Tomado de La Jornada de Oriente

Puebla.- La llegada de Diódoro Carrasco Altamirano a la Secretaría General de Gobierno es una medida preocupante, por la actuación que este hombre ha tenido como funcionario público. Baste recordar que cuando fue secretario de Gobernación en el último año de gestión del presidente priista Ernesto Zedillo Ponce de León hubo una de las más hostiles políticas contra el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y otras organizaciones populares.

De Zedillo se sabía, porque él mismo solía decirlo a sus cercanos, que no le gustaba hacer política. Y en ese sentido, el también ex gobernador de Oaxaca fue empático con esa forma de gobernar, cerrando espacios a sectores que demandaban diálogo y atención gubernamental en el año de la transición.

Que ayer Carrasco Altamirano haya dado por sentado que el gobierno para el que ahora trabaja es “respetuoso del diálogo”, que fortalece la división de poderes y además construye acuerdos, resulta no solo falto de verdad, sino verdaderamente preocupante, pues es un hecho que no se le puede exigir al nuevo responsable de la política interior en la entidad que pregone el talante autoritario y antidemocrático de la administración a la que sirve, pero bien hubiera valido, por decoro o por simple tacto, no haber hablado de hechos inexistentes o hasta contrarios a la realidad de estos cinco años recientes.

Es así que no es difícil pronosticar un cierre de sexenio en el que las violaciones a los derechos humanos sigan perpetrándose desde el gobierno estatal.