Ana Luisa Guerrero
León, Guanajuato.- Detrás de los anteojos puede reconocerse al niño que tras haber asistido a sus clases, disfrutaba armar y desarmar viejos televisores o radios como una actividad lúdica. Hoy, a sus 62 años, William Esco Moerner recuerda su infancia y de inmediato se le encienden las luces con las que observa.
El laureado Premio Nobel de Química 2014 se muestra afable, fija la mirada en sus interlocutores y reconoce que siempre quiso ser científico. Conocer el funcionamiento de todo lo que nos rodea era la idea que ocupaba su mente, por eso no fue extraño que, inspirado en su padre, gozara del tiempo en que reparaba la radio de casa y del automóvil, teniendo sus primeros conocimientos de electrónica.
Desde pequeño demostró gran interés en las ciencias, por lo que fue un asiduo participante de los clubes escolares inspirado por la generación Sputnik, aquella que con el lanzamiento del primer satélite artificial fue influenciada para elegir una carrera científica.
Con el respaldo de una beca Alexander S. Langsdorf para ingenieros, Moerner alcanzó tres títulos de licenciatura al mismo tiempo en la Universidad de Washington en Saint Louis, en ingeniería electrónica, física y matemáticas, todas con honores. Posteriormente, al realizar sus estudios de posgrado en física en la Universidad de Cornell, decidió estudiar medicina guiado por las investigaciones que efectuaba en torno a moléculas, átomos, redes cristalinas y radiación electromagnética; en aquel tiempo tuvo la oportunidad de hacer una estancia en los Laboratorios Bell.
Por esta etapa de estudios intensos en su vida, el investigador se describe como un estudiante perpetuo, ávido de aprender todo el conocimiento que lo lleve a entender cómo funciona todo a su alrededor.
“Soy un estudiante perpetuo que constantemente está aprendiendo física, química y medicina. Todo el conocimiento es importante y yo en particular disfruto esas áreas y por ello trabajo y me dedico a ellas; siempre aprendiendo nuevas cosas que se han reflejado en mis contribuciones para lograr un mejor entendimiento de cómo funcionan las cosas”, comparte con la Agencia Informativa Conacyt y con científicos mexicanos.
El poder de la luz
Portando una corbata roja que lleva impresa pequeñas imágenes del Códice Azteca, obsequio de colegas del Centro de Investigaciones en Óptica (CIO), centro público de investigación del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), se dice encantado de la cervantina ciudad de Guanajuato, la cual visitó como parte de su estancia en León con motivo del Mexican Optics and Photonics Meeting 2015, para impartir la conferencia magistral La luz provee el camino para la detección de una sola molécula y su fotocontrol: fundamentos de la microscopía de súper resolución, por invitación de la Academia Mexicana de Óptica (AMO).
Junto a Eric Betzig y Stefan Hell, obtuvo el Premio Nobel de Química en 2014 por el desarrollo de la microscopía de fluorescencia de súper resolución que permite ver el interior de una célula y definir objetos con tamaños o separaciones de apenas unas décimas de nanómetro, por debajo del límite de difracción óptica.
Esta herramienta demuestra el poder de la luz pues, en propias palabras de William E. Moerner, es espectacular ver las moléculas de forma precisa y rápida a través de la súper resolución.
“Trabajar con luz visible es algo extraordinario puesto que con ella se puede estudiar ahora cómo funcionan las células; esto a diferencia de otras técnicas, como la microscopía electrónica o los mismos rayos X, que dañan la célula. Lo que es simplemente extraordinario, porque con la microscopía de alta resolución podemos observar y estudiar las células en su propio ambiente y sin dañarlas”, asegura.
Esta nueva disciplina, considera, tiene frente a sí el reto de desarrollar mayor resolución que mejore las imágenes que se obtienen, pues existen moléculas que podrían ser observadas, como ahora se hace con las células.
“En este proceso está involucrada más física, más química, más óptica y más matemáticas porque los procesos son caóticos”, dice.
Profesor de la Universidad de Stanford, realiza investigación en química física y la física química de moléculas individuales, la biofísica de una sola molécula, súper resolución de imagen y el seguimiento en las células.
De acuerdo con el sitio de Internet The Moerner Lab, sus intereses abarcan los métodos de cuantificación precisa de las propiedades de una molécula, estrategias para la formación de imágenes en tres dimensiones y el seguimiento de las moléculas individuales, así como las aplicaciones de mediciones de una sola molécula para entender los procesos biológicos en las células.
