En dos gruesos volúmenes, Fomento Cultural Banamex edita la revisión más exhaustiva que se ha realizado de cualquier artista mexicano hasta ahora. Su protagonista, el oaxaqueño Francisco Toledo, prefiere ver de lejos la recopilación.
Redacción.
CIUDAD DE MÉXICO. Una obra monumental con todo lo que ello implica, así es la recopilación de la obra artística de Francisco Toledo (Juchitán, Oaxaca, 1940) que edita Fomento Cultural Banamex. En síntesis, se trata de toda la trayectoria creativa jamás realizada hasta ahora sobre un artista mexicano. Dos gruesos volúmenes, dentro de una caja a todo lujo, que revisan los primeros años de actividad del artista, desde 1957 hasta 1990.
Pero eso no es todo. Los gruesos ejemplares son apenas el comienzo de un exhaustivo recorrido. A finales de 2017 aparecerán dos volúmenes más que completarán la revisión creativa de Toledo hasta nuestros días. Y si para el lector es un gozo, el artista prefiere tomarse las cosas con calma: “(Ha sido) una lata por lo que ha representado recordar cosas que hice hace 50 años, que ya había olvidado y que ahora aparecen en un libro”, confiesa.
Completar las mil 134 páginas en dos tomos de Francisco Toledo. Obra 1957-1990 implicó visitar 18 galerías, siete casas de subastas, 27 archivos, 19 museos y un centenar de coleccionistas, así como cinco años de investigación que concluyeron en más de siete mil imágenes.
Me causa sorpresa, un poquito de decepción, fue hace muchos años cuando aparecí en la escena artística de París y bueno, había entusiasmo de coleccionistas y de críticos, pero ahora, viendo estas obras, no me explico por qué hay muchas obras, no sé, no las veo tan importantes, pero a lo mejor no sé ver mi trabajo”, agrega el oaxaqueño.
La opinión no es la misma de quien ha emprendido la empresa de editar el monumental libro. Cándida Fernández, directora general de Fomento Cultural Banamex, dice que Toledo se ha convertido en una figura de la pintura mexicana porque es dueño de “un imaginario que fluye junto a su gran fuerza creativa. Lo humano, lo animal, lo estético, lo fantástico y la gama cromática de su paleta; el dominio técnico, el fino dibujo, las ‘disolvencias’ de la acuarela, la precisión de sus trazos ‘desdoblados’, complejos, superpuestos, cuidadosos, o de sus pinceladas en gouche u óleo, ya sea acotadas y delineadas o difusas y libres…”
La aventura comenzó en 2010 cuando el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey (MARCO) planeaba realizar una exposición dedicada al juchiteco.
El proyecto jamás se llevó a cabo, pero la empresa financiera ya había sido invitada para realizar el catálogo y decidieron seguir adelante: “Hablé varias veces con él (con Toledo) para ver en qué forma le parecía bien encaminar el proyecto. Tras varias entrevistas y gracias al empeño de nuestra querida Graciela Iturbide, el maestro finalmente accedió a la realización de dicha empresa”, explica Fernández en el texto de presentación de la obra.
El mismo Toledo estuvo de acuerdo en que Juan Coronel Rivera encabezara la investigación y así comenzó la complicada tarea de rastrear todo el Toledo posible.
Es una obra que el mismo maestro tenía presente. Esto significó la participación de un equipo muy complejo y la intervención directa del maestro, de su esposa, de su hija. Hace cinco, seis años, estudiamos la posibilidad de hacerlo, en ese momento no sabíamos a lo que nos enfrentábamos”, recuerda Andrés Albo, director de Compromiso Social Banamex.
Además de las palabras de Cándida Fernández y de Ernesto Torres Cantú, director general de Grupo Financiero Banamex, a manera de presentación, el volumen ha quedado integrado con textos del mismo Coronel Rivera, Alberto Blanco, David Huerta y Gonzalo Vélez.
Y Toledo siempre estuvo presente: “A finales de 2013, el maestro nos pidió ahondar particularmente en su primera década, y a ello nos abocamos; de manera que para mediados de 2015 afloraron las fotos de las colecciones de ese periodo”.
Juan Coronel agrupó las obras de 1957 a 1990 por décadas, “con ritmos de formas y colores en la que la calidad y variedad de obras podían lucir a plenitud. Las revisé con él varias veces”.
Cuenta Fernández que “con aquello ya organizado y equilibrado empecé a visitar al maestro en Oaxaca desde enero de 2016. Ana Diego-Fernández me acompañó a esas visitas quincenales, que con el tiempo se volvieron semanales. Se empezó por revisar la selección realizada por Juan, a la que el maestro con dedicación y ojo atento, agregó algunas y quitó otras. Más tarde, esa selección se fue completando con piezas nuevas que nos fueron entregando coleccionistas y otras que surgieron a raíz de la búsqueda y el apoyo de Graciela Toledo y del análisis de la obra que ha estudiado Elisa Ramírez, de quien se revisó el archivo y las fotos familiares”.
Toledo decidió también incorporar la cerámica y la escultura. “La oportunidad de trabajar esta publicación con el maestro Toledo ha sido un privilegio. Siempre lo hemos abordado con el mayor respeto a su obra, a la relación con él y con todos aquellos que trabajan y han trabajado a su lado y que son además familiares o amigos suyos”, señala.
Los dos volúmenes que completarán la obra estarán listos a finales de 2017. Por lo pronto, Francisco Toledo prefiere ver de lejos los dos libros que ahora aparecen, sin atreverse a revisarlos exhaustivamente: “Tengo el libro pero no lo veo y me causa cosa verlo, porque es como ver el pasado. Yo toda mi obra la mantengo a distancia, me irrita mucho, porque no me gusta o me gusta a medias, porque pudo haber sido y no fue, por las dudas, lo superficial que puede ser, por no terminar, no sé, es muy complicado explicarlo”.