Por Judith Ureña
Ciudad de México.- El doctor Gerardo Gamba Ayala es médico egresado de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), con especialidades en medicina interna y nefrología, ambas en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán (INCMNSZ), en el que actualmente se desempeña como director del área de investigación.
Al terminar sus residencias llevó a cabo un doctorado en ciencias, resultado de su enorme interés en la investigación. Si bien reconoce que ya había tenido acercamiento con la investigación clínica, lo que derivó en “algunas publicaciones interesantes, me quedaba claro que si quería dedicarme a la investigación en forma más seria, tenía que hacer un posgrado”, subraya el experto.
En su tesis fueron identificados los genes que codifican los transportadores de sal en el riñón, en donde se vio reflejada su especialidad y su interés por la nefrología, debido a que sus objetivos eran entender cómo el riñón participa en la regulación de la presión arterial y cómo es que, cuando esto se descompone, puede resultar en una enfermedad tan importante como la hipertensión arterial, factor de riesgo número uno de muerte en el mundo, puntualizó el doctor Gamba.
El especialista es miembro, desde 1991, del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), nivel
III (desde 2004) y hasta el año pasado contaba con más de 188 publicaciones, la mayoría de ellas en inglés. También tiene experiencia como profesor titular de la materia de fisiología humana, y de 1998 a 2004 fue el editor en jefe de la Revista de Investigación Clínica.
Si bien es cierto que el doctor Gamba tomó la dirección de investigación del Instituto en el año 2012, en ningún momento dejó su trabajo de investigador en su laboratorio, labor que acumula hasta el día de hoy 22 años, en los que ha logrado integrar un número importante de estudiantes.
Reconoce que mientras realizaba sus estudios en el Instituto no imaginó llegar a una de las direcciones; sin embargo, tras algunos años haciendo investigación en el país, se dio cuenta que no hay mucha gente que se dedique a esto en México y, cuando uno se convierte en “un investigador exitoso, pasa que eventualmente te empiezan a pedir que intervengas en cuestiones de dirección, porque al tener buena experiencia, puedes ayudar a otras personas a que desarrollen sus carreras de investigación, porque uno ya sabe y ya resolvió con éxito problemas para llegar hasta ahí”.
El significado de ser SNI
En cuanto a su responsabilidad como SNI, el doctor Gamba reconoce que es un sistema muy importante para la investigación y existen diversas perspectivas desde las que puede observarse. Por ejemplo, es parte importante del ingreso que reciben los investigadores para poderse dedicar a esta actividad, puesto que es una profesión que requiere de una dedicación completa, ya que “no se puede ser investigador de ratitos, sino todo el tiempo”, subraya Gamba.
El médico comenta que lo anterior ocurre en todas las disciplinas; sin embargo, hay algunas en las que, por hacer el trabajo de tiempo completo hay personas que ganan muy bien, mientras que en la investigación no ocurre lo mismo, aunque —admite— se ha profesionalizado la disciplina, con lo cual han mejorado los ingresos.
“Está mejor que hace muchos años, puesto que en muchas instituciones ya está muy clara la forma en la que se puede acceder a los puestos de investigación y se puede contar con un salario (con prestaciones), medianamente razonables; todavía no suficientes, pero razonables”, afirma.
Es así como el SNI constituye una fuente importante para los investigadores, pero no es solo esto, también es una forma de reconocerlos de acuerdo con su nivel.
Las epidemias del siglo XXI
Recientemente el doctor Gamba estuvo al frente del simposio “Obesidad, hipertensión y diabetes: un enfoque multidisciplinario”, organizado junto con miembros de El Colegio Nacional. Al respecto, el especialista recordó que se trata de un problema muy serio de salud pública que está causando y va a causar estragos todavía más importantes en el futuro y que la única manera de hacer algo es a través de la ciencia.
Se trata de hacer ciencia pero desde todos los niveles: ciencia muy básica (para tratar de encontrar mecanismos moleculares básicos que ayuden a entender cómo se regula el metabolismo energético o cómo se regula la presión sanguínea), hasta ciencia en el sentido de atender las repercusiones que estas enfermedades están generando, o para atender asuntos globales como los psicológicos, por ejemplo.
Por tanto, subraya el especialista, son asuntos que requieren una atención multidisciplinaria, así como recursos para poder atacar un problema que se torna cada vez más complejo y complicado.
De acuerdo con el director de Investigación del INCMNSZ, asuntos como estos pudieron prevenirse, pero “como ocurre en muchas otras ocasiones, los que toman decisiones importantes en materia de políticas públicas para investigación no le pusieron atención durante mucho tiempo. La comunidad médica lo señaló incansablemente, que se venía un problema de este tipo; como se ha dicho también con otra gran epidemia: la insuficiencia renal crónica”.
Se trata de epidemias que han crecido en los últimos 30 años y quienes tenían que darse cuenta lo hicieron cuando el problema ya es mayúsculo. “Ya tenemos 70 por ciento de personas adultas con sobrepeso y obesidad y es muy difícil revertirlo porque ni siquiera entendemos cuáles son los mecanismos que nos llevan a desarrollar sobrepeso y cuáles son aquellos que pueden perderse o no, para recobrar el peso ideal”, enfatiza.
Si bien es cierto que el experto reconoce que no es un problema fácil de resolver, también advierte que mucho tiene que ver con estilos de vida: hoy en día la gente vive rápido, ambos padres trabajan, hay menos tiempo para preparar alimentos en una forma más sana y, entonces, se comen más cosas prefabricadas, que tienen componentes que inducen a la obesidad, pero es más fácil comprarlos.
“Lo mismo ocurre con lo que los niños se llevan a la escuela para el lunch, anteriormente se llevaban comida preparada por sus mamás, hoy día, la mayoría compran algo en las tienditas de la escuela que, generalmente, son con mucho contenido de fructosa, obtenida de jarabe de maíz, terrible para la obesidad, esto aunado a los refrescos. A esto hay que agregar la parte neuropsicológica, en donde el consumo de fructosa da como resultado la obtención de una especie de recompensa”, remata el científico.