La participación del Prof. Moerner en el MOPM-2015 fue posible gracias al apoyo de la Sociedad Óptica de America (OSA) y del Conacyt bajo convenio 259862, y por invitación de la Academia Mexicana de Optica (AMO). El MOPM-2015 fue parte de la celebración del Año Internacional de la Luz y el XXXV aniversario del CIO. Esta entrevista fue en exclusiva para la Agencia Informativa Conacyt y se realizó el pasado 9 de septiembre.
La idea de obtener el Premio Nobel siempre está en la mente de los científicos; y el caso de Moerner no fue la excepción.
“Mucha gente lo sueña, como yo, pero creo que realmente debes hacer muy buena ciencia para lograrlo”, refiere. Y de inmediato recuerda una anécdota sobre ese sueño, que se remite a la serie televisiva Los Simpsons.
“Creo que el capítulo fue en el año 2011. Hay una escena que muestra a Homero y a su familia sentados en el sillón de su sala, en la que todos le piden que les explique por qué los había levantado tan temprano ese día. La respuesta de Homero fue que tenían que escoger al laureado Nobel, así que cada uno escribió un nombre e hicieron una lista en donde aparecía el nombre de W. E. Moerner. De acuerdo a Homero, Moerner tenía que estar en esa lista porque era un buen químico”, relata.
El profesor señala que a partir de ese programa se convirtió en la “comidilla” en todo el departamento de la Universidad de Stanford, “¡y fue entonces que realmente me consideré posible ganador de un Premio Nobel!”.
Padre de familia de un hijo, William E. Moerner considera que para ser científico intervienen varios factores, como la genética, el que en casa impulsen la vocación y que la persona tenga curiosidad por investigar.
“Considero que puede estar en tus genes; por parte de mi familia mi padre fue físico-químico y mi madre fue maestra de inglés, ambos creían en la educación y en el hecho de tener retos en la vida. Por otro lado, debes tener curiosidad por saber cómo funcionan las cosas, deshacer cosas y ver de qué están hechas. También debes ser dedicado y tener motivación para hacer cosas; pasión para no desesperarte cuando no salen a la primera o en varios intentos”, comparte.
Pasión por la investigación
Nacido en Pleasanton, California, y criado en Texas, el eterno estudiante se destacó por sus altas calificaciones. Está convencido del valor de la enseñanza y lo importante que es contagiar a los jóvenes de la pasión por investigar.
Por ello, en su laboratorio es común que el conocimiento se fomente a diario entre los estudiantes. Antes de ser premiado con el Nobel, el profesor aparecía como asesor de 26 tesis de posgrado en la Universidad de Stanford.
“Invito a los estudiantes a que tengan pasión. No deben de desesperarse porque no salen las cosas a la primera, para que después puedan maravillarse de que la ciencia puede explicar fenómenos que observamos; la ciencia es algo maravilloso”, añade.
Y es que, insiste, no debe menospreciarse que el estudiante debe aprender cosas fundamentales, hecho que no está a discusión, pero los alumnos también deben esperar cosas de forma inesperada que no forzosamente están en los libros de texto o lo comentado en clases.
“Es aquí en donde el estudiante debe de tener una mente abierta para resolverlo por sí mismo. Esto es, debe de aplicar los fundamentos aprendidos y utilizarlos para poder explicar lo observado, y deberá hacerlo mediante mediciones y argumentos que cualquier otra persona pueda nuevamente repetir y probar que son ciertos”, abunda.
A lo largo de su carrera ha dictado más de 400 conferencias, ha realizado más de 350 publicaciones y ha recibido decenas de premios, desempeño que se ve reflejado en su acta curricular que abarca 28 cuartillas.
Con una vitalidad que contagia, el profesor Moerner se manifiesta orgulloso de lo que ha logrado hasta ahora, y lo refleja con humildad al reconocer el aporte a las ciencias de otros científicos, haciendo énfasis en Michael Faraday, a quien admira por haber sido un buen físico y químico.
Más ciencia en México
El Premio Nobel de Química 2014 asegura que en ciencia no se pueden acelerar los procesos y el aprendizaje, los cuales son lentos; por ello países en desarrollo como México deben dar más apoyo a centros de investigación para que se continúe desarrollando la ciencia.
“Es importante aceptar que es imposible que se desarrolle la ciencia en todo su conjunto, pero habrá algunas áreas que sí logren desarrollarse; tal vez atendiendo un menor número de áreas y yendo a mayor profundidad, a mayores y mejores problemas”, refiere.