Enrique Rodríguez Balam*
Durante décadas, la antropología y las ciencias sociales han dedicado buena parte de sus investigaciones a las formas de parentesco, partiendo esencialmente de la organización social en los que el matrimonio, la familia y los lazos por consanguinidad y ritual -simbólico-, han sido punto de anclaje. Fueron estudios, que abundaron en descripciones sobre grupos hablantes de lenguas indígenas, aunque en fechas recientes también han tenido acercamientos en contextos urbanos con población mestiza. Lejanos a aquellos estudios, nuestros patrones de interacción social así como las formas de relacionarnos, distan mucho de aquellas descripciones. Hoy en día, por ejemplo, la idea de “pareja” se ha diversificado pues se ampliaron las formas de entender incluso, algunos vínculos afectivos. Y es que no sólo han cambiado las múltiples formas de unión, sino también los tiempos, plazos y duración de las relaciones.
Aspectos como la inserción de las mujeres al mercado laboral -cada vez en mayor número-, las oportunidades de crecimiento profesional y ascenso laboral, así como la multiplicidad de mecanismos para conseguir ingresos, han sido factores fundamentales para explicarnos la manera como se ha ido modificando el panorama de las relaciones de pareja. Tanto hombres como mujeres experimentan modificaciones en sus estilos de vida a ritmos vertiginosos, distintos a los que tuvieron sus padres. Las nuevas generaciones retardan más la llegada al matrimonio o el tener relaciones “estables”; también se ha retrasado la edad para tener hijos -en algunos casos se opta por no tenerlos-.
Ello ha traído consigo la búsqueda de nuevos estilo de “vida en pareja”. Con independencia de la preferencia sexual, las personas cuentan con amplio abanico de fórmulas para interrelacionarse. “Frees, “relaciones abiertas”, “sexo casual”, “poli amor”, “relaciones entre amigos”, “a distancia” y “relaciones en residencias separadas”, entre otras. Dichos contextos también han conllevado a un sin fin de formas de nombrar a la “pareja”. Entre ellas destacan: “amigo”, “fuck buddy”, “free”, “compañero”, “date”, alguien con el cual “se sale”, “chavo (a)”, “amante”, “pareja sentimental”, o el distante termino anglosajón “significant other” (un otro significativo). Mucho se discute todavía en el seno de familias tradicionales sobre el “deber ser” de dichas prácticas.
Por un lado, se desplaza la carga romántico-sentimental de las relaciones de pareja, pero también se