Raúl Ross y Dante Gómez*
El Medio Oeste de Estados Unidos, donde se encuentra Chicago, ha sido uno de los destinos principales de los migrantes mexicanos desde finales del Siglo 19, cuando fueron traídos para trabajar en el tendido de vías del ferrocarril, en las fundidoras de acero y en las empacadoras de carne. Actualmente en Chicago vive una de las comunidades más antiguas, numerosas, emprendedoras y mejor organizadas de los migrantes mexicanos.
De acuerdo con el censo de EU de 2010, la población de Chicago era de 2 millones 695 mil 598 y el estimado para 2013 era de 2 millones 718 mil 789. Basándose en las cifras de 2010, esta población se dividía en: 32.9% afroamericana, 31% anglosajona, 28.9% latina y 5.5% asiática. (Los mexicanos son uno de cada cinco chicaguenses o tres de cada cuatro latinos).
Cabe mencionar que en EU es común encontrar ciudades en las que predomina algún grupo sobre los demás o, en menor proporción, ciudades donde este predominio se disputa entre dos grupos principales; pero, no es fácil encontrar una ciudad en la que los tres principales grupos poblacionales nacionales estén representados en una proporción tan aproximada como ocurre en Chicago.
Es importante aclarar que el considerable peso demográfico alcanzado por los latinos en Chicago no se traduce en igual peso electoral, debido principalmente a que muchos de ellos no son ciudadanos estadunidenses. Así, este 29% de la población termina alcanzando una representación de tan solo 15% del electorado.
De lo anterior queda claro que la fuerza que ha venido adquiriendo la candidatura del mexicano Jesús Chuy García, a la alcaldía de Chicago, no se debe única ni principalmente al voto latino que, desde luego, le favorece. En la elección del 24 de febrero pasado Chuy sacó el 33.8% de los votos frente el 45.4% de Rahm Emanuel, el alcalde actual. Para la elección del próximo 7 de abril una encuesta, publicada este 8 de marzo, coloca a Chuy con el 38% de la intención de voto y a Emanuel con el 43.5%, con un 18% de electores indecisos y un margen de error de más del 3%.
Chicago no es una ciudad en la que se pueda emerger fácilmente abrazando causas sociales y actuando con posturas independientes de la maquinaria del Partido Demócrata, que es el caso de Chuy. La eficacia de la maquinaria de Chicago es de fama histórica y nacional: borró del mapa al Partido Republicano, que desde 1931 no ha ganado una sola elección local. En 1955 colocó en la alcaldía Richard J. Daley, quien se reeligió hasta su muerte, a los 74 años de edad, en 1976, consolidando bajo su jefatura personal un aparato electoral invencible que repartía entre sus seguidores, familiares y amigos los cargos políticos y administrativos y empleos del gobierno de la ciudad como si se tratara de botín de piratas. Este reparto era a cambio de que el beneficiado siguiera apoyando a la maquinaria que, con cada nueva elección, se volvía más poderosa.
Bajo esta misma lógica se ofrecían los servicios públicos, se destinaban las inversiones y se asignaban los contratos de obras y servicios. Este esquema resultaba discriminatorio para los altamente segregados barrios afroamericanos y latinos, que no solo quedaban desprovistos de oportunidades de desarrollo y de progreso sino, además, estaban sub representados en los órganos de gobierno de la ciudad para exigir igualdad de oportunidades.
Esta situación era cuestionada por algunos políticos progresistas independientes de la maquinaria, pero entonces no poseían la fuerza suficiente para hacerse escuchar. El jefe de la maquinaria murió en 1976; pero, aunque esto la debilitó un tanto, no le impidió asegurar la elección de los siguientes dos alcaldes. Por otro lado, el censo de 1980 colocó a la población anglosajona en un 43%, perdiendo la mayoría absoluta de que siempre había gozado en la ciudad, mientras que la afroamericana casi se le empareja con el 40% y la latina alcanza el 14%.
En 1982, el movimiento progresista, independiente y anti maquinaria adquiriría la fuerza que antes no había logrado, bajo el liderato del entonces congresista Harold Washington, quien impulsó una novedosa coalición entre las comunidades afroamericana y latina. En 1983, con la participación de más de 100 mil nuevos electores, Washington se convirtió en el primer alcalde afroamericano de Chicago.
Esta alianza no habría prosperado en la comunidad latina de no haber sido por el trabajo que Chuy realizó junto con el legendario Rudy Lozano, el líder de origen mexicano más reconocido en la historia reciente de Chicago, asesinado el mismo año de la victoria de Washington.
Aunque Washington ganó la alcaldía en el 83, la maquinaria mantuvo su mayoría en el cabildo, desde donde se dedicó a boicotear los nombramientos y las iniciativas del alcalde. Al mismo tiempo, en las cortes se disputaba el mapa de distritos electorales de Chicago, cuya delimitación sobre representaba a los blancos en comparación con su proporción de la población y discriminaba tanto a latinos como a afroamericanos, a quienes se dispersaba de manera que no conformaran mayoría de electores en algunas áreas donde eran la mayoría de la población. El desenlace de esta disputa fue un nuevo mapa electoral que modificó las fronteras de varios distritos en las que debieron realizarse elecciones especiales de concejales, en 1986, cuyos resultados empataron las fuerzas en el cabildo de manera que, con el voto de calidad que posee el alcalde, la ciudad finalmente se volvió gobernable.
Chuy, que había sido funcionario de la administración de Washington de 1984 a 1986, se había presentado como candidato a concejal en las elecciones especiales, ganando para las fuerzas independientes el distrito con mayor densidad de mexicanos.
Washington muere en noviembre de 1987, nueve meses después de haber ganado su reelección. En poco tiempo la coalición se dispersó y algunos de sus integrantes regresan a hacer tratos con la maquinaria, que pronto recupera la alcaldía. En 1989, Richard M. Daley, hijo del otro Daley, gana la alcaldía, en la que permaneció hasta su retiro voluntario en 2011.
Chuy se mantuvo independiente y como concejal hasta 1992, cuando gana la campaña que lo convertiría en el primer legislador estatal de origen latino latino en Illinois. Sin poder hacer un grupo parlamentario latino por ser el único de ese origen en el Senado, se sumó al grupo parlamentario afroamericano del que, curiosamente, llegó a ser su coordinador.
Pero a Chuy le costó su independencia y su creciente presencia política en la ciudad: en la elección de 1998, Daley y los políticos mexicanos leales a la maquinaria le cobraron la factura haciéndole perder su cargo de senador. Chuy se dedicó a dirigir una organización de desarrollo comunitario hasta 2010, cuando regresa a la arena política a competir por un puesto de comisionado del condado de Cook. Lo ganó, se reeligió en 2014 y es el puesto que actualmente ocupa.
La fuerza que ahora ha alcanzado la candidatura de Chuy se explica por su trayectoria independiente, su cercanía a la comunidad afroamericana y su demostrado compromiso social, y el hecho de que la mayoría de los votantes no haya favorecido a Emanuel podría ser síntoma de su hartazgo de la maquinaria, que podría beneficiar a Chuy. Pero la moneda sigue en el aire y no será hasta el próximo 7 de abril cuando se sabrá si Chicago está listo para celebrar a su primer alcalde mexicano.
(*) Raúl Ross Pineda, mxsinfronteras@gmail.com, es un activista radicado en Chicago, miembro de la Coalición por los Derechos Políticos de los Mexicanos en el Extranjero y autor de varios libros sobre el voto de los mexicanos en el extranjero. Dante Gómez Martínez, dantegomezmtz@gmail.com, es Presidente de Casa Jalisco en Estados Unidos y fue Cónsul de México para Asuntos Comunitarios en Chicago y en Nueva York.