Ernestina Gaitán Cruz
Oaxaca.- Antonio Ramos Revillas (Monterrey 1977), está considerado entre los mejores 20 narradores menores de 40 años de México, con obras premiadas y reconocidas a nivel nacional e internacional. “Los últimos hijos” (Editorial Almadía) es su más reciente novela que trata sobre la familia y en especial, la paternidad.
En entrevista, el autor de “Todos los días atrás”, “Dejaré esta calle”, “Sola no puedo”, “Los cazadores de pájaros” y “Reptiles bajo mi cama”, entre otros, explicó que cuando decidió el tema, se dijo que lo trabajaría desde el mayor dolor que pudiera y desde la profundidad sicológica de los personajes”.
Y lo logró. De acuerdo con el escritor y ensayista Eduardo Antonio Parra, “La paternidad, o su negación, constituye uno de los temas más dolorosos de la vida contemporánea, pero eso sólo puede comprenderse cabalmente tras leer “Los últimos hijos”, esta novela desgarradora de Antonio Ramos Revillas”.
“… Sólo entonces, con la muerte del hijo de tu prójimo serás vengado y se mirarán de igual a igual como los primeros hombres del mundo que tuvieron a sus hijos para verlos morir, la rabia florecerá en tu pecho como una orquídea que se vuelve luminosa”. (Los últimos hijos, p.104).
Antonio Ramos cuenta que la novela tiene que ver con sus preguntas como autor y sobre todo, con las dinámicas que ocurren en las familias, en las cuales se tiene acceso por primera vez a temas fuertes de la vida como el dolor, la felicidad, el amor…”.
También tiene que ver con su propia paternidad, ya que tiene un tiempo de casado y le preguntan que para cuándo los hijos y él les dice todavía no o a la mejor ya no va a nacer… O tal vez el tema está relacionado con estos tiempos en que se manifiesta la falta de interés de algunas parejas o solteros que no desean convertirse en padres, se le cuestiona.
Contesta que tal vez estas parejas no tengan un diálogo sobre el tema o lo resuelven muy pronto, “pero la verdad estamos hechos social y culturalmente bajo el lema de crecer y de tener hijos. Dicen no tengo hijo pero tengo un perro al que tratan como hijo y hay una respuesta muy interesante sobre cómo dialogan con esta necesidad. Somos seres sociales, creo que incluso el ser más solitario dentro de sí, anhela el contacto con el otro, dejar en alguien lo que es”.
En la obra, dice, hay varias visiones sobre la familia. Por una parte está la que forman los ladrones en la cual no hay un concepto de justica o injusticia. Son como son y se apoyan como pueden, pero también está la visión de la familia que se apoya a pesar de todo.
“Es muy curioso, porque a Alberto, su familia lo ha separado porque se casó con Irene y ella se separó de sus padres porque necesitaba su independencia, pero los dos tienen el cobijo de una nana que es una madre putativa de Irene. Ella es quien los protege, que los cuida, les enseña a cuidar a la bebe que se roban. Hay versiones muy orilladas del concepto familiar y creo que al final uno encuentra una madre, un padre en los lugares menos esperados”.
En “Los últimos hijos” están presentes los temas del padre, del hijo, las paternidades, el desierto y la muerte, tema que a Antonio Ramos Revillas le llama la atención desde que era niño y veía los velorios. Eran tristes solamente donde estaba el ataúd, y alrededor era un ambiente festivo con el contar de chistes acompañados de pan, atole y café, recuerda.
Pero también se le quedó grabada la impresión cuando vio la agonía de una mujer. Cuenta que hace muchos años cuando le tocó cuidar a su abuelita varias noches en un hospital, una noche escuchó la agonía de una enferma en una cama cercana. “Mi abuela estaba a la orilla de la habitación y había un reducto donde yo dormía todas las noches. Entonces me tocó escuchar toda la agonía, no me quise salir por miedo.
Eso se me quedó muy grabado. Recuerdo ese respiro final, la última expresión… Después cuando falleció un abuelo. Nos vimos, se despidió muy feliz, “hasta luego que te vaya bien”, le dijo y cuando regresó, su abuelo ya estaba muerto. “De ahí mi decisión de no verlo en el ataúd. Dije que esa persona que está ahí ya no era mi abuelo, era el que me dijo adiós. Desde entonces no veo a mis muertos en el ataúd. Por error vi a un abuelo, la mirada de atisbo y cada que lo menciono, aparece la imagen”.
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