Verenise Sánchez
Ciudad de México.- Un grupo multidisciplinario de investigadores de la Universidad Pompeu Fabra y del Parque de Investigación Biomédica de Barcelona, en el cual participa la estudiante mexicana Adriana Castro Zavala, realiza una investigación para saber si están relacionadas las infancias complicadas o traumáticas con el consumo de drogas.
Esto es importante ya que el uso de drogas ilícitas se ha convertido en uno de los principales problemas de salud a nivel mundial, pues se estima que al menos 246 millones de personas (una de cada 20) consumieron una droga ilícita en 2013, según el Informe Mundial sobre las Drogas 2015 de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, por sus siglas en inglés).
Castro Zavala explicó que como parte de sus estudios de doctorado que realiza en dicha universidad española con una beca del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), lleva a cabo la investigación Efectos de la separación maternal en la recaída a cocaína y las consecuencias en la neuroplasticidad.
Bajo la asesoría de la prestigiosa investigadora Olga Valverde Granados, el estudio que realiza la estudiante mexicana tiene como objetivo primordial “evaluar si las experiencias traumáticas a temprana edad pueden estar involucradas en una mayor predisposición al uso, transición a la adicción y recaída a ciertas drogas, en este caso a la cocaína”, explicó.
En entrevista para la Agencia Informativa Conacyt, añadió que para ello quieren ver cómo se expresa un grupo de moléculas (BDNF, GluR1, CREB, CaMKII, miR-132 y p250GAP) relacionadas con el aprendizaje durante el proceso de adicción; desde el uso controlado, la adicción como tal, la abstinencia y la recaída.
Agencia informativa Conacyt (AIC): ¿En qué consiste su investigación?
Adriana Castro Zavala (ACZ): Consiste en comparar los efectos adictivos y neuroplásticos que tiene la cocaína en ratones que tuvieron experiencias traumáticas tempranas y en ratones que tuvieron una infancia normal.
Para esto nosotros utilizamos dos modelos animales, uno que se llama separación maternal y otro que se llama autoadministración. La separación maternal consiste en separar las crías de sus madres por algunas horas durante los primeros días de nacimiento, con la finalidad de reproducir en los ratones los efectos que tiene la infancia difícil de los humanos.
Posteriormente, durante la edad adulta de los ratones (60 días de nacidos), se utiliza un método llamado autoadministración. Este método nos ayuda a imitar todas las fases de la adicción y se divide en tres etapas: adquisición, extinción y recaída.
Durante la adquisición, los ratones se colocan en unas cajas especiales que contienen dos orificios, uno que le brindará una infusión de cocaína (activo) y otro orificio que no tienen ninguna acción (inactivo); esto se hace por 10 días durante dos horas, y a lo largo de la sesión se registran las veces que el ratón se coloca en el orificio activo y en el inactivo.
Conforme avanzan los 10 días, el número de respuestas activas (o infusiones de cocaína) aumenta y el número de las inactivas disminuye, demostrando que los animales han aprendido en cuál orificio obtienen la droga.
Durante el periodo de extinción (que en los humanos sería la etapa de abstinencia), los animales se vuelven a colocar en las cajas, solo que ahora no recibirán cocaína en ninguno de los orificios, por lo que después de más o menos ocho días, dejan de intentar obtener la droga, es aquí cuando se dice que la conducta adictiva se ha extinto.
A los animales que han dejado de mostrar esta conducta, se les induce una recaída administrando una dosis de cocaína y volviéndolos a colocar en la caja de autoadministración.
Un animal que ha recaído mostrará nuevamente un número alto de intentos por obtener la cocaína. Esto nos permite ver cuáles animales se vuelven adictos y recaen con mayor facilidad, los que tuvieron separación maternal (infancia difícil o experiencias traumáticas tempranas) o los que tuvieron una infancia normal.
Para determinar la forma en la que cambian de expresión las moléculas relacionadas con el aprendizaje, se extraen muestras de ciertas regiones cerebrales y a través de diversas técnicas medimos cuánto se están expresando estas moléculas entre las diferentes fases de la adicción y entre los animales con infancia difícil o infancia normal.
AIC: ¿En qué fase está?
ACZ: Aún nos encontramos en la fase experimental.
AIC: ¿Qué resultados han obtenido hasta el momento?
ACZ: En estudios anteriores, nuestro grupo de investigación ha observado que los animales con separación maternal muestran una disminución en la función del sistema de recompensa, así como cambios en la expresión de ciertas proteínas asociadas al sistema dopaminérgico, sugiriendo fuertemente que las experiencias traumáticas a temprana edad, o tener una infancia difícil, son un factor de vulnerabilidad para el uso y abuso de drogas.
AIC: ¿Qué efecto tiene la cocaína en el cerebro?
ACZ: Una forma de comunicarse de las neuronas es mediante señales químicas. Estas señales químicas se conocen como neurotransmisores y entre ellos se encuentra la dopamina.
La dopamina también es conocida como la “molécula de la felicidad”, ya que se libera cuando el cerebro ha experimentado una sensación de motivación, placer o recompensa. Una vez que la dopamina ha realizado su trabajo, existe un transportador de dopamina que se encarga de recapturar el neurotransmisor y eliminar su acción.
Lo que hace la cocaína es unirse a los transportadores y bloquear la recaptura de la dopamina, prolongando la acción del neurotransmisor en el cerebro, generando una sensación de euforia al ser consumida. Sin embargo, conforme pasa el tiempo, los efectos de la cocaína pasan de causar euforia a causar sensaciones negativas como tristeza, irritabilidad o ansiedad, por lo que la persona que la consume debe incrementar la dosis para volver a sentir la sensación inicial.
Estos sentimientos negativos generan una dependencia a la droga, pues se sigue consumiendo para evitar que aparezcan. Esta dependencia se debe a que el uso frecuente de la cocaína genera cambios estructurales en las neuronas, aumentando o disminuyendo la conexión entre ellas, a esto se le llama neuroplasticidad.
Estos cambios en las redes neuronales también se ven cuando aprendemos una tarea nueva, como por ejemplo memorizar un número de teléfono, andar en bicicleta o aprender un nuevo idioma, por lo que la cocaína también genera un tipo de aprendizaje o memoria, dificultando la capacidad de abandonar la adicción.
AIC: ¿Solo la cocaína o cualquier droga genera una especie de aprendizaje?
ACZ: No, no solo la cocaína genera cambios neuroplásticos o lo que se conoce como aprendizaje o memoria aberrante, también lo ocasionan el alcohol u otras drogas de abuso, solo que varía en la rapidez o eficacia en la que lo generan.
Nosotros nos hemos enfocado en la cocaína, ya que es la segunda droga ilícita que más se utiliza a nivel mundial, además de que es el principal problema de adicción en España, que es el país en el cual estoy desarrollando el proyecto.
AIC: ¿Qué impacto tendrá esta investigación en la medicina o tratamiento de adicciones?
ACZ: Una vez que logremos entender la forma en que estas moléculas cambian su expresión durante las diferentes fases de la adicción, podremos ser capaces de predecir si un paciente que se encuentra en proceso de dejar de ser adicto, tiene mayor probabilidad de recaer en la adicción e incluso pronosticar cuándo podría darse esa recaída, y así se podrá focalizar los esfuerzos y la atención al paciente que se encuentra en mayor riesgo.
Por otra parte, se podría desarrollar una terapia molecular, genética, e incluso epigenética, que permita modificar la expresión de estas moléculas a manera de tratamiento para evitar la recaída al consumo de la droga, ya que la recaída es uno de los mayores desafíos que deben afrontar las personas que han decidido dejar de ser adictas, pues abandonar una adicción es algo tan difícil y complejo como si decidiéramos olvidar por completo a hablar o escribir nuestro idioma nativo, debido a que en nuestro cerebro se han formado redes neuronales especializadas en esa tarea contra las que se debe luchar.
AIC: ¿Qué papel ha jugado el Conacyt en su formación académica y en el desarrollo de este proyecto?
ACZ: Ha sido una pieza fundamental en mi desarrollo profesional. Durante la maestría fui becaria nacional dentro del Posgrado en Ciencias Biomédicas de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP). Durante el último año de la maestría, el Conacyt me otorgó una beca mixta para realizar una estancia de tres meses en la Universidad Autónoma de Barcelona.
Esto me permitió ampliar mi visión y abrirme las puertas de la universidad en la cual me encuentro realizando el doctorado, pues durante ese periodo fue cuando me acerqué a la que ahora es mi asesora para plantearle mi interés de integrarme al grupo de investigación.
Posteriormente, el Conacyt me otorgó una beca para poder estudiar el doctorado en España. Definitivamente sin el Conacyt no hubiese podido cumplir este sueño de colaborar en un grupo internacional, aprender y desarrollarme en el extranjero.
Estudian relación de infancias difíciles con el consumo de cocaína
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