La tragedia del abuelo de la carriola y la solidaridad humana

*¿Hasta dónde llega la capacidad de los gobiernos municipal, estatal y federal para resolver las condiciones de miseria de millones de personas en el estado? Porque en realidad, esa es la función del Estado, garantizar que cada persona pueda tener las mínimas condiciones para una vida digna

Ernestina Gaitán Cruz

En una carriola, un niño de 11 años, acompañado de su hermano de siete, llevó a su abuelo a vacunarse contra el Covid-19. Los pequeños dijeron que no tenían más familia y la noticia corrió por todas partes. A su casa llegaron periodistas y gente solidaria con ayudas.

Por varios días, el hecho fue conocido con detalles. Los niños viven con papá, mamá, un hermanito de tres años y otro de dos meses de edad. Y el señor al que llevaron a vacunar es su bisabuelo, un hombre de 76 años, diabético y que no puede caminar “porque se le acabó el ácido úrico”, dijo su nieta Nancy.  

En medios de comunicación y en redes sociales, se exhibió la casa de dos cuartos. Usan “luz prestada”, carecen de baño, de agua, de servicios elementales, quizá lo mismo que sus vecinos. El padre de familia dijo que o compraba polines para hacer el baño o frijoles para alimentar a la familia.  

Se dio la ubicación con calle, número y colonia y la noticia conmovió a varias personas que ofrecieron llevar despensas, depositarles a una cuenta del banco, ayudarlos de alguna manera. Otros criticaron a la familia porque la madre se droga, dijeron quienes la conocen.

Se tomaron fotografías de la buena acción y se hicieron circular de manera profusa. Los beneficiados se ven agradecidos y sorprendidos. Carecen de celular y de redes sociales, así que quizá no sabrán del impacto causado por la exhibición de su miserable situación económica ni el reconocimiento a quienes dieron a conocer “la primicia”.

Las despensas, el mobiliario, la ropa, tal vez juguetes, las dos sillas de ruedas donadas al bisabuelo y los aportes económicos servirán de mucho para paliar la situación por un tiempo, mientras dure la buena voluntad de los benefactores.  

Pasados algunos días, su situación volverá a pertenecerles solamente a ellos. Buscarán sobrevivir como lo han hecho durante varios años porque la pobreza es antigua, se hereda de generación en generación. Y a quienes conocimos su situación y a quienes buscaron ayudarles, nos quedará únicamente el remordimiento, la culpa y el alivio por no ser ellos.

En tanto, se esperaría que los gobiernos federal o estatal los tomen en consideración en los programas para atender de manera efectiva las condiciones de esta familia, del bisabuelo, de los padres y los niños protagonistas de esta historia que nos conmovió.

¿Cuántas familias como esta sufren diariamente en Oaxaca la lucha diaria por la sobrevivencia? ¿Cuántas tienen acceso a los servicios públicos indispensables para una vida digna?

¿Hasta dónde llega la capacidad de los gobiernos municipal, estatal y federal para resolver estas condiciones de millones de personas que viven en la pobreza en el estado? Porque en realidad, esa es la función del Estado, garantizar que cada persona pueda tener las mínimas condiciones para una vida digna.

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