*Oaxaca debía vivir cómoda, y no intrincadamente de la cultura
Adrián Ortiz Romero Cuevas/ Al Margen
Oaxaca.- Es doloso, desinformado y artero, el argumento con el que la Sección 22 del SNTE justifica la constante amenaza de boicot a las fiestas de la Guelaguetza en Oaxaca. Bajo la consigna de “la cultura no se vende” ellos creen defender las raíces y tradiciones de los pueblos y comunidades oaxaqueñas. Nada más equivocado. Y el problema es que esa estratagema, puesta tan de moda por quienes acostumbran oponerse por sistema a cualquier iniciativa, es aceptada y hasta aplaudida. La cultura sí se vende. Y, de hecho, Oaxaca debería vender mucho mejor sus expresiones culturales para no seguir pululando en la miseria.
En efecto, la semana pasada un grupo de integrantes de la Sección 22 acudió a la Plaza de la Danza para desmontar algunas lonas, mamparas y equipos instalados para la realización de algunas actividades relacionadas con los Lunes del Cerro. Los maestros llegaron hasta ahí, y bajo la consigna de “La cultura no se vende. Boicot a la Guelaguetza oficial”, provocaron algunos destrozos y, en ese mismo lugar, agredieron al compañero reportero del periódico Noticias, Mario Jiménez Leyva. Hubo algunos sectores sociales, que antes celebraron el video promocional de la Guelaguetza magisterial grabado entre vehículos quemados y escenarios de enfrentamiento, y que ahora también aplaudieron esas maniobras. ¿De verdad no reparan en el error en que incurren?
Pues no se trata de discutir si las raíces culturales pueden o no ser sujetas de actos de comercio, sino más bien de entender cuáles son los caminos por los que una comunidad aprovecha los potenciales que tiene. Así, por ejemplo, podríamos suponer que como los espacios naturales no se venden, las playas nacionales deberían estar circunscritas únicamente para sus habitantes; que las zonas arqueológicas deberían también estar vedadas o nunca haber sido rescatadas; bajo esa lógica, entonces debiéramos también pensar que las ciudades coloniales como Oaxaca deberían estar cerradas, y que la riqueza cultural de los pueblos debían estar circunscritas exclusivamente a ellos.
Eso es no sólo ilógico, sino artero. ¿Cómo serían las grandes capitales culturales del mundo, si no vendieran justamente eso: su riqueza cultural? ¿Cómo sería, por ejemplo, la Ciudad de México si decidiera que sus casi 200 museos —que la colocan como la ciudad con más museos en el mundo— estuvieran cerrados o reservados “porque la cultura no se vende”? ¿Qué serían de ciudades como París, Madrid, Barcelona, Londres, Nueva York y demás, si decidieran no explotar sus propias fortalezas culturales? Todas esas ciudades, y miles más en el mundo, tienen una economía boyante justamente porque encontraron sus fortalezas culturales, y su potencial económico, y decidieron explotarlas.
Eso, bajo ninguna lógica, ha significado que cualquiera de esas ciudades haya vendido o entregado su esencia cultural; más bien, lo que han hecho es hacer atractivos sus potenciales y ponerlos al servicio de la derrama económica. De esa manera, aquí y en China, pueden vivir y progresar millones de personas y familias, que de otra manera tendrían que vivir en la esclavitud de las maquilas o en la mendicidad.
ARGUMENTOS ARTEROS
Por eso es dable señalar lo doloso de la afirmación de que “la cultura no se vende”. Además, ¿no es artero decir que “la cultura no se vende” cuando ellos mismos no viven de eso, ni ponen en riesgo nada al hacer señalamientos que relevan de la voluntad y la opinión incluso a quienes son los protagonistas y dueños verdaderos de esas expresiones culturales? ¿Y no es hasta torpe creer que la cultura no se vende cuando, les guste o no, el consumo y comercio de servicios culturales en el mundo constituye una fuente de riqueza inigualable, y que en eso Oaxaca podría tener un escenario totalmente distinto al que hoy enfrenta, lleno de zozobra e inestabilidad, gracias justamente a quienes siguen pensando que “la cultura no se vende”?
Pero además, si los profesores de la Sección 22 del SNTE tuvieran un verdadero compromiso con la preservación de la cultura y tradiciones de las comunidades indígenas de Oaxaca, deberían demostrarlo a partir de:
a) Evitar hacer apología de la violencia, como lo hizo en el video en el que promueve su Guelaguetza magisterial a través de bailes en los escenarios de los enfrentamientos con las fuerzas federales. Eso no genera ningún saldo positivo, porque la violencia —esa sí— no es cultura; porque ellos no representan a todo Oaxaca, y porque su empecinamiento le hace muchísimo daño a todas las víctimas colaterales de los hechos de los últimos meses.
b) Emprender un verdadero rescate de la Guelaguetza. Critican hasta la ignominia a la llamada “Guelaguetza oficial”, pero ellos se han dedicado a hacer una copia fiel y exacta de los Lunes del Cerro, en su “Guelaguetza magisterial”. Con eso, han copiado los mismos errores, desviaciones e inconsistencias que se señalan de la celebración. Y en su cerrazón, se niegan a reconocer que una verdadera aportación a la cultura de Oaxaca tendría que partir de su intención de rescatar la fiesta —y las manifestaciones culturales de las comunidades— en sus expresiones originales.
LA MISMA GATA…
Por eso, es claro que en el aislacionismo sin sentido que promueve la Sección 22 existen más interrogantes que respuestas. Ellos están dispuestos a mantener a flote sus argumentos extraviados e irreflexivos, únicamente para oponerse a cualquier decisión oficial. Están dispuestos, pues, a acabar con el único potencial que tiene Oaxaca (la economía basada en la cultura) con tal de parecer muy valientes. Terrible.