*El PRD tiene mucho que definir, y Neri no tuvo tanto para crecer
Adrián Ortiz Romero Cuevas
Oaxaca.- Cuando en los últimos días de agosto, el diputado federal por Oaxaca, Francisco Martínez Neri, fue súbitamente ungido como Coordinador de la bancada del PRD en la cámara baja, hubo una idea —entonces creíble— de su partido, o las circunstancias, lo habían metido en la carrera sucesoria de Oaxaca. A Neri se le vio —y él mismo así lo asumió— como una posible reedición de Silvano Aureoles, que desde esa misma posición brincó a la candidatura a Gobernador de Michoacán, y hoy es mandatario de aquella entidad. Sólo que los hechos indican que nada de esto será así, justamente porque Martínez Neri no es Silvano Aureoles.
En efecto, en su edición de ayer domingo, la columna Bajo Reserva Express, del periódico El Universal, daba cuenta de una desesperación que no debiera ser propia de un político bien plantado en su cargo. “El coordinador parlamentario del PRD en la Cámara de Diputados, Francisco Martínez Neri, está dispuesto a prometer lo que sea necesario para que el partido le de la candidatura al gobierno de Oaxaca, nos comentan. Nos explican que aún sabiendo que los números no le alcanzan al interior del partido, ha alzado la mano debido a que asegura cuenta con el respaldo de los profesores que conforman la CNTE.
“Además don Francisco, quien fue rector de la UABJO, ha dicho a los perredistas que de obtener la candidatura irá en una alianza con todas las fuerzas de la izquierda, incluida Morena. El problema, nos dicen, es que ni Morena, ni su máximo líder, Andrés Manuel López Obrador, no quieren saber nada del PRD y la CNTE. Así, Martínez Neri tiene un camino complicado, no solo para lograr que el PRD le de la candidatura, sino para juntar agua y aceite”, remataba la publicación (http://eluni.mx/1P0zWQ4).
Más allá de si Martínez Neri podría ser un interlocutor válido en la posible reunificación de las izquierdas (al menos) en Oaxaca, lo que esta publicación revela es lo que ya muchos han visto en los corrillos de la política nacional: que a Martínez Neri se le cumplió la profecía de ser un coordinador parlamentario sólo de membrete, y que además él no fue capaz de acreditarse —ni siquiera entre sus correligionarios—, para poder contar con un capital propio que le abriera el margen para disputar válidamente la postulación del PRD a la candidatura a Gobernador de Oaxaca.
Sobre el arribo de Neri a la coordinación, vale recordar lo que apuntamos en este espacio el 1 de septiembre: que al oaxaqueño lo propuso Jesús Valencia (el cuestionado delegado con licencia en Iztapalapa) y lo respaldó el grupo de Miguel Mancera. Valencia, que es vicecoordinador, vio en el oaxaqueño al adecuado para ocupar temporalmente la coordinación, hasta que fuera nombrado (según él) como candidato a la alcaldía de la capital oaxaqueña en 2016, y él pudiera subir a la coordinación. Sólo que ahí se atravesaron nuevamente los perredistas al mando de Acosta Naranjo.
¿Qué pasó? Que la parte de Nueva Izquierda afín a Naranjo, apuntamos en aquel entonces, vio bien a Martínez Neri, y empujó el acuerdo con Zambrano para que éste fuera Presidente de la Mesa Directiva. Fueron a votación, y lograron que Neri obtuviera el mayor número de votos y se colocara como coordinador. Acosta Naranjo quedó estratégicamente en segundo lugar, y se ubicó como vicecoordinador, y “cuña” de Neri al interior de la bancada. Hoy saben que el encargado de manejar los recursos de la bancada, y el negociador al interior será Acosta, y el rostro público será Neri.
LAS PIFIAS DE NERI
Asimismo, queda claro que al margen de la negociación entre las tribus perredistas para definir a su coordinador, en estos 100 días que lleva Martínez Neri como Coordinador, no logró construir algo sólido a partir de la oportunidad que el perredismo le dio, y a estas alturas ya no podrá hacerlo. En lugar de generar condiciones para tratar de ubicarse como un verdadero factor de respeto y decisión al interior del PRD, Neri prefirió abrazar sus prácticas acaparadoras y egocéntricas de siempre, pero apenas le duró unos días su creencia de que verdaderamente era el mandamás entre los perredistas.
Apenas una semana después de haber asumido como coordinador, vinieron los primeros cuestionamientos por el uso de los recursos de la bancada, y por la intención del oaxaqueño de desplazar a todos los que no fueran estrictamente de su equipo, para hacer el manejo presupuestal, técnico y administrativo de la fracción perredista.
Eso le generó, desde el inicio, un enorme descrédito, que se ha venido profundizando por su incapacidad de tomar el timón en los asuntos importantes. Se dice, incluso, que Neri quiso imponer la práctica de que las reuniones con diputados federales —sus pares— las encabezaran sus asesores. Eso tampoco le fue permitido; y por eso, en las tareas de coordinación, se terminó fortaleciendo la figura de Guadalupe Acosta Naranjo, que había entrado como “guardián” pero ha fungido cada día más como el coordinador de facto.
Al final, Martínez Neri también vio que su antecesor inmediato era Silvano Aureoles y que él había construido, desde la coordinación de la diputación perredista, su candidatura al gobierno de Michoacán. Creyó, básicamente, que el cargo hacía su labor casi en automático, sin considerar que el trabajo político es determinante. Pero se ha llevado una amarga sorpresa, al corroborar, en estas semanas, que no es más que un coordinador de membrete pero ya sin capacidad de generar ningún tipo de sinergia o presión entre sus compañeros, o frente a la dirigencia nacional del PRD, que le sigue dando su lugar como coordinador y como negociador aparente, e incluso como una carta posible a la candidatura a Gobernador de Oaxaca, pero sin concederle ninguna posibilidad real de alcanzarlo.
DE RELLENO
Al final, Neri no tiene nada de lo que se necesita en el PRD para buscar sólidamente una candidatura de ese tamaño: no es un político con los avales políticos de los poderes federales; no tiene el apoyo político del régimen estatal (eso lo trae José Antonio Estefan Garfias); no es un personaje con presencia o capacidad de crecimiento electoral; y ni siquiera podría usar, en las condiciones actuales, el liderazgo entre los diputados federales perredistas para verdaderamente se considerado. Así, Martínez Neri parece más un material de relleno para legitimar la intrincada y enredada carrera perredista por la definición de su candidato, que alguien con auténticas posibilidades de convertirse en candidato.