Pablo Hiriart / Uso de Razón
Con el respeto que se merece, Andrés Manuel López Obrador tiene la obligación de ser sincero y presentarse a un examen médico, pues tal vez sea presidente de México y no está en condiciones de salud para desempeñar el cargo.
Su daño al corazón y a la columna vertebral son severos, al grado de que es tratado, en su domicilio, por un staff médico que encabeza un neurocirujano, el doctor Félix Dolorit, uno de los más reconocidos y cotizados del mundo, estrella del Hospital Comunitario en Larkin, ubicado en la zona más exclusiva del sur de Florida, en el South Beach de Miami.
Es una buena noticia que AMLO esté en buenas manos, pues su salud y su persona merecen respeto y cuidado. Incluso él le recomendó al presidente Peña Nieto, de mala fe, que renunciara al cargo cuando le extirparon un tumor (que no resultó maligno) en la tiroides, en 2014.
Como ven, López Obrador no se atiende en el IMSS, como dice que deben hacer todos los políticos, funcionarios, el presidente y los ex presidentes de la República.
Raymundo Riva Palacio dio a conocer el miércoles, en su columna Estrictamente Personal, que Dolorit viaja cada 15 días a México a tratar a López Obrador de su padecimiento. Unos 150 viajes hasta ahora, afirma el columnista.
Hoy en El Financiero me permito presentar la fotografía de López Obrador, acompañado del neurólogo Dolorit (a su lado, de bigotes) y el equipo de médicos cubanos que lo atiende, delante de un formidable cuadro de Diego Rivera.
Qué bueno que AMLO tenga recursos para que Félix Dolorit lo venga a inyectar y a observar a México cada dos semanas, pues se trata –quizá– del mejor neurocirujano del mundo, especializado en el tratamiento de enfermedades de la columna asociadas al cerebro.
Entre otras cosas, López Obrador tiene un grave padecimiento en la columna vertebral. Por ello viene Dolorit desde Miami, cada 15 días, a medicarlo e inyectarlo contra el dolor, en su casa de la delegación Tlalpan.
Ya estaba prevista la intervención quirúrgica a López Obrador, pero el dirigente de Morena decidió esperar a que pasaran las elecciones en el Estado de México. Después la volvió a posponer, en espera de que termine el actual proceso electoral.
La operación indicada por el neurocirujano Dolorit a AMLO consiste en un costoso e innovador procedimiento de cirugía de columna, a través de un separador de vértebras que evita el dolor crónico e incluye un dispositivo de silicón y titanio llamado Wellex, desarrollado y producido en Suiza.
El tratamiento que aplica el doctor Dolorit –y que lo ha convertido en uno de los especialistas más prestigiados y cotizados del mundo–, consiste en aplicar agujas de electromiografía, agujas para biopsias y un kit de drogas de última generación.
De hecho, Dolorit es CEO de International Medical Distributors Inc., que vende implantes para cirugía de la columna vertebral en diversas partes del mundo.
Fue presidente de la Asociación de Neurología de Cuba, antes de emigrar a Florida, Estados Unidos.
A raíz de su relación con AMLO, abrió en México una distribuidora que tiene su oficina de contacto en la colonia Roma, a nombre de Importadora Médica DOLPER S.A. de C.V.
Los médicos que trabajan con él en nuestro país tienen el Centro de Especialidades Médico Cubanas.
El especialista neurológico de Miami y el team de médicos fueron contratados por AMLO luego de que sufrió un infarto en 2013. No es para menos. Sus lesiones son severas. Tanto, que el país tiene derecho a conocerlas.
Como tiene derecho a conocer también qué tan ciertas son las secuelas de males al corazón de López Obrador.
En estos días se ha comentado –aunque él lo negó–, que el candidato presidencial habría tenido desvanecimientos que, según el cardiólogo que dio la información, se llama “lipotimia por falla cardiaca”.
Lipotimia es pérdida de conocimiento por deficiente riego sanguíneo.
Este último tema es una incógnita, y debería despejarse con toda claridad. Lo que es irrefutable es su daño a la columna atendido por uno de los principales neurólogos del mundo.
Independientemente de las diferencias ideológicas, hay que preguntarse si puede gobernar al país una persona con ese estado de salud.
¿A qué nos arriesgamos nosotros?
¿A qué se arriesga él?
Una sana decisión sería dedicar sus recursos económicos a seguirse atendiendo con el staff médico que encabeza el neurocirujano Dolorit, y no aspirar al estrés de una presidencia que no podrá ejercer, o lo hará drogado.
Y que, de ganar, se vería obligado a atenderse en el Seguro Social.