*La llegada de hasta 1000 personas migrantes, ha sido el cruce más numeroso registrado en los últimos años en el oeste de Texas.
Cientos de migrantes, parte de una caravana de personas procedentes principalmente de Nicaragua, cruzaron en masa a Estados Unidos en El Paso el domingo, uno de los mayores cruces individuales a lo largo de la frontera del oeste de Texas en los últimos años.
El grupo de entre 800 y 1000 personas fue uno de varios que, en los últimos días, han inundado las instalaciones fronterizas de la región con miles de recién llegados, según dijeron las autoridades federales.
Era la segunda vez en los últimos meses en que grandes cruces de migrantes amenazaban con desbordar los recursos de la empobrecida ciudad fronteriza y de las autoridades federales de inmigración, ya de por sí sobrecargadas por lo que ha sido una llegada constante de migrantes durante todo el año.
“Llegó un gran número de personas, un número enorme”, dijo Ruben Garcia, director de Annunciation House, una organización sin fines de lucro que ofrece refugio a los solicitantes de asilo después de que iniciaron sus trámites y fueron liberados por las autoridades estadounidenses.
Garcia dijo que muchos de los migrantes que llegaron el domingo seguían iniciando sus trámites el lunes.
El lunes, se podía ver a los migrantes, la mayoría de ellos procedentes de Nicaragua, acurrucados en las esquinas o esperando a que abriera la estación de autobuses.
“Tengo a cinco personas alojadas conmigo ahora mismo en mi casa, y abrí mi camioneta para que otras tres durmieran allí”, dijo Almaraz Saucedo Isidro, que vive en los apartamentos al frente de la estación. “Hace frío, y no tienen comida ni ropa abrigada, y los acaban de dejar”.
La región de El Paso ha experimentado un fuerte aumento del número de personas que intentan cruzar desde México en los últimos meses, con 53.000 encuentros registrados por los agentes fronterizos en octubre, el mes más reciente del que se dispone de datos. Esta cifra es superior a la de cualquier otro tramo de la frontera entre Estados Unidos y México. Los agentes federales han registrado un número récord de encuentros a lo largo de toda la frontera sur, casi 2,4 millones en un año.
Se esperaba que el secretario de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas, viajara a El Paso el lunes para un viaje previamente planificado.
Las imágenes de un gran número de migrantes, vadeando tramos bajos del Río Bravo en El Paso, recordaron inmediatamente momentos anteriores de crisis en la frontera sur, la más reciente en la pequeña ciudad de Del Río, Texas, donde más de 9000 migrantes, en su mayoría haitianos, se hacinaron en condiciones paupérrimas en un campamento temporal bajo un puente junto al río el año pasado.
Las escenas muestran cómo podría ser la situación cuando, la próxima semana, expire una política de salud pandémica conocida como Título 42. Las autoridades fronterizas se han estado preparando para ese momento. La política, iniciada por el gobierno de Trump y continuada por el presidente Biden en virtud de una orden judicial, ha permitido que las autoridades estadounidenses expulsen rápidamente a los migrantes, incluso a quienes solicitan asilo, para ayudar a prevenir la propagación del coronavirus.
Sin embargo, Estados Unidos ve limitada su capacidad de expulsar a nicaragüenses en virtud de la autoridad de salud pública por razones diplomáticas. México no los acepta y el gobierno de Biden no puede enviar vuelos de repatriación. En consecuencia, la mayoría de los nicaragüenses detenidos son puestos en libertad condicional a corto plazo con un dispositivo de rastreo o enviados brevemente a un centro de detención del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas, donde suelen ser liberados al cabo de unos días.
Con el tiempo, enfrentarán un procedimiento de expulsión ante un tribunal de inmigración. Los funcionarios de fronteras también podrían emitir una orden judicial y una fecha para comparecer ante el tribunal de inmigración, pero se trata de un proceso que puede durar unas dos horas para cada persona y provoca importantes retenciones, lo que contribuye al hacinamiento.
El grupo que llegó el domingo incluía migrantes que habían viajado desde varios países de Centroamérica y América del Sur, así como de Haití, y a los que se les había concedido un estatus legal temporal en México que les permitía viajar libremente por ese país durante 180 días, dijo Santiago González Reyes, responsable de las oficinas de derechos humanos de Ciudad Juárez, al otro lado de la frontera con El Paso.
El gobierno del estado mexicano de Chihuahua había enviado en autobús a Juárez una caravana de unos 1100 migrantes el domingo por la tarde, dijo González. Los autobuses, unos 19, fueron pagados por el gobierno mexicano, dijo, que había entendido que los migrantes habrían caminado hacia el norte de todos modos y les proporcionó una escolta policial para mantenerlos a salvo.
El grupo no permaneció mucho tiempo en Juárez. A eso de las 4:00 p. m., los migrantes decidieron cruzar la frontera en masa, dijo, y cientos más se les unieron. “Salieron a pie y cruzaron el río”, explicó González.
El centro de procesamiento de El Paso está actualmente por encima de su capacidad, según un funcionario gubernamental enterado de la situación, una circunstancia que los agentes fronterizos de allí ya han gestionado anteriormente.