Ricardo Raphael
Tienen ya tradición los videos del Instituto Cumbres que año con año nos recetan los pupilos del padre Marcial Maciel y sus Legionarios de Cristo.
Arrogancia y despotismo son los adjetivos que caracterizan a estos personajes, los infumables del orgullo crecido y la masculinidad disminuida.
Esta vez las cosas escalaron un peldaño. El último video de graduación ya no trató sobre la corte y la servidumbre que rodea a los púberes y sus pañales de seda; ahora las baterías del desprecio se dirigieron contra el sexo femenino.
La historia comienza con un grupo de mujeres jóvenes que acuden al “Casting Cumbres 2015” para ser seleccionadas como bailarinas por un jurado ridículo de alumnos encorbatados.
Mientras las chicas intentan agradar con su cuerpo y sus pasos, los mozalbetes del tribunal de la testosterona mínima bostezan, leen la sección de deportes, limpian con fastidio sus lentes carísimos y rozan con su dedo índice la pantalla del móvil; todo ello mientras prodigan gestos de insatisfacción y desagrado.
Sólo los salva de fallecer un masaje hídrico en los pies y una selección variopinta de bebidas color pastel.
Las bailarinas plebeyas hacen su mejor esfuerzo en ese table dance privado y el ritual hermana a los varones del planeta privilegiado.
Por si la escena dejase duda en su mensaje, el video intercala otras imágenes de los mismos sujetos masculinos acosados por ellas en el bar, la calle y la cama.
Los mirreyes no son agraciados, no son interesantes, no son deseables y sin embargo creen poder atraer en masa al sexo femenino. Es sueño suyo que ellas quieran devorarlos. Se imaginan marinero masturbado frente al deseo insaciable de un cardumen grande de sirenas.
Ellos huyen y ellas suplican. Ellos entregan un pie húmedo y ellas lo secan.
Estos muchachos del Cumbres aspiran a ser Justin Bieber, Ricky Martin y Luis Miguel, todos mezclados. No importa que después los acose la fama de las piernas largas y la falda corta.
Si lo precisan llamarán a otros hombres —sus guaruras— para que ayuden con el estrógeno desbordado.
Merecen padecer porque al graduarse serán superdotados. Se convertirán al fin en el mamón con mucho orgullo, personalidad para la que se han preparado con ardor durante varios años de formación legionaria.
Mientras perdona la vida con su mirada, el mirrey acaricia a un leopardo cuya cabeza sostiene entre sus piernas: ese felino grande simboliza la sexualidad del varón que necesita pedir prestado.
Una identidad obtenida gracias a los atributos que sólo el dinero puede resolver. Igual que el reloj y la corbata, el licor y los automóviles, las mujeres son objeto que puede adquirirse, siempre y cuando la tarjeta de crédito del papá no haya sido castigada.
El “Casting Cumbres 2015” sirve sobre todo para observarlos a ellos, a los alumnos de la clase protegida mexicana cuyo machismo y misoginia no tiene confines.
Pero lamentablemente estos muchachos no representan un fenómeno aislado. El video es parte de una narrativa discriminatoria más amplia del espacio público nacional, donde igual cohabita Temo Gutiérrez de la Torre, priísta recién redimido; Hilario Ramírez Layín, lascivo presidente municipal de San Blas; Kiko Vega, el gobernador de Baja California que aprecia a su mujer cuando le viste las pantuflas, o Javier Garfio Pacheco, el alcalde de Chihuahua que receta telenovelas para las trabajadoras del hogar.
No hay a cual irle, todos militan en el Mirreynato, un régimen de masculinidad disminuida que ostenta desprecio por la mujer porque todo lo demás está agotado.
ZOOM: ¿por qué alguien se atrevería a enviar a su descendencia a la escuelas de la Legión de Cristo si no comparte los antivalores fundantes de la discriminación?
www.ricardoraphael.com
@ricardomraphael
Pequeña masculinidad Mirrey
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