*El escritor sudafricano Michael Ondaatje dictó la Cátedra Aura Estrada, en la que leyó tres poemas y fragmentos de sus obras “Cosas de familia” (Running in the Family, 1982) y “La mesa del gato” (The Cat’s table, 2011)
Ernestina Gaitán Cruz
La escritora boliviana Liliana Colanzi es la ganadora del cuarto Premio Internacional Aura Estrada, y la autora michoacana Flaviana Alejandra Moreno Herrera obtuvo mención por el segundo lugar, anunció Gabriela Jáuregui, presidenta del jurado en el marco de la XXXV Feria Internacional del Libro de Oaxaca (FILO).
En el Teatro Macedonio Alcalá de la Ciudad de Oaxaca, explicó que la escritora mexicana que dio nombre al reconocimiento, vive en cada premio a través de las ganadoras y que en esta ocasión les fue muy difícil elegir a una autora entre las 700 solicitudes recibidas.
En compañía de Francisco Goldman creador del premio para honrar la memoria de Aura Estrada, de Guillermo Quijas Corzo, director de la FILO 2015, Vania Reséndiz Cerna, presidenta del Fondo Ventura, del escritor canadiense nacido en Ceilán, Michael Ondaatje y Verónica Gerber, Premio Aura Estrada 2013, explicó que al menos 50 autoras merecían ser publicadas.
Sin embargo el jurado integrado por Laureana Toledo, Yuri Herrera, Jorge Hernández y Daniela Tarazona eligió a la escritora Liliana Colanzi quien obtendrá un estipendio de 10 mil dólares; la publicación de un texto en la revista inglesa Granta y la oportunidad de alojarse durante periodos de hasta tres meses en cada una de las residencias para escritores: Ucross, en Wyoming; Ledig House, en Nueva York; Santa Maddalena en la Toscana, Italia, y Ex Hacienda Guadalupe, en Oaxaca, México.
En su discurso, Liliana Colanzi reconoció que estaba en Oaxaca para recibir el premio por Aura Estrada y nada quería más que honrar su nombre, que desde niña supo que quería seguir el camino de la lectura y la escritura, su única vocación verdadera, pero no conocía a nadie que dedicara la mayor parte de su tiempo y su energía al misterioso oficio de escribir, lo cual le indicaba que había elegido un camino solitario y poco usual.
Que en su país no había fondos para quien quisiera dedicarse a la literatura ni había talleres y durante mucho tiempo, su escritura creció salvaje en el fondo del armario aunque es cierto que el escritor viaja siempre solo, pero el camino es más difícil para una mujer joven latinoamericana, por eso reconocía el espaldarazo y el cuarto propio a una escritora joven.
El premio de literatura Aura Estrada fundado por el escritor estadounidense Francisco Goldman tiene como misión contribuir a la creación de literatura escrita por mujeres y honrar la memoria de la escritora mexicana Aura Estrada, quien falleció en 2007.
Momentos antes del anuncio de la ganadora, el escritor sudafricano Michael Ondaatje dictó la Cátedra Aura Estrada, en la que leyó tres poemas y fragmentos de sus obras “Cosas de familia” (Running in the Family, 1982) y “La mesa del gato” (The Cat’s table, 2011).
Posteriormente entabló una conversación sobre su obra con el escritor Francisco Goldman, Verónica Gerber y Gabriela Jáuregui en la que habló de su niñez, de cuando viajó de Sri Lanka a Inglaterra y de cómo en este país creció con una gran tradición de escritores. Asimismo de las investigaciones que realiza para escribir sus obras, de la curiosidad que tiene por conocer oficios y que a menudo empieza sus obras con el fragmento de un diálogo o con una imagen.
EL PELADOR DE CANELA
Si fuera pelador de canela
cabalgaría en tu lecho y
dejaría el polvo de la corteza amarilla
en tu almohada.
Los pechos y los hombros te olerían
y jamás podrías cruzar los mercados
sin que la profesión de mis dedos
te envolviera. Al tropezar contigo
los ciegos te reconocerían
aunque el agua de los canalones
y del monzón te bañaran.
Aquí, en lo alto del muslo,
en este suave prado
hermano de tu pelo
o en el pliegue
que divide tu espalda. El tobillo.
Los forasteros te conocerán
como la mujer del pelador de canela.
La mesa del gato (The Cat’s table, 2011)
El canal de Suez (Fragmento)
NOS APROXIMAMOS AL CANAL EN LA OSCURIDAD, cuando el reloj marcó la medianoche. Unos cuantos pasajeros, que acampaban en las cubiertas para tener una vivencia plena del acontecimiento, estaban medio dormidos y apenas conscientes de los sonidos metálicos y las sirenas que guiaban a nuestro navío hacia el estrecho ojo de aguja que era El Suweis, puerto de Suez. Hicimos una pausa para que abordara un práctico de puerto árabe. El hombre subió desde su barcaza mediante una escalera de cuerda. Caminó con parsimonia hasta el puente, ignorando a toda figura de autoridad que se le cruzara. Ahora la embarcación era de su propiedad.
Él sería quien nos conduciría hacia aguas poco profundas y apacibles; él sería quien ajustaría el ángulo del barco a fin de que pudiéramos internarnos en el canal, aún más angosto, donde recorreríamos 190 kilómetros, hasta arribar a Puerto Saíd. Podíamos observar al sujeto en las ventanas del puente, horizontales y fulgurantes, junto al Capitán y otros dos oficiales.
Aquella fue la noche en que jamás dormimos.
En menos de media hora avanzábamos oblicuamente junto a un desembarcadero de hormigón. Dicho muelle estaba lleno de contenedores amontonados en pirámides colosales. Los hombres corrían, con cables eléctricos y carros transportadores de equipaje, al lado del flemático Oronsay. Por todas partes, bajo las bombillas de luz sulfúrica, se trabajaba con rapidez y vehemencia. Pudimos oír gritos y silbidos, y en uno de los intervalos de quietud escuchamos ladridos. La algarabía canina le hizo pensar a Ramadhin que se trataba de su perro de Adén (Yemen), que ahora intentaba regresar a la costa.
ernestina.gaitan@gmail.com