*Dos cortes supremas, la de México y la de Estados Unidos, coincidieron en rechazar su prohibición.
José Buendía Hegewisch
Cuando hace 15 años se presentó la primera iniciativa para reconocer la unión entre personas del mismo sexo en el DF, la expectativa era visibilizar la discriminación y activar un cambio cultural. No más, pero no menos. Las “sociedades de convivencia” fueron un primer paso de una larga transformación de valores en un país que se abría al pluralismo y estaba llamado a superar las diferencias con leyes. Al cabo del tiempo, esa visión se materializa ahora en la aprobación constitucional del matrimonio homosexual en todo el país. En las últimas semanas, dos cortes supremas, la de México y la de Estados Unidos, coincidieron en rechazar su prohibición, no obstante la distinta evolución de los derechos de sus minorías.
Estados Unidos llega al fallo tras una democracia de dos siglos y un largo recorrido a favor de los derechos civiles y de la diversificación en la aplicación de sus normas que, sin embargo, no conjuran el odio racista. Aquí la ruta legislativa partió hace poco tiempo de la necesidad de reconocer a minorías, generalmente, castigadas por la tradición, dogmas religiosos, la moral mayoritaria —tan grande como la proverbial doble moral nacional— como condición para la construcción democrática. Se originó de la confianza ilustrada en la ley para revertir desigualdades materiales con su fuerza igualadora y capacidad para generar espacios habitables para las minorías. El fallo de la Corte, en ese sentido, cierra el dique a las presiones mayoritarias por excluir e invisibilizar a la comunidad gay en las formas jurídicas, aunque pocos crean que por sí solo exorcice el demonio de la intolerancia. Según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), somos el tercer país con más crímenes por homofobia en el continente, tras Brasil y Colombia.
La lucha contra la discriminación en la agenda pública data de hace poco. Cobró fuerza en una campaña presidencial en 2000 como causa del extinto partido Democracia Social, que luego se plasmó en la generación de leyes e instituciones contra la discriminación, así como sucesivas iniciativas para incluir a parejas gay en el Código Civil con los mismos derechos que las demás. Aunque su suerte en las urnas mostró, entre otras cosas, que la comunidad gay está desorganizada y que lo mismo tiene un voto conservador que un liberal, porque carece de identidad política.
Derivado quizá de ello, el avance se explica por el trabajo soterrado de muchos de sus activistas incrustados en diversos partidos, a su capacidad de cabildeo en los congresos, así como a la identidad de sectores de la élite política con el ideal ilustrado de la universalidad de los derechos. Pero también gracias al cambio silencioso de valores de largo aliento en las nuevas generaciones, que debilitan las resistencias de mayorías e instituciones religiosas y hacen menos costoso a partidos y poderes oponerse a ellas.
Aquella primera iniciativa, que me tocó presentar en la ALDF como coordinador de mi grupo parlamentario, recibió en 2000 burlas y estigmatización, condena airada de la curia y la manifestación de opositores y grupos como Provida, para impedir su votación. Que dividió a la opinión pública, escandalizó y fue rechazada antes y después de que se aprobara, ya como reforma al Código Civil, en 2009. Ahora, el fallo de la Corte deslució por la poca atención que mereció de los medios y el silencio de la protesta. A pesar de que, como dijo la ministra Sánchez Cordero, no es “cosa menor”. La decisión de la Corte es un punto de inflexión y sienta jurisprudencia al sumar ya cinco fallos sobre amparos contra los matrimonios igualitarios. Tiene rango constitucional, obliga a levantar la prohibición en los dos estados que aún conservan la exclusividad del matrimonio entre hombre y mujer con fines de procreación y consolida derechos como los de parejas heterosexuales de herencia, salud, seguridad social o créditos. Sabemos que las conductas no cambian sólo por las leyes, pero difícilmente sin ellas.
Twitter: @jbuendiah