Joven normalista de Ayotzinapa cumple 10 meses en coma

Oaxaca.- Una bala entró en la cabeza de Aldo y su cuerpo quedó tendido en la oscuridad.
El estudiante de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa está en coma desde entonces, desde aquel 26 de septiembre en que policías de Iguala, Guerrero, dispararon contra estudiantes y entregaron a 43 de ellos a un grupo criminal.
“Está delicado, en estado de coma, estado vegetativo. Persistente. Él presenta algunos reflejos (como) movimientos involuntarios”, dice Ulises Gutiérrez Solano, hermano de Aldo, en entrevista telefónica.
Tanto Ulises como otros de sus familiares viajan cada semana desde territorio guerrerense hasta un hospital de la Ciudad de México, donde Aldo, de 20 años de edad, recibe atención médica, pues la bala dañó el 65% de su cerebro.
“El pronóstico es muy malo. Sigue en ese estado, todavía no se sabe qué vaya a pasar, cómo vaya a quedar”, menciona Ulises.
“Lo estamos viendo, vemos que ahí está, que se mueve en ocasiones. Es como si estuviera durmiendo, mientras nosotros en la vida, todavía tenemos la esperanza”, comenta.
La noche eterna
El pasado 26 de septiembre, hace exactamente 10 meses, policías de Iguala persiguieron a normalistas de Ayotzinapa que acudieron a dicha localidad para tomar autobuses con los que participarían en las protestas del 2 octubre, en el Distrito Federal.
En un momento, los agentes —bajo el mando del alcalde José Luis Abarca, y en contubernio con el grupo criminal de los Guerreros Unidos— bloquearon el camino de los estudiantes y “tiraron a matar”, según relata el libro La noche más triste, de Esteban Illades.
Una bala “fue devastadora” e impactó a Aldo, uno de los jóvenes de primer año de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos, de Ayotzinapa.
Ulises recuerda que esa noche fue “eterna” y desesperante.
“Había escuchado noticias de que había muerto uno de Ayutla. Pensé que era mi hermano, porque es el único que venía de ahí”, relata.
“Nadie me quiso decir qué había pasado. Toda la noche estuve esperando. Me quería ir a Iguala, pero todo el camino estaba obstruido”, agrega.
Al siguiente día, incluso vio un reporte de que su hermano había fallecido. Después se enteró de que Aldo tenía una herida en la cabeza. De cualquier forma, la pesadilla no había terminado.
Problemas en los traslados
Ulises y su familia viven en Tultepec, municipio de Ayutla de los Libres, Guerrero.
Cuenta que para sus visitas al hospital donde está Aldo, en la capital mexicana, hacen recorridos de entre siete y ocho horas.
El problema, menciona, es que las autoridades de atención a víctimas no son constantes al ayudarlos para adquirir boletos de autobús. En ocasiones se retrasan, asegura, sin que ellos puedan programar bien sus actividades.

De ahí que muchas veces tengan que pagar el pasaje por su cuenta.

En cuanto a los gastos hospitalarios, las autoridades se han hecho cargo.

“Atención psicológica en el hospital sí hemos tenido”, comenta sobre el tratamiento para enfrentar como familiares lo ocurrido con Aldo. Aunque aún así ha sido complicado.

“Mis papás están también enfermos. Mi mamá padece diabetes, se enferma mucho por lo que está viviendo, aunque nosotros la animemos y todo eso, al ver a su hijo en ese estado, se nos pone mal”, explica.

Un joven alegre

Aldo, según cuenta su hermano, tenía como diversión escuchar música tropical y jugar futbol.

Es lo que hacía en su tiempo libre, además de divertir a su familia con bromas, pero también tenía responsabilidades de estudio y trabajo.

“Apoyaba a mi papá en el campo”, asevera su hermano. “Nosotros somos una familia de campesinos”, abunda.

Cultivan maíz, jamaica, frijol y calabaza. Es su forma de ganar dinero y alimentarse. Aunque, como muchos otros jóvenes en Guerrero, Aldo buscó otra alternativa para tratar de superarse.

“Él quería ser alguien en la vida, quería salir adelante. Decidió entrar a esta escuela”, expone sobre la Escuela Normal de Ayotzinapa, donde él también estudió hace cuatro años.

“Todos estábamos contentos, toda la familia. Él también estaba contento porque se había quedado y tenía un lugar donde estudiar”, sostiene Ulises.

Por su experiencia previa, sabía que era habitual que los estudiantes de la escuela salieran a hacer actividades como botear o tomar autobuses para participar en protestas.

Pero nunca esperó que se desatara un episidio de violencia como el que vivieron los normalistas en Iguala, el cual “conmocionó a toda la nación” y puso a México “a prueba”, según palabras del propio presidente de la República, Enrique Peña Nieto.

La exigencia

“No ha habido justicia, y no hay verdad todavía. Eso es lo que nosotros vemos. Nosotros lo que pedimos es justicia, y el derecho que nos corresponde a conocer la verdad, sobre qué pasó ese día”, exige Ulises.

“Falta mucho por conocer. Aunque el gobierno dijera que ya investigó, que ya cerró el caso, nosotros todavía estamos confundidos”, concluye y cuelga el teléfono en Guerrero.

Mientras tanto, como cada día desde hace 10 meses, su hermano parece que está dormido. Y su familia espera un milagro para que despierte, para que termine la noche. La pesadilla de Iguala.
Tomado de CNN

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