*Revela los sentimientos detrás de su disco Balas y chocolate, que le afloraron cuando supo que su marido, el músico Paul Cohen, padecía una grave enfermedad.
Al momento de la entrevista, Lila Downs está en México DF y a punto de viajar para Oaxaca, la región en la que nació como fruto de la unión entre la cantante indígena Anastasia Sánchez y el biólogo norteamericano Allen Downs. “Llueve mucho y está todo muy florecido. Es una época linda para vivir la ciudad, lástima que el país todo esté sumergido en un mar de violencia. Ese es el contraste de estos días: un país hermoso pero signado por la violencia, la corrupción y, claro, la muerte”, diagnosticó la cantante, que el viernes actuará ante un Quality Espacio repleto, con entradas agotadas.
De tal contraste está hecho el disco que viene a presentar, titulado Balas y chocolate. Porque así como asume temor y respeto por el último elemento de su enumeración (la muerte; o en sus palabras, la parca o la pelona), también se la trata con tono burlesco. Para corroborarlo sólo hay que ir hasta la marcha festiva Son de difuntos, que comienza con un jubiloso “¡¡¡Ahí viene la muerte!!!” e inmediatamente propone “con los santos discutía quién se echaba su último trago”. O hasta la cumbia Viene la muerte echando rasero, cuyo verso más resonante es “todos tendremos que ir al panteón; viene la muerte echando rasero, se lleva al joven, se lleva al viejo”.
La muerte no aparece de modo antojadizo en esta obra, sino que responde al período de incertidumbre que vivió Lila Downs cuando a su marido, el músico Paul Cohen, le diagnosticaron una enfermedad riesgosa, de naturaleza cardiológica. “De repente, me vi reencontrándome con la parca. Fijate que no es una experiencia nueva para mí, ya que la muerte me marcó mucho en la vida. Perdí a mi padre cuando tenía 16 años y me cambió todo, porque estaba muy acercada a él, era un profesor universitario que me ayudaba y me asesoraba en la vida. Entonces, ante la posibilidad de que esa historia se repita, decidí exorcizarla cantando”, confesó. Luego redondeó: “Hay personajes en las canción que me afectan personalmente, pero también aludo a otros históricos; al rol de ciertos personajes prehispánicos, por ejemplo, y al ritual del Día de los Muertos, que del mismo modo que celebra a los que se fueron, nos hace tomar consciencia de lo efímero de nuestro tránsito por aquí”.
Junto a Cohen, Lila ha experimentado la atracción, la maternidad y desarrollado su carrera, que sabe de investigaciones antropológicas, sincretismos y del sagrado tránsito de bares a grandes escenarios: “Así es. Le debo tanto a Paul. Los dos somos complementarios. Él es una persona muy consciente y racional, mientras que yo soy todo lo contrario. Ahora somos un poco parecidos… Porque es lo que va pasando con las parejas: el entendimiento mutuo y la tolerancia, si es que tienen lugar, borran un poco las singularidades de cada uno. Más allá de eso, digo que este disco ha sido como una pastilla. Por eso de que viene la muerte y, por lo tanto, te portas mejor y terminas sintiéndote mejor”.
En definitiva, Lila Downs concede que Balas y chocolate “es un poco producto de la desesperación que da sentir la muerte cercana”.
“Tratándola de entender, finalmente la aceptas. Le das guerra, de eso trata. Las manifestaciones del folklore, por caso, dan cuenta de eso y la condimentan con seducción, con una parte viva y sensual. ¡Si hasta en las pelis de terror impusieron eso! ¿Cómo pensar en el tema de La llorona, por ejemplo? Es una representación de la muerte, pero, a la vez, es una mujer de la que vale enamorarse perdidamente porque es hermosa y sensual. La seducción del peligro, es eso”, amplió.
Ayotzinapa
Balas y chocolate tiene en Humito de copal un caso curioso de composición de denuncia que cambia repentinamente con los sucesos. Esa canción fue compuesta un año antes de la matanza de normalistas en Ayotzinapa, pero como el disco aún estaba en situación work in progress, al momento de masticar bronca por lo sucedido, Lila Downs le sumó los versos “soy la estudiante que cambia las reglas, soy la normalista que se manifiesta” y “vivos se los llevaron y vivos los queremos”.
“Fue la gota que derramó el vaso de la indignación. Me resisto a expresar que me acostumbré a este tipo de crueldades, pero resalto que soy muy consciente de cu{an terribles son. Hace rato que me ha tocado girar por estados en los que el peligro se ha vuelto muy notorio, donde puedes ver el desfile de convoys con militares con los rostros cubiertos. No puedes ser indiferente a eso”, aseguró Lila unos días antes de que, en la misma ciudad desde la que habla, asesinaran al fotógrafo Rubén Espinosa.
Curiosamente, Humito de copal está “dedicada a todas las compañeras y hermanos periodistas en la línea del fuego”.
Contra el machismo
La supremacía del macho es otro tópico al que Lila Downs le tira dardos en su último disco. En la canción Dulce veneno, rapea que “de niña te enseñan a buscarte un guapo de telenovelas, y terminas con un nombre que sólo se quiere a sí mismo y no te respeta”. Ese verso se podría haber capitalizado en la marcha #NiUnaMenos. ¿Habrá estado al tanto de esa movida esta cantante exótica e imparable? “Otro tema que me molesta mucho –respondió–. En México se ven cosas terribles, en las noticias en general. Apunto que, en este tiempo, las imágenes de la hipersexualidad de la mujer son bastantes dañinas. Y digo esto sin ser una persignada (sic). Una mujer debe tener el derecho a expresar su sexualidad, pero debería haber un límite relacionado con la dignidad. Hace tiempo que quería componer una crítica a los videos del reggaetón donde a la mujer se le da entidad de un animal”.
Antes de este disco, Lila Downs había pasado por Argentina con Raíz, su alianza con la argentina Soledad y la española Nina Pastori, con cuyos resultados quedó satisfecha y retomaría si se hacen algunos ajustes. Downs: “Me hubiera gustado hacer algo más acústico. En realidad, las tres coincidimos en eso. Pero quedamos muy contentas con la experiencia. Es que te redefines cuando te ves reflejada en la otra. De pronto me acerqué a Andalucía, y Andalucía se acercó a Oaxaca. Y lo mismo le pasó a Sole con respecto a nosotras, y a nosotros con respecto a su tierra. Sentimos que somos familia entre países, eso fue lo más gratificante. Ahora sugiero algo más mínimo, salir de gira con un guitarrista flamenco, alguien en el arpa y otro músico más en el cajón”.
Por último, la cantante oaxaqueña dejó la promesa de un concierto festivo, intenso y no sujeto a una rutina. “Prepárense para pasarla bien y para algunas sorpresas. Algo puedo adelantar: haré boleros, que es algo en lo que estoy trabajando, pero los cantaré a mi manera”, cerró Lila Downs.