MÚSICA, SÓLO MÚSICA – Haruki Murakami

*Un libro que contagia la pasión y el placer de escuchar música con oídos nuevos”

Unas deliciosas conversaciones que contagian la pasión y el placer de escuchar la música con oídos nuevos.

Todo el mundo sabe que a Haruki Murakami le apasionan tanto la música moderna y el jazz como la música clásica. Esta pasión no solo le llevó a regentar en su juventud un club de jazz, sino a impregnar de referencias y vivencias musicales la mayoría de sus novelas y obras. En esta ocasión, el escritor japonés más famoso del mundo comparte con sus lectores sus querencias, sus opiniones y, sobre todo, sus ansias de saber sobre un arte, el musical, que hermana a millones de seres humanos en todo el mundo. Para ello, a lo largo de dos años, Murakami y su amigo Seiji Ozawa, antiguo director de la Boston Symphony Orchestra, mantuvieron estas deliciosas conversaciones sobre conocidas piezas de Brahms y Beethoven, de Bartok y Mahler, sobre directores de orquesta como Leonard Bernstein y solistas excepcionales como Glenn Gould, sobre piezas de cámara y sobre ópera. Así, mientras escuchan discos y comentan distintas interpretaciones, el lector asiste a jugosas confidencias y curiosidades que le contagiarán el entusiasmo y el placer de disfrutar de la música con oídos nuevos.

MURAKAMI, de la Introducción “Mis tardes con Seiji Ozawa”:

(…) En una de las ocasiones en que Seiji Ozawa vino a visitarme a mi casa, escuchamos música y conversamos distendi-damente. Me habló de sus recuerdos de cuando Glenn Gould y Leonard Bernstein interpretaron en Nueva York en 1962 el Concierto para piano n.º 1 de Brahms. Según él, fue una experiencia irrepetible, y a medida que me lo contaba, me decía a mí mismo: «¡Qué lástima que una historia tan fascinante se pierda sin más! Alguien debería grabarlo o dejarlo por escrito». Y entonces pensé que esa persona podía ser yo mismo. Aun a riesgo de pecar de inmodestia, confieso que no se me ocurrió otra persona que pudiera hacerlo. (…)

(…) A pesar de mi gran afición por la música a lo largo de los años, nunca he recibido una educación formal al respecto. Puedo decir que soy un amateur absoluto. Apenas tengo conocimientos específicos en la materia, de manera que es posible que en el transcurso de nuestras charlas hiciera, en ocasiones, comentarios erróneos o incluso pecase de cierta descortesía. Pero el maestro Ozawa es una persona a quien no le preocupan nada esas cosas y siempre se mostraba pre-dispuesto a reflexionar sobre lo que yo le proponía, a darme su visión personal de las cosas. Le estoy muy agradecido por ello. (…)

Haruki MURAKAMI (Kioto, 1948), el autor japonés más conocido en todo el mundo, ha recibido numerosos premios y en España ha merecido la Orden de las Artes y las Letras y el Premi Internacional Catalunya 2011. Tusquets ha publicado veinte de sus obras, entre ellas las aclamadas novelas Tokio blues, Kafka en la orilla, 1Q84 y La muerte del comendador.

Seiji OZAWA (Shenyang, 1935) ha dirigido la Boston Symphony Orchestra durante treinta años, así como la Toronto Symphony Orchestra y la San Francisco Symphony, entre otras.

INTERLUDIO II

La relación de la escritura con la música

(página 115)

murakami: Escucho música desde la adolescencia y últimamente me parece que ahora la entiendo un poco mejor que antes. Me explico. Quizá dedico más atención a determinados detalles, a determinados pasajes, y tengo también la impresión de que escribir ficción ha mejorado mi oído de una forma natural. Por el contrario, si uno no desarrolla cierto oído musical no será capaz de construir bien las frases. En mi opinión, la música mejora la escritura y la escritura el oído. Es un efecto doble, sucede de manera simultánea en ambas direcciones.

ozawa: Es interesante.

murakami: Nadie me ha enseñado a escribir y tampoco he estudiado nada concreto al respecto. He aprendido a hacerlo gracias a la música, y por eso lo más importante para mí es el ritmo, como en la música, ¿no le parece? Unas frases sin ritmo no las leerá nadie. No sé cómo explicarlo. Hace falta una especie de ritmo que empuje al lector a seguir adelante. Leer un manual de instrucciones, por ejemplo, es un suplicio para cualquiera, ¿no cree? Es un caso paradigmático de escritura sin ritmo.

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