Por Marytere Narváez
Mérida, Yucatán.- Después de haber realizado una larga carrera académica en Guatemala, el historiador Arturo Taracena Arriola se integró en 2006 al Centro Peninsular en Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (Cephcis UNAM) con la idea de realizar un estudio sobre regionalismo yucateco del siglo XIX. Entre los resultados de este proyecto, el libro De héroes olvidados: Santiago Imán, los huites y los antecedentes bélicos de la Guerra de Castas recibió el Premio Nacional de Historia “Francisco Javier Clavijero” del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), y en entrevista con la Agencia Informativa Conacyt compartió algunos de los planteamientos que guían su labor académica reciente.
Tras dedicarse diez años a la línea de investigación de la historia regional yucateca, Arturo Taracena actualmente estudia el papel de las relaciones entre Guatemala y la República Española en el exilio. “Guatemala más o menos toma el ejemplo mexicano de acoger a los republicanos españoles. En 1947, cuando México no quiere seguir recibiendo republicanos porque está saturado, Guatemala y Venezuela tratan de seguir en esa dirección y el ejemplo mexicano está en este estudio que realizo del siglo XX, con eventos que pasaron en el caso guatemalteco hace 60 años”, expresó.
La historia del tiempo presente —que ahora está planteada como paradigmática— es el interés del investigador, quien forma parte del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) con nivel III. “Antes se decía que los historiadores no podíamos hacer historia de 50 años para acá, o de 60 o de 100, porque no teníamos la objetividad. Ahora se pone en duda eso y se dice: si hay fuentes documentales (y las fuentes documentales no solo son escritas sino también la memoria y las entrevistas como apoyo al desarrollo de las investigaciones), pues voy hacia eso”.
Hacia una nueva historiografía
De acuerdo con Taracena Arriola, salirse del confort del estudio de un solo tema para generar nuevos planteamientos y proposiciones teórico-metodológicas con sus propios retos, es parte del trabajo del historiador y del investigador en general, y fue lo que lo llevó a dejar el siglo XIX para pasar al siglo XX con una nueva temática.
Entre sus metodologías, ha hecho uso de fuentes de archivo, fuentes impresas de crónicas, folletos, leyes, correspondencia, fuentes iconográficas, grabados y cartografías. “A mí me interesó ya no hacer una historia positivista, que es tan común en nuestro oficio, tomar las leyes, los textos constitucionales y estudiar el orden jurídico que, por supuesto, siempre plantea el resultado dominante. Lo que me interesaba era tratar de entender la transgresión, el regionalismo yucateco visto no solo como un orden jurídico propio de los yucatecos, sino como una transgresión en la construcción nacional de México, en el entendido de que una construcción nacional es compleja e implica integrar una diversidad, la mayor de las veces desestructurando las diversidades en aras de la homogeneidad que requiere el proyecto nacional”.
A diferencia de la visión mecánica y predestinada de la construcción nacional que ofrece una historia positivista, el investigador se sintió interesado por el diálogo entre la nación y la región, y la dimensión local en la construcción local. No ver la historia de la república surgida en el siglo XIX como algo dado por los resultados jurídicos de una república, en este caso la mexicana, sino como el resultado de fuerzas centrífugas que explican tal resultado. Es decir, sin invisibilizar a los actores regionales y locales y sus aspiraciones en aras de magnificar el éxito del proyecto central.
“La historia se va renovando en gran medida en el sentido en que para romper con el positivismo empezó a plantear problemas, no a describir sino a plantear problemas por medio de preguntas e hipótesis. Toda hipótesis es una respuesta a una pregunta que se ha hecho. Después, la historia se fue rehaciendo con préstamos a otras disciplinas, tomando conceptos y la idea de la fuente oral de la antropología, tomando de la geografía la dimensión del espacio y no viendo el tiempo como único determinante sino también cómo el espacio determina la acción de los hombres y los hombres determinan la transformación del espacio. La historia tomó elementos de la economía, de la sociología y ahora los que la escribimos tratamos de hacer una historia más compleja y global”.
La ideología y la memoria como procesos
El estudio sobre la ideología del regionalismo también constituyó un estudio sobre la memoria. De acuerdo con Pierre Nora, historiador francés que señala que las personas construyen lugares de memoria como los monumentos, memorias de papel como los periódicos, así como memorias de piedra y memorias de metal, “eso es tratar de ver los documentos desde ese punto de vista de la memoria y, como toda memoria, puede ser fidedigna y puedo no serlo; puede tener hoyos, transformaciones. La memoria está tanto en el papel como en la palabra y las imágenes. Confrontando metodológicamente las diferentes fuentes y memorias, se intenta buscar dónde está la verdad, entendiendo que la verdad es relativa, es decir, tratando de comprender cómo se construyeron los hechos humanos”, indicó Taracena Arriola.
Ver la historia como procesos, es decir, como construcciones, permite que el historiador trate de entender cómo fue el escenario en que se construyó un proceso dado en el tiempo y el espacio. La aparición de nuevas fuentes y de nuevos datos hace que el escenario que el investigador se plantea vaya cambiando, y eso, en palabras de Arturo Taracena, es lo maravilloso de una disciplina como la historia. “Es una historia modificable, siempre perfectible, siempre habrá preguntas nuevas que cada generación planteará. A mí me parece que nosotros mismos nos cuestionamos que la nación o el Estado no son inmutables, pues que todo se mueve, se modifica, como en la naturaleza, donde todo se transforma. Ese ha sido un principio que rige mi trabajo para evitar las tautologías, los nacionalismos”.
Entre los antecedentes de esta perspectiva, el investigador comentó que fue a principios del siglo XX cuando Fernand Braudel y los que conformaban la Escuela de los Annales dijeron que la historia no podía ser descriptiva sino que debía ser problematizada, pues no se trataba de hacer historia para entender el pasado por el pasado sino para entender el pasado en aras del presente. “Es decir, con vocación de presentismo”, concluyó.