Por Marytere Narváez
Mérida, Yucatán.- Dalila Aldana Aranda, investigadora del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional (Cinvestav IPN), compartió en entrevista con la Agencia Informativa Conacyt un detallado análisis sobre las estadísticas de la participación de mujeres en el área de ciencias marinas del estado de Yucatán, donde alerta de las desigualdades estructurales que operan desde el inicio de la trayectoria escolar hasta los puestos directos más importantes.
Aldana Aranda cuenta entre su trayectoria con el Premio al Mérito Ecológico y el Premio Caballero de las Palmas Académicas del Ministerio de Educación de Francia, además de formar parte del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) con nivel III, y de múltiples comités y comisiones del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) y la Academia Mexicana de Ciencias (AMC). “Para hacer ciencia no debe perderse de vista que el primer paso inicia desde la escolaridad. Tenemos que ir a la escuela primaria para posteriormente hacer una carrera científica, seas hombre o mujer, y es ahí donde quiero iniciar este recorrido que se centra en el estado de Yucatán”, apuntó.
Dalila Aldana Aranda.
Las dificultades del primer paso
De acuerdo con datos ofrecidos por el Instituto Nacional de Geografía y Estadística (Inegi), en términos de escolaridad básica, el estado de Yucatán se sitúa en el lugar 24 de los 32 estados de la república, con un promedio de 8.2 años en comparación con 10.2 años que alcanza la Ciudad de México.
En porcentaje de analfabetismo, el estado yucateco se sitúa entre los 10 estados con mayor porcentaje, de 9.2 por ciento, por debajo de la media nacional del seis por ciento. Esto implica también que casi 10 por ciento de la población del estado es analfabeta.
Entre los seis y los 14 años asisten 93.8 por ciento de varones y 92.5 por ciento de mujeres en las zonas urbanas, mientras que en las zonas rurales asisten 92.5 por ciento de hombres y 90.1 por ciento de mujeres. En la población mayaparlante del estado, las cifras se diferencian de una manera particular, con un porcentaje de 87.8 por ciento de hombres y 83.2 por ciento de mujeres en zonas urbanas, y 92.2 por ciento de hombres y 88.9 por ciento de mujeres en las zonas rurales.
“Si hablamos del promedio de escolaridad en población mayahablante por género, encontramos que las niñas solamente irán 3.67 años a la escuela, contra un 4.64 por ciento de niños que asistirán, estamos hablando de un año más”, apuntó.
sto tiene como consecuencia que en las zonas rurales el índice de analfabetismo sea más prevalente entre la población infantil femenina, con 35.3 por ciento, en comparación de 21.9 por ciento de la población infantil masculina. “Son porcentajes muy altos. Sin embargo, cabe destacar que, en promedio, las mujeres reprueban menos durante los años en los que asisten a la escuela”.
El paso a la universidad
En el paso más próximo a la carrera científica, alrededor de 7.8 por ciento de mujeres está inscrito en alguna licenciatura, a diferencia de 10.8 por ciento de los varones. En el posgrado, las cifras disminuyen hasta cuatro por ciento en mujeres y nueve por ciento en hombres. “En una carrera muy rápida, estamos viendo la trayectoria de la escuela básica al posgrado, y observamos que la carrera todavía no está pareja desde el arranque, y más aún si eres indígena. Este es un punto que debe atenderse desde el inicio, y no únicamente al final, cuando la gente ya está en el posgrado”.
“Vemos que a grosso modo, en tres cuartas partes de las disciplinas profesionales sigue habiendo una mayor presencia de varones que las estudian y muy pocas mujeres están aquí. En posgrado, tomando en cuenta esas mismas divisiones, la escala se vuelve mucho más marcada entre varones y mujeres”, apuntó Aldana Aranda.
Para la investigadora, el campo de la ciencia resulta desigual cuando la sociedad es selectiva en cuanto a las plataformas que ofrece para que una mujer siga estudiando. Muchas veces, la infraestructura de las instituciones no es la necesaria para que las estudiantes de posgrado puedan continuar con sus estudios, a los que llegan entre los 25 y 30 años edad, tiempo durante el que pueden tener hijos con sus parejas o ser madres solteras.
En una encuesta realizada por la investigadora, de 10 estudiantes de posgrado becarias del Conacyt en el área de ciencias marinas de la Unidad Mérida del Cinvestav, el 100 por ciento debe destinar un porcentaje de su percepción de beca para el cuidado de sus hijos e hijas, pues hasta ahora no existe una política científica que apoye en los gastos de guardería.
En datos del aporte económico por género al producto interno bruto (PIB), la población femenil que cuenta sin instrucción primaria contribuye en 11 por ciento contra 15 por ciento de los varones; con el nivel básico de educación, las mujeres aportan 30 por ciento y los varones, 48 por ciento; en nivel preparatoria o superior, las mujeres contribuyen con 18 por ciento y los varones, con cuatro por ciento; pero a medida que las mujeres tienen más escolaridad, hay una menor contribución económica que los hombres que comparten el mismo grado, lo que refleja que las mujeres todavía son menos pagadas que los hombres en función de la profesión que estudiaron.
Otro aspecto destacable es que, en términos generales, para las mujeres del sector profesional las labores del trabajo doméstico representan alrededor de 27 horas a la semana, más de la mitad de una jornada de 40 horas semanales, a diferencia de las 11 horas que los hombres dedican a las labores de la casa.
La ciencia en Yucatán
Para conocer los índices de participación por género en el ámbito de las ciencias marinas del estado de Yucatán, Dalila Aldana tomó datos del Centro Interdisciplinario de Ciencias Marinas del Instituto Politécnico Nacional (Cicimar IPN), la Unidad Mérida del Cinvestav, el área de biología marina de la Universidad Autónoma de Yucatán, la Unidad Académica Sisal de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y El Colegio de la Frontera Sur (Ecosur), entre otros.
En cuanto a la presencia de mujeres en los puestos directivos, un dato relevante es que en los 94 años de existencia de la Universidad Autónoma de Yucatán nunca ha llegado una mujer a su rectoría, mientras que a nivel de dirección de facultades, actualmente solo hay dos directoras. En los 35 años del Centro de Investigación Científica de Yucatán (Cicy), tampoco ha llegado una mujer al puesto directivo más alto, y esto se repite en el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS Sureste), la Unidad Mérida del Cinvestav y en Cicimar. Solamente en el Instituto Tecnológico de Mérida, después de 50 años de creación, una mujer está liderando la rectoría. “Estamos observando que en el sureste, las mujeres todavía no llegan a los puestos directivos en ciencias, más que en excepciones”, apuntó la investigadora.
En la agenda de Desarrollo Sostenible 2013 de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), se reconoce que el desarrollo de la ciencia y la igualdad de género son indispensables para lograr los objetivos planteados que abarcan las tres dimensiones de la sostenibilidad: economía, sociedad y medio ambiente. “Esto es dentro de poco menos de 15 años, lo que quiere decir que son las jóvenes que ahora están terminando su preparatoria a las que nosotros tenemos que construirles una pista en la que puedan estar en igualdad de condiciones”, concluyó.