*Una investigación del CIESAS realizada en el CERESO de Atlacholaya, Morelos, permitió documentar las dramáticas historias de 13 mujeres indígenas
* Los casos demuestran que no es con cárcel como se puede alejar el narcotráfico de los pueblos indígenas; deben haber alternativas económicas en el campo mexicano
Ciudad de México.- Una investigación antropológica sobre las condiciones de vida de mujeres indígenas y campesinas presas, puso de manifiesto el machismo, racismo y las exclusiones que padecen este grupo social por el sólo hecho de ser pobres y, en algunos casos, sin conocimiento del español.
A través del libro “Bajo la sombra del guamúchil”. Historias de vida de mujeres indígenas y campesinas en prisión”, un grupo de 13 mujeres narran sus desgarradoras historias donde se advierte, además, que muchas de ellas aceptan participar en el narco menudeo, como una manera de enfrentar la terrible indiferencia que imponen las políticas económicas actuales hacia ese sector de la población.
Rosalva Aída Hernández Castillo, investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), detalló que esta obra surge en el 2008 cuando realizaba un trabajo de campo en el Centro de Readaptación Social de Atlacholaya, Morelos, donde se encontró con un taller de escritura el cual, bajo su sugerencia, propuso que las participantes se dieran a la tarea de documentar y escribir la historia de otras compañeras presas indígenas que no sabían leer ni escribir.
El taller llamado “Historias de vida”, con el tiempo evolucionó en la “Colectiva Editorial Hermanas en la Sombra”, y que da como resultado las narraciones que integran “Bajo la sombra del guamúchil”, el cual fue presentado en días pasados en las instalaciones del CIESAS, institución que se hizo cargo de la edición de la obra, misma que incluyó un DVD con un documental, dirigido por la videoasta Carolina Corral.
Los testimonios
Aunque las 13 historias que conforman el libro están marcadas por el dramatismo y la exclusión por ser pobres e indígenas, se destaca el caso de “Perla negra”, originaria de una comunicad náhuatl, de Zacatlán, Puebla, quien, tras salir del hospital luego de haber dado a luz, fue abordada por una pareja que terminó por robarle a su bebé, a pesar que intentó evitarlo con un cortaúñas.
Los responsables resultaron ser una banda bien organizada de traficantes de niños, por lo que no se pudo documentar que ella hubiera dado a luz en el hospital, o que existiera el nombre de la doctora que la atendió.
“Perla Negra” terminó acusada por intento de homicidio y fue sentenciada a siete años de prisión
El caso de Martha Elena, originaria de un poblado del Municipio de las Margaritas, Chiapas, quien fue acusada por un sujeto que, cansado de la tortura de la que era objeto, la señaló como líder de una banda de secuestradores, por lo que la condenaron a 33 años de prisión, que se redujeron a 14 años, gracias a que con el tiempo el hombre que la incriminó, arrepentido, admitió que la había acusado injustamente.
También se conocen los casos de una mujer náhuatl, que terminó tras las rejas porque regaló a un familiar de la mariguana que consumía su esposo, o el de la indígena de Atlixtac, Guerrero, que es acusada por soldados de llevar a bordo de un autobús una bolsa con droga, cuando en realidad sus pertenencias eran sólo semillas.
La importancia del libro
Para Rosalva Aída Hernández Castillo, la importancia de este libro, además de conocer las condiciones de vida de estas mujeres, que desde niñas sufren vejaciones, violaciones, golpes, o las casan desde los 12 años, es una muestra de que “las indígenas se han convertido en rehenes de la guerra contra el narcotráfico, pues para demostrar su efectividad en la lucha contra el crimen organizado el gobierno mexicano está encarcelando a personas de los sectores más vulnerables”.
Opina que no es en la cárcel como se puede alejar a los indígenas de las redes del narcotráfico sino con “una política social que genere alternativas económicas al campo mexicano”.
Refiere que según el Censo del 2013 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en México existian 16 mil 632 mujeres presas, de las cuales un 42% están detenidas por delitos contra la salud y delincuencia organizada, mientras que entre la población indígena en cárceles del país, un 52% de las mujeres han sido aprehendidas por delitos contra la salud, especialmente bajo el cargo de narcomenudeo.
La académica del CIESAS señala que la enseñanza que le dejó la coordinación de este libro es que “aprendimos de ellas más de lo que logramos enseñarles. Nuestros diálogos con cada una de las internas nos forzaron a ver nuestros propias vidas con otros ojos”.
“Comprendimos que la necesidad de cambiar este sistema de justicia discriminatorio, es una urgencia no sólo para las mujeres que han sido apresadas injustamente, sino para todos los que estamos afuera, para nuestros hijos, que corremos el peligro de caer en sus garras en cualquier momento pues en México estar en la cárcel es casi un accidente que le puede suceder a cualquiera”, concluye Hernández Castillo.
Narran mujeres indígenas en prisión historias de pobreza e injusticias
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