*Vásquez vuelve al género como el que se reencuentra con un viejo amigo en Canciones para el incendio, un libro en el que se embarca en busca de las mismas respuestas por las que ha buceado en la novela
Bogotá.- Han pasado 17 años desde que Juan Gabriel Vásquez debutó en el cuento con Los amantes de Todos los Santos, y ahora vuelve al género como el que se reencuentra con un viejo amigo en Canciones para el incendio, un libro en el que se embarca en busca de las mismas respuestas por las que ha buceado en la novela.
El libro se está preguntando todo el tiempo por qué los seres humanos nos hacemos daño, por qué hacemos daño a otros o cómo lidiamos nosotros con el daño que los otros nos hacen. Esas son las preguntas básicas que cruzan todo el libro”, explica en entrevista.
Son nueve los relatos que componen Canciones para el incendio, del sello Alfaguara. En algunos de ellos vuelve a introducirse como personaje, mientras que en otros se acerca de nuevo al peso de la historia, los recovecos más oscuros de la política, el persistente conflicto colombiano o el origen de la violencia.
Eso sí, Vásquez advierte que las preguntas a las que busca respuesta son las mismas que se hacía Sófocles hace 25 siglos y “si encontrara una respuesta sería más que afortunado”.
Estos cuentos están todos obsesionados con la idea del peso del pasado, en eso no he podido liberarme; con el cambio de género, no me he liberado de ese demonio”, subraya el autor de La forma de las ruinas o El ruido de las cosas al caer.
Ese es un tema que, reconoce, le “obsesiona” y se percibe en los personajes de sus cuentos “a menudo”.
Entre ellos “hay gente para la cual el pasado sigue estando presente y los fantasmas del pasado siguen moldeando sus vidas”.
Lo que sucede es que el cuento por sus características no te permite explayarte en esas investigaciones de lo que llamaríamos un pasado público”, añade Vásquez.
Tal y como hizo en La forma de las ruinas, el escritor nacido en 1973 vuelve a convertirse en un personaje, algo que, confiesa, hace con dificultad, pues escribir desde su biografía “no sólo es un ejercicio muy difícil, siempre acompañado de mucho pudor, sino que, paradójicamente, sigue siendo una forma de iluminación sobre una vivencia”.
Al respecto, comenta: “Nunca ha sido igual tratar algo que me ha sucedido, que me ha provocado una inquietud particular, nunca es lo mismo agarrar esa vivencia y explorarla por medio de una máscara, personaje inventado, que ponerme a mí mismo en el papel de narrador”.
Con este libro, dice, supo que “hay otro fantasma que está ahí todo el tiempo”, y es “la capacidad que tenemos los seres humanos para inventarnos a nosotros mismos a través de historias sobre nosotros mismos que son falsas, distorsionadas, y tratar de proyectar una visión que está editada”.