- La escalada de precios afecta más a familias de escasos recursos: Moritz Cruz Blanco
- Esteban Pérez Caldentey sugirió a los países en desarrollo usar sus reservas nacionales para realizar intervenciones cambiarias a través de sus bancos centrales
La dinámica inflacionaria a nivel mundial seguirá fuera de control si no se detiene el aumento en el precio internacional de los alimentos y se pone un alto a la ambición de los empresarios que insisten en mantener a toda costa sus márgenes de ganancia, advirtió el investigador del Instituto de Investigaciones Económicas (IIEc) de la UNAM, Moritz Cruz Blanco.
Al participar en la mesa redonda “Control de Precios Temporal y Tasas de Interés” se pronunció a favor de una política de control de precios a corto plazo, como una medida para coadyuvar a disminuir la escalada que afecta, principalmente, a las familias de menores ingresos.
Recordó que la dinámica de la economía mexicana depende, en gran medida, de las importaciones, especialmente en los sectores de manufacturas y alimentos; elevarse de manera significativa sus costos, repercute directamente en el aumento de la inflación.
Tan solo en 2020 el precio de las importaciones subió aproximadamente 15 por ciento. Después de un estudio realizado en el IIEc, a través de una técnica de insumo-producto, se concluyó que dicho aumento tuvo incidencia de 3.4 por ciento en la inflación general, rememoró.
Moritz Cruz abundó que los elevados niveles de inflación actuales también responden a un fenómeno inédito marcado por la ambición de las empresas que buscan recuperar sus ganancias, luego de la contracción económica que se registró durante la pandemia.
Lo que están haciendo es utilizar su poder de oligopolios para incrementar su margen de ganancia, y esto se traduce en aumento de precios con el objetivo de recuperar sus ingresos, sin importarles los costos laborales o salariales, precisó.
De acuerdo con el experto, la preocupación principal en México, en el corto plazo, debería ser controlar los precios de los alimentos porque afecta a gran parte de la población que invierte hasta tres cuartas partes de sus ingresos en la compra de estos productos.
A largo plazo, el control de la inflación debe pasar por dos estrategias: agraria e industrial, a fin de depender menos de las importaciones de comestibles, ser autosuficientes para evitar el traspaso a precios domésticos e impulsar una política no industrial que tenga como objetivo disminuir también las importaciones de insumos manufactureros.
En el encuentro también participó Esteban Pérez Caldentey, oficial superior de Asuntos Económicos y jefe de la Unidad de Financiamiento de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), quien destacó que imponer o no controles de precios depende, en parte, de qué rápidos sean los mecanismos de transmisión para disminuir la inflación, que en gran medida proviene de factores externos
Señaló que la inflación en América Latina tiene características distintas a los países desarrollados; la distintiva es el tipo de cambio como un mecanismo de transmisión hacia la primera, el cual juega un papel similar al de las tasas de interés.
El problema, dijo, en gran medida sucede por el exceso de demanda, razón por la cual en lugar de aplicar una política de control de precios se deben ejercer acciones sobre el tipo de cambio para incidir directamente en la inflación, la cual además puede representar una fuente de fragilidad y vulnerabilidad financiera.
En ese sentido, el funcionario de la CEPAL sugirió a los países en desarrollo hacer uso de sus reservas nacionales para realizar intervenciones cambiarias a través de sus bancos centrales.
Consideró que en algunos casos es deseable incorporar control de precios para determinados productos, pero no control generalizado a lo largo de la cadena de producción o de los bienes.
Pérez Caldentey enfatizó: si bien en algunas naciones empezó a ceder la inflación, falta tiempo para que esto suceda en los países en vías de desarrollo; sin embargo, lo que ocurre en la región son alzas importantes en las tasas de interés, pero no para contener el incremento de precios, sino para evitar la salida de capitales y depreciaciones cambiarias, sobre todo ante el contexto de incertidumbre que se vive en el mundo.