FRANCISCO MASSE
Probablemente usted jamás haya oído hablar de los Rothschild. Y quizá tampoco conozca el rostro de alguno de ellos. O quizá sí: tal vez, como mucha gente, usted haya visto circular por las redes sociales una sombría imagen —me resisto a llamarles memes— en la que aparece un sujeto con tipo de banquero y de apariencia siniestra, que dice algo así como:
Hola, mi nombre es Jacob Rothschild. Mi familia posee trescientos billones de dólares [o sea, un tres seguido de 14 ceros; fin de la acotación]. Somos dueños de casi todos los bancos del mundo. Hemos financiado a ambos lados de ambas guerras desde Napoleón Bonaparte. Somos dueños de tus noticieros, los medios, tu gasolina y tu gobierno…” y, en letras más pequeñitas, “Probablemente nunca has oído hablar de mí”.
De ser cierto todo lo anterior —y otras cosas que circulan por ahí en la internet, o bien, bajo la forma de leyenda urbana—, estaríamos hablando, efectivamente, de la familia más rica y más siniestra del mundo. En otras palabras, de los verdaderos dueños del mundo occidental, del verdadero “poder detrás del poder”, de la cúpula con el suficiente dinero como para estabilizar la economía a nivel global, derrocar o instaurar gobiernos, manipular a su antojo la tecnología de telecomunicaciones y la información que ésta trasmite, y todo, desde el más oscuro de los anonimatos. Escalofriante, ¿no es así?
Pero, entonces, la pregunta es: ¿realmente es cierto todo lo que dice ese texto?
Pues resulta que, técnicamente, sí lo es. No obstante, hay que mirar de cerca el asunto e indagar un poco en la historia para entender el porqué de esta teoría conspirativa. ¿Es verdad que son tan ricos como dice ahí? Porque si consideramos que el hombre más rico del mundo, Bill Gates, tiene una fortuna que apenas alcanza los 80 mil millones de dólares —o sea, un ocho seguido de 10 ceros—, y que la deuda externa de México está en el orden de los 400 mil millones de dólares —es decir, un cuatro seguido de 11 ceros—, los 300 billones de los Rothschild ponen a prueba nuestra capacidad de imaginar enormes sumas de dinero. Vaya: se necesitarían cinco mil arcas gigantescas como la de Rico McPato para almacenar semejante fortuna —o bien, para los más jóvenes, alrededor de seis mil Montañas Solitarias como en la que el dragón Smaug custodia el tesoro robado de Erebor, en El señor de los anillos.
Entonces, ¿quiénes son en realidad esos Rothschild? ¿Son tan perversos como los pintan?
Mayer Amstel nació en el ghetto judío de Frankfurt en el seno de una familia que se dedicaba al comercio y al cambio de divisas y monedas
La historia de la familia Rothschild comienza con el señor Mayer Amstel Rothschild (1744-1812), un banquero alemán al que se le conoce como “El padre fundador de las finanzas internacionales”. Mayer Amstel nació en el ghetto judío de Frankfurt en el seno de una familia que se dedicaba al comercio y al cambio de divisas y monedas; para 1769 ya era hoffaktor del príncipe heredero Guillermo de Hesse —es decir, era el banquero de origen judío que le llevaba las finanzas o le prestaba dinero a la realeza y la nobleza—, y sí: Rothschild realizaba el pago de mercenarios y estuvo involucrado en el financiamiento de las guerras napoleónicas. Para principios del siglo XIX, Jacob era uno de los principales banqueros de Europa y tal era su fortuna que empezó a realizar sus propios préstamos internacionales.
Pero la verdadera dinastía y el verdadero imperio de los Rothschild inició cuando Mayer Amstel colocó a sus cinco hijos en los cinco centros financieros más importantes de Europa: Amstel en Frankfurt, Solomon en Viena, Nathan en Londres, Calmann en Nápoles y Jakob en París. De hecho, su escudo de armas ostenta cinco flechas que simbolizan las cinco ramas de la dinastía. Para 1818, los cinco hermanos Rothschild ya tenían títulos nobiliarios hereditarios y eran dueños de un imperio que prácticamente controló el mundo financiero de aquellos días. Y con el paso de los siglos, los herederos del imperio han estado involucrados en toda clase de negocios y empresas de corte financiero, inmobiliario, industrial y de telecomunicaciones.
Ahora bien, ¿realmente son los Rothschild la familia más rica, no sólo del mundo, sino de la historia de la humanidad? La respuesta es: sí. Lo son. Salvo que hay un pequeño detalle: ningún miembro de esta familia aparece, ni de lejos, en los conteos de los 500 hombres más ricos del mundo de Forbes. Y es que, hoy en día, la fortuna familiar se ha distribuido entre cientos de herederos del apellido, de modo que ninguno de ellos tiene una fortuna considerable —quiero decir, considerable entre el mundo de los multimillonarios; ya quisiera uno lo que les cae del bolsillo—. Sin embargo, como los Rothschild siempre han manejado un perfil muy bajo y una gran secrecía en torno a sus finanzas y el monto de sus riquezas, esto ha dado pie a una serie de especulaciones… como la del dichoso meme. Pero todo parece indicar que no es para tanto.
Sin embargo, a como va el ritmo de las alucinaciones colectivas y el afán de “concientizar” mediante la replicación de memes, quizá en un futuro exista una campaña mediática, de esas que exigen justicia a los cuatro vientos, que se identifique con el hashtag #fueronlosRothschild. Y es que, a pesar de los datos y de la información que está disponible para cualquiera que quiera buscarla, la gente prefiere pensar y creer, siempre, en que existe un poder oscuro, oculto y maligno que dirige sus destinos sin que ellos se den cuenta.
Pero, como siempre digo, eso ya es otro cantar…