Salvador Camarena
La cancelación de la membresía morenista al senador Miguel Ángel Yunes Márquez, la semana pasada, expuso una más de las diferencias al interior del obradorismo sobre el rumbo a tomar en ese partido que busca ser hegemónico.
El alcance del pragmatismo que ha caracterizado al movimiento de López Obrador en elecciones y otras coyunturas ahora es puesto en tela de duda por algunos sectores que se atragantan cuando se lleva al máximo eso de que el fin justifica los medios.
Todo mundo sabe lo ocurrido con Yunes Márquez, quien forma parte de un clan con dominio en Veracruz, y dimensión federal, que habiendo militado lo mismo en el PRI que en el PAN, protagonizó duros choques con cardenistas y obradoristas.
Cooptar a Yunes para el voto decisivo de la Reforma Judicial, lo que hermanó en la ira a morenistas como la gobernadora Rocío Nahle y al ex líder nacional del PAN Marko Cortés, que quedó como tonto útil, fue un triunfo político, pero prendió la resistencia en Morena.
Para algunos simpatizantes de ese movimiento fue como si se rompiera un límite. Por supuesto que no están entre esos ni Andrés Manuel, que ni chistó del precio por ver su ley aprobada, ni la hoy Presidenta de la República, Claudia Sheinbaum.
Yunes finalmente no será militante de jure, pero, así lo declaró él mismo, lo es de facto. Así que quienes lo desprecian tienen el consuelo de que su credencial ya es de chocolate, pero de que el líder morenista en el Senado lo considera parte de su grey, qué duda cabe.
¿Quiere decir lo anterior que similar destino le espera a otros oportunistas… perdón, a otros nuevos militantes? ¿Veremos al ex priista Alejandro Murat, por ejemplo, perder su inmunidad… oh, perdón otra vez… frustrar su anhelo de borrar sus pecados priistas al cobijarse en el manto de Morena? Difícilmente.
Morena es una fuerza que ejerce hoy una atracción muy por encima de cualquier otro partido o movimiento en México. La potente inercia del obradorismo sigue a pesar del cambio sexenal y del retiro de AMLO: la nueva Presidenta es tan o más popular que éste.
Esa fortaleza se ve ampliada por algo que definió muy bien hace dos domingos Carlos Elizondo Mayer-Serra. Hablando del escándalo por el frustrado desafuero de Cuauhtémoc Blanco, el articulista de Reforma ponderó el rol que para Morena juega el PRI de Alejandro Moreno:
“(Los de Morena) no necesitaron los 33 votos que les dio el PRI (para el desafuero), aunque tenerlo como aliado ocasional es útil en dos sentidos. Primero, para dejar claro que tienen una reserva de poder frente a la disidencia interna. Segundo, para tratar de llevar el enojo de algunas buenas conciencias no contra Morena, sino contra el PRI”. Tragar Sapos, Reforma. 30 de marzo 2025.
La disidencia de Morena en el caso de Yunes o de Blanco apela a los principios para impedir la permanencia de esos políticos, dado que la fama de esos personajes sería un mentís a la oferta de regeneración que, se supone, ofrecía el obradorismo.
Pero el momento que vive el régimen sigue siendo de expansión. Y a los duros les viene como anillo al dedo que el PRI, e incluso el PAN (ahí está por ejemplo el mexiquense Enrique Vargas), supongan una reserva, así sea amoral, de cuadros y/o votos.
¿Cuándo cambiará esto? Cuando para volverse medio presentable la oposición se atreva a tirar el cascajo que va a chaquetear; se llame como se llame y ocupe el puesto que ocupe.
De lo contrario, los liderazgos opositores quedarán como en su momento Marko Cortés, exhibidos pues no entienden que en sus bancadas más de uno se muere por pagar para que Morena lo alquile.