¡Así como lo está leyendo! El microbiólogo Alejandro Cabrera, oriundo de la comunidad El Espinal, en Oaxaca, podría convertirse en Nobel de Medicina por su contribución al encontrar la forma de prevenir los infartos cardiacos y cerebrales, y mejorar la vida de quienes los lleguen a sufrir. Su historia es una historia de superación personal; con decirles que cuando logró su primera beca para irse a Rusia a estudiar llevaba en la bolsa sólo 120 dólares, pero como perdió el vuelo de ida a París, de Aeroméxico, pues las entradas a la ciudad estaban bloqueadas, el cambio le costó 75 dólares, al final se fue sólo con 45.
Entendiendo que no somos expertos en el tema lo trataré de explicar de la forma más sencilla. El primer dogma que logró romper es que el ARN del núcleo de las células no sólo contiene la información genética, sino también puede transmitir patologías y que, palabras más palabras menos, es el responsable de los infartos. Pero esto no es todo, también parece que ya descubrió el tratamiento para evitarlos. En la Facultad de Medicina de la Universidad de Justus-Liebig de Giessen, en Alemania, ya están aplicando su método, el cual consiste en hacer un patrón con el baumanómetro, sí, el saco que nos ponen en el brazo y que inflan para tomarnos la presión. Resulta que si al sentir el famoso dolor del brazo previo al infarto, nos inflan y desinflan el baumanómetro por X número de minutos cuatro veces seguidas, nuestro organismo se alertará y comenzará a destruir las moléculas patológicas que producirían el infarto.
La prueba, patrocinada por la Von Behring-Röntgen-Foundation (Marburg, Alemania), termina a finales del 2019. Hasta hoy han logrado reducir el tamaño del infarto hasta en un 27 por ciento. Ojo, por si no se han dado cuenta, este hallazgo además tiene el gran beneficio de ser gratuito, pues sólo se necesita un baumanómetro y explicarle a los médicos cómo hacer el patrón de repeticiones. Quihúboles, enhorabuena.