El otro rostro de la guerra: Las niñas de Mariupol

Por Guillermo Quintero. Exclusivo para SEMlac
(semmexicoedicion@gmail.com)

Mariupol, Ucrania, abril (SEMlac).- Para casi medio millón de personas que vivían en Mariupol, todo se ha derrumbado. Este lugar de muchas industrias y un gran puerto, queda destruido tras la guerra, aquí habitaban las personas más ricas del sur de Ucrania.
A nuestra llegada a la ciudad, me acerco a una mujer que me lleva a ver dónde viven ahora, cómo se protegen de las bombas. Bajamos al sótano y ahí hay varios cuartos improvisados, nos encontramos a su hija, quien nos narra: “me llamo Masha, tengo 11 años, mi mamá me dijo que no saliera, pero ya saben, los niños siempre queremos jugar; estábamos afuera cuando estalló la bomba y me alcanzó en el pie, si en este pie. Creo que aún tuve mucha suerte”.

Katia, una chica de 16 años con una chamarra rosa, camina como perdida entre los escombros, nos mira y habla como si estuviera en un trance, como si acabara de despertar de un mal sueño: “vivo con mis abuelos, pero la babushka murió hace dos días, por una granada de la artillería, no sé dónde están mis padres, no hay teléfono, ni luz o agua”.

Donesck
A nuestro regreso a Donesck, fuimos al Hospital de Traumatología de la República de Donesck, al área de Pediatría.
Allí encontramos a 26 criaturas, casi todas niñas. Nos guía el médico jefe, el doctor Zhilitsyn Evgeny Vladimirovich y Eleonora Mihailovna, del Ministerio para la Infancia.
Siento como un choque en mi cabeza, ver a estas pequeñas alcanzadas de pronto por la guerra; las y los periodistas e integrantes del equipo humanitario nos miramos pensando en nuestros hijos e hijas. Se sobrecoge el corazón.
Los niños y niñas que están aquí salieron por los corredores humanitarios, provienen de Mariupol, Donesck y otros pueblos cercanos a la línea del frente. El doctor nos dijo con orgullo que no pide pasaporte para tratar a la infancia y que, desde hace ocho años, asiste y trabaja sin parar para no perder a ninguna o ninguno de estos pequeños, y solo busca salvar en lo posible sus brazos y piernas.
La pequeña Masha tiene un brazo vendado, pero me mira y se ríe, solo hacemos preguntas muy tranquilas a Masha, su padre nos cuenta la historia: “La casa golpeada por una bomba, se derrumba. La pequeña Masha herida. La madre y los dos abuelos murieron, la otra abuela está desaparecida, probablemente quedó enterrada bajo los escombros. En un instante, solo quedamos nosotros…por un par de días busqué ayuda para mi hija, estaba poniéndose muy mal y por fin lo conseguimos”.

EMERGENCIA HUMANITARIA EN UCRANIA

Mientras hablamos, Masha dibuja un dragón muy colorido que lanza fuego.
Hay una niña con un disparo en la rodilla, por la gravedad de sus heridas tardó varios días en volver a sonreír, otra en el brazo, en el codo, en el abdomen, una adolescente de unos 15 años está amputada de medio pie. Y más.
En el hospital estas niñas necesitan mucho de sus madres o padres, por ahora esta es su casa: un hospital de guerra.
Masha se esconde detrás de su padre, mira y sonríe y vuelve a mostrar su cara, aún en la guerra las niñas juegan.

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