Daniel Valles Peticholi
Ciudad de México.- . Por su destacada trayectoria de más de cuatro décadas de trabajo en la zona arqueológica de Teotihuacán, en particular por los resultados de su estudio interdisciplinario Teotihuacán: élite y gobierno, la investigadora Linda Manzanilla Naim recibió el premio de investigación del Shanghai Archaeology Forum 2015, que otorga la Academia China de Ciencias Sociales.
El reconocimiento se otorga a especialistas que se han distinguido por sus aportes sobre el pasado de la humanidad y la generación de nuevos conocimientos para las sociedades pretéritas.
Galardonada en el rubro de Investigación, la arqueóloga del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y miembro de El Colegio Nacional, consideró que la ciudad de los dioses es una excepción en Mesoamérica. Se trata de uno de los sitios urbanos más grandes del mundo antiguo, cuya traza fue planificada en ángulos rectos, con módulos constructivos, “algo que no fue normal en las metrópolis antiguas de Mesoamérica”.
Como parte de su indagación, la especialista eligió dos sitios: Teopancazco, centro de barrio multiétnico de las élites intermedias de Teotihuacán, ubicado al sureste de esta urbe, y el complejo arquitectónico Xalla, al centro de la zona arqueológica, este último propuesto por la universitaria como un área donde probablemente se encuentran los cogobernantes de Teotihuacán.
En el proyecto se trata de determinar cómo vivía la élite, cómo se alimentaba, de qué recursos disponía, cuánta gente habitaba en esos conjuntos y a qué grupo étnico pertenecían, detalló.
En Teopancazco, donde Manzanilla Naim excavó a partir de 1997 y hasta 2005 (lo que le permitió organizar un proyecto científico interdisciplinario), se encontraron restos óseos de migrantes originarios del corredor hacia la costa de Veracruz, además de 14 variedades de peces procedentes de Nautla, entre otros hallazgos.
“Durante 13 temporadas de campo hicimos una excavación extensiva; abrimos cuarto por cuarto del conjunto, de tal manera que pudimos ver los sectores funcionales de ese centro de barrio y encontramos 116 entierros que fueron analizados para determinar quién es quién, a qué se dedicaron en vida, cuáles fueron sus actividades. Por ejemplo, mediante estudios de isótopos de estroncio y oxígeno se determinaron la procedencia, altitudes, regiones, geologías y quiénes eran migrantes; muchos de ellos lo fueron”.
Asimismo, con estudios osteológicos se definieron las patologías que tuvieron en la infancia y en la etapa adulta, así como a qué grupos genéticos pertenecieron, esto con la colaboración de expertos del Laboratorio Nacional de Genómica para la Biodiversidad (Langebio) del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav), sede Irapuato.
Con los institutos de Geología y de Geofísica de la UNAM “se hicieron estudios isotópicos de los entierros para saber de dónde migraron y qué comían, mientras que con el Instituto de Física se reiteró, con elementos traza, esta última información”.
Lo que se averiguó es que los barrios eran muy competitivos entre sí, cada uno tenía alianzas en distintos lugares de Mesoamérica, traían bienes exóticos que lucían y presumían. “Esta competencia rasga el tejido corporativo de la sociedad teotihuacana”.
Manzanilla Naim planteó que con la arqueología recuperaron fauna y flora. “Teníamos restos de su comida y con técnicas sofisticadas averiguamos mucho más, es decir, si caminaron largas distancias, si laboraron acuclillados por mucho tiempo, si trabajaron fibras con los dientes, si fueron los sastres que armaron esos trajes tan vistosos de las élites teotihuacanas. Fue casi un estudio de arqueología forense; averiguamos mucho sobre esa dinámica de un centro de barrio tan pujante que organizaba caravanas hacia Nautla, Veracruz, y de donde traían 14 variedades de peces, mantas de algodón, conchas marinas y a algunos artesanos especializados. Fue un gran despliegue de bienes foráneos, cosméticos, pintura facial, pigmentos, ónix, travertinos, piedras verdes, pizarras y mica”.
Con los resultados, la universitaria escribió un artículo que fue publicado en 2015 en las Actas de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, por el que obtuvo el premio.
Antes, en 2012, en colaboración con las coordinaciones de la Investigación Científica y de Humanidades, publicó el primer libro de Teopancazco, con el que recibió, por segunda vez, el Premio Alfonso Caso del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) a la mejor investigación en arqueología.
Como parte del trabajo que hoy desarrolla en el Palacio de Xalla (El Arenal, en náhuatl), Manzanilla Naim propone que en Teotihuacán existió un cogobierno o consejo constituido por cuatro personas, de cuatro casas provenientes de los distritos de la gran ciudad. “Por eso no vemos a los gobernantes, por eso no están representados y nadie ha encontrado una tumba real. Se trata de un consejo de gobierno”.
Ese sitio “es el complejo palaciego de las élites gobernantes y Teopancazco, un centro de barrio multiétnico de las élites intermedias de Teotihuacán, las casas de los aristócratas que administraron los barrios”, remarcó.
Xalla, área de alrededor de 50 mil metros cuadrados, una de las más grandes de la ciudad, está erigida entre las dos pirámides principales, aunque no sobre la Calzada de los Muertos. “Es un espacio más privado. Mi propuesta original es que los cuatro cogobernantes pudieran tener en la plaza uno de los sitios donde trabajaron, hicieron ritual y tomaron decisiones, y probablemente también en Xalla podrían hallarse sus tumbas. Es un espacio tan grande que tardaré años en averiguarlo, pero hasta ahora me he topado con dos pistas: la existencia de artesanos que trabajaron para esos gobernantes y un tesoro real de este palacio: placas de mica procedentes de Oaxaca, de las cuales se han encontrado 37 kilos”.
Finalmente, al referirse a la distinción, la antropóloga dijo que se trata de un reconocimiento internacional “al quehacer científico que hacemos y a la colaboración interdisciplinaria”.