*La alfarera que perfeccionó su oficio con estudios en el Centro de las Artes de San Agustín (CaSa), creado en 1988 por el maestro Francisco Toledo, señala que aprendió se su mamá que “si no estás en paz contigo misma, una pieza no te va a salir. Tienes que dejar, tienes que liberar los malos entendimientos y sentimientos”
Ernestina Gaitán Cruz
Oaxaca de Juárez, Oax., 24 de octubre 2022.- Santa María Atzompa es un pueblo alfarero desde la época prehispánica y ahí nació la artesana Rufina Ruiz López, quien desde niña aprendió los rudimentos del oficio, conocimiento reforzado por sus estudios en el Centro de las Artes de San Agustín (CaSa), creado en 1988 por el maestro Francisco Toledo.
Ella trabaja la alfarería desde los tres o cuatro años de edad. Como la mayoría de niñas de su comunidad, desde que aprendió a caminar fue al cerro de la mano de su madre, para recolectar el barro y aprendió a conocer las cinco arcillas diferentes, así como las vetas y poco a poco, los procesos para lograr la creación de una pieza.
Después de obtener la arcilla, en casa aprendió a limpiar la tierra. “Vente, vamos a jugar, decía mi madre. Y ese jugar era quitar las piedras, las espinas, las raíces, lastimarte las manos con las piedras. Y también significa una depuración interior para poder trabajar. Mi madre aconsejaba valorar lo que se tiene a partir del trabajo con la tierra”, dice.
“El barro tal vez es una tierra muy sucia, la alfarería es uno de los oficios súper sucios, pero al final del día es más limpio, porque tanto te hace depurar el interior y lo que estás pensando, como lograr una pieza completa. Es una experiencia que tienes que vivir para que lo puedas decir, para que lo puedas explicar”.
Cuando trabaja concentrada en sus obras, piensa en su madre. “Siempre que hago una pieza, siempre estoy muy conectada a la enseñanza de mi madre, sobre todo en sus raíces que son las mías, en sus consejos, sus palabras. Está esa conexión a través de lo que hago. Ya no está, pero sigue viva en mí, en mi forma de trabajo”.
Platico con ella seguido y diario, comenta. Y agrega sus peticiones. “Que nos de la sabiduría, paciencia, fortaleza. Las enseñanzas son para siempre. Esos valores son los que ella, nuestra madre, nos enseña. Si no estás en paz contigo misma, una pieza no te va a salir. Tienes que dejar, tienes que liberar los malos entendimientos y sentimientos”,
En el oficio de la alfarería considera necesario además de estar concentrada, estar de bueno humor. Su madre le hablaba de la cosmovisión de sus ancestros, “que yo tenía que estar con la mente, el alma y el corazón para poder trabajar. Si no estas en paz, ni trabajas y esa era la forma que enseñaron. Y si estás enojada, para qué trabajas.
DE OBJETOS UTILITARIOS A PIEZAS DE MUSEO
Rufina Ruiz López se dedica a la alfarería desde hace 45 años y sus primeras piezas fueron unos molcajetes, piedra hueca usada en Mesoamérica para moler chiles, jitomates, tomates, vegetales, entre otros condimentos. Como era una niña aprendiz, le salieron “chuecos”, ella lo supo, pero su madre comprensiva, le dijo están bien.
Posteriormente, ya mayor, esa tradición ancestral y familiar de quinta generación, la complementó con su formación artística en el Centro de las Artes de San Agustín. Sin embargo, se considera más artesana. Y en entrevista comenta que aprendió a valorar sus piezas.
El cambio fue ver y aprender cómo el hacer una olla para cocer frijoles, pasa a ser arte, un objeto de arte. Esa trascendencia de hacer lo tradicional de ollas, jarros, cazuelas, a este gran paso que es convertir las piezas. La olla ya no servirá para frijoles, se va a convertir en pieza de museo, estará en una galería.
Si vas a hacer piezas utilitarias como un platón, dices mira qué bien quedó, pero si es una pieza de arte, es un diálogo con la pieza, es el mismo trabajo, pero es arte, es la parte de ser hermoso. Sin embargo, el público es el crítico y el juez de tu trabajo.
Esto es el arte del oficio. Es el arte del nacimiento de la tierra. La pieza deja de ser utilitaria y se convierte en una pieza artística, aseveró de manera enfática y orgullosa.
Por ello, en cada pieza pone amor. “Las personas adquiere un pedazo de mi corazón, eso es. Mi corazón se parte en miles piezas. Siempre he dicho que el amor es universal y cada pedacito de mi corazón lleva cada pieza.
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