*El sábado pasado se inauguró en el Museo Textil de Oaxaca (MTO) la exposición ‘El delirio del color. Oaxaca en los años 1960’, en la que observamos cómo esta década fue un parteaguas tanto en el uso de colores como en el diseño en textiles oaxaqueños
Oaxaca, 31 DE MARZO.- A veces, por desconocimiento, se puede llegar a pensar que los textiles y bordados hechos por manos indígenas —de cada comunidad, de cada grupo, cada uno independiente— no evolucionaron, que siempre fueron así, y que todos son iguales. Nada más lejos de la realidad.
Como bien dice Alejandro de Ávila, director del Jardín Etnobotánico y curador de El delirio del color. Oaxaca en los años 1960 en el MTO, “no podemos generalizar, no podemos decir ‘los textiles indígenas o los textiles oaxaqueños’. Creo que debemos tener la conciencia de que México es un país pluricultural y Oaxaca es una región pluriétnica. Pero podemos decir que, dentro de esa diversidad de tradiciones, cada una adopta ciertos elementos de la cultura popular urbana, a partir no de los sesenta, sino del periodo virreinal, se van reelaborando tradiciones en diferente sentido”.
El uso de los tintes naturales empleados se había “perdido ya en su mayor parte desde fines del siglo XIX. Por varias décadas en los tejidos de Oaxaca, pero también en otras zonas de México y América Latina. Lo que vemos es el predominio de un rojo que es sintético y el añil, que es natural, en algodón. Son los colores básicos que ves a principios del siglo XX en muchos tejidos de México”.
El delirio del color y el entusiasmo por nuevas tonalidades y diseños se pudo apreciar, sobre todo, a partir de la década de los sesenta, cuando a las comunidades más remotas llegan los hilos mercerizados, los hilos vela.
Así, cuenta Alejandro de Ávila, “en los años sesenta vemos, a la par, un cambio en el mercado, que es llevar estos materiales a pueblos que no habían tenido la posibilidad de conseguirlos. Y, por otro lado, les llega a estas comunidades la gráfica de los años sesenta: esta forma de diseñar, con mucho color, con mucha contundencia de contrastes. Creo que los dos factores —la disponibilidad de los hilos y la influencia del movimiento cultural de los sesenta, la contracultura— tienen un impacto en las comunidades indígenas. Y la selección de textiles que estamos mostrando en esta exposición quiere responder a ese momento”.
En El delirio del color. Oaxaca en los años 1960 están representadas dos colecciones: la del galerista y coleccionista oaxaqueño Ernesto Cervantes y la de Octavia Schoendube, dueña de la Galería de Oaxaca en el Bazar Sábado, un mercado de arte popular en la plaza de San Jacinto, en la Ciudad de México.
Como explica De Ávila, estas piezas no son las únicas de ese periodo, “pero pensamos que son representativas de este momento de enriquecimiento mutuo de las tradiciones populares y del arte urbano. Y son representativas también porque no queríamos llenar nada más de ejemplos mazatecos o chinantecos, sino mostrar cómo cada región y cada tradición de textil toma lo suyo, lo que le gusta, lo que le interesa”.
De esta forma, los textiles de esta exposición son representativos de lo que es Oaxaca, un estado pluriétnico, donde la variedad es infinita. Como describe el curador de la exposición, “en algunos casos, en la Mixteca Alta, en comunidades mixtecas y triquis, lo que les gusta es el color, pero no hacen caso de nuevos diseños. En otros ejemplos, verbigracia de Valle Nacional, distrito de Tuxtepec, les encantan los nuevos colores pero les gustan también los nuevos diseños y ves cómo hay una mezcla de diseños que ya se estaban bordando en los huipiles desde décadas atrás, pero a los cuales se les incorporan diseños tomados de impresos de revistas de la época”.
Darse una vuelta por El delirio del color. Oaxaca en los años 1960 es una buena excusa para conocer esta evolución, de color y diseño; de apreciar los cambios, que en cierta forma perduran en los huipiles.