues como todo mundo afirma: “¿Quién cree lo que dice Wikipedia?” “No es una fuente segura”. Quizás convendría preguntarnos ¿En qué casos hay que creerle a Wikipedia y en qué casos no?
El 31 de julio del año en curso, un fotoperiodista y cuatro personas más fueron encontradas sin vida en un departamento de la colonia Narvarte, en el Distrito Federal. Los reportes indican que fallecieron al recibir impactos con arma de fuego. Puntualizando que los ultimaron con el tiro de gracia. En pocas horas, diversos medios comenzaron a soltar cualquier tipo de información: Que si alguien vio salir a una mujer, que si llegaron otras personas más tarde, que si eran amigos o sólo “conocidos”, que parecía sospechoso un carro deportivo estacionado cerca del lugar y mil datos más. Los servicios informativos, daban paso a todo aquello que pudiese modificar la nota del día sin importar que la fuente haya sido la palabra de algunos vecinos del lugar. Y no se trata de no creer en la posibilidad de usar cualquier elemento que sirva para esclarecer un suceso. El asunto es que lo ocurrido se alteraba cada día, entre otras razones, por las declaraciones de “supuestos” testigos oculares. Un verdadero rompecabezas. Por extraño que parezca, y como diría el Astrofísico Neil deGrasse Tyson: “Sabemos desde hace tiempo, que la evidencia empírica más débil, es la del testigo ocular. Lo que asusta, es que en nuestra sociedad, esa sea la prueba más importante para enjuiciar a alguien”. Con base en el llamado argumento de la ignorancia, personas y medios tenían amplia gama de versiones.
El sábado 17 de octubre de 2015, se corrió la noticia -¿rumor?- de la fuga de Joaquín El Chapo Guzmán Loera, de un cerco montado por el gobierno federal cerca del municipio de Cosalá, en Sinaloa. Fuentes de información nacionales e internacionales, afirmaban que se produjo un enfrentamiento en el que habría salido herido de la cara y otras partes del cuerpo. Al igual que en los casos anteriores, las notas iban y venían con versiones que poco añadían para entender –¿creer?- lo sucedido.
El jueves 22 de octubre del 2015, se anunció la inminente llegada a las costas de Jalisco y Colima del huracán más devastador de todos los tiempos. De todos los tiempos en la historia de América. De todos los tiempos en la historia de la humanidad. De categoría 5. No le daban números más altos porque no existen en la escala Saffir-Simpson. Además de los reportes oficiales, la voz de los analistas no se hizo esperar: Que si iba a destruir todo el occidente del país, que no era posible la existencia de un fenómeno de tal magnitud, que seguro se trataba de fotos, videos y sensores falsos, que una psíquica le ordenó al huracán degradarse, entre otras joyas. Esa misma noche, los reportes indicaron que el huracán se había degradado. En unas cuantas horas pasó de categoría 5 a 2. Al día siguiente, se informó que no había daños mayores y que la región estaba en calma. De nuevo, las interpretaciones en redes sociales virtuales no se hicieron esperar. Se soltó el rumor que todo había sido un montaje.
La información con la que contamos hoy en día no es escasa. Al contrario, es demasiada. El problema es que se genera de manera dispersa, retorcida, plagada de contenidos a modo de velocidades que solo la lógica de la World Wide Web con sus bits procesa y entiende. Entre la inmediatez y lo ideático-mediático, nos perdemos todos.
Subir la nota antes que otro medio, opinar primero, juzgar a la ligera o “analizar” a vuela pluma, ha dejado el criterio de lado, para convertirse en hobbie de las masas.
Y es que la pose de crítico ha seducido a buena parte de las sociedades latinoamericanas, que no han podido superar la búsqueda de su identidad más allá de la crítica social. Quiero decir por ejemplo, que los economistas, matemáticos, biólogos, entre otros, tienen mucho que aportar desde sus trincheras. Pero no. Al parecer sólo importa el grito social.
No me detendré más en el tema, pues bien merecería tratarse en otro momento. Lo cierto es que hoy en día, las especulaciones que se generan en torno a lo que sucede en el país son de tal magnitud, que bien podrían dar para resucitar al chupacabras o bajar tres ovnis a pedradas.
Todo mundo habla, porque todo mundo cree que “debe” hablar. Olvidamos a menudo que expresarse es un derecho, no una obligación. Al hablar, se pone en marcha al ciudadano, pero el decidir no hablar, no hace menos ciudadano a quien opta por ello. Hoy más que nunca, debemos aprender cuándo usar la palabra y cuándo el silencio. Solemos olvidar aquello que a manera de metáfora la música nos enseña: el silencio, también es una nota musical.
Que los medios y el gobierno manipulan la información no es descubrir nada nuevo. Importante sería preguntarnos, qué tanto hemos seguido la zanahoria que nos ponen quienes tienen el poder: gobernantes e informadores. Qué tanto, como dice el dicho mexicano, le hemos hecho el caldo gordo a las albóndigas. En qué medida hemos mordido el anzuelo de creer que sólo por dudar de todo y por todo, estamos ejerciendo con eficacia nuestro derecho a la libertad de expresión… en qué medida estamos siendo parte de lo que beneficia a quienes juzgamos.
Frente a un sujeto o poder que busca ejercer el control mediante la manipulación, es necesario saber dónde colocar las preguntas. Al parecer, lo importante es saltar primero, sin detenerse a pensar en el origen de lo dicho. Revisar, cotejar, escuchar y observar para poder forjarse un criterio debería ser parte de nuestro método. Pero no. Aquí lo que parece es que se precisa hablar de todo. Siempre. Por todo y para todo.
No creer o poner en duda lo que gobierno y medios nos dicen, es apenas el primer paso. Peor que la falta de información, es mal informar de manera intencionada. Las estrategias del poder son simples: dejar que los medios hablen, que los discursos oficialistas se multipliquen, que los analistas se contradigan en su afán por ser originales, que los noticieros y periódicos cometan errores en su carrera por el primer lugar, pero sobre todo, que la sociedad crea que mientras más hable, más democrática y libre es. Es el momento de entender, que la libertad y la democracia, son objetivos mucho más dignos que hablar por hablar. Son luchas y aspiraciones que van más allá de insultar al gobernante en turno. Implica compromisos con quienes nos rodean, precisa construir conocimiento, transformar el entorno, modificar con eficacia la manera de comunicarnos con quienes nos gobiernan, construir ciudadanía sin confundir derechos, libertades y obligaciones. De nada sirve una revolución, si después de transformar un sistema no se sabe qué camino tomar, cuando se mira hacia adelante.
*Sobre el autor:
Dr. Enrique Rodríguez Balam
Mexicano, Licenciado en Ciencias Antropológicas, Maestro en Antropología Social, Doctor en Estudios Mesoamericanos e investigador del Centro Peninsular en Humanidades y Ciencias Sociales, UNAM; autor de los libros “Pan agrio, maná del Cielo: etnografía de los pentecostales en una comunidad de Yucatán”, “Entre santos y montañas: pentecostalismo, religiosidad y cosmovisión en una comunidad guatemalteca”, autor de poco más de una decena de capítulos de libros y artículos entre los que figuran “Religión y religiosidad popular en Oncán, Yucatán” (1998), “Apuntes etnográficos sobre el concepto enfermedad entre los pentecostales de una comunidad maya en Yucatán” (2003), “De diablos demonios y huestes de maldad. Imágenes del Diablo entre los pentecostales de una comunidad maya” (2006), “Religión, diáspora y migración: los ch´oles en Yucatán, los mames en Estados Unidos” (2009), colaborador en un capítulo del libro “La UNAM por México” (2010).
En fechas recientes, fue entrevistado para participar como especialista para National Geographic Latinoamérica en la serie “Profecías”. Ha impartido cursos a nivel de licenciatura, maestría y doctorado en diversas universidades, así como conferencias, charlas, seminarios y diplomados con temas relativos a discusiones sobre los pueblos contemporáneos del área maya, particularmente de Yucatán y Guatemala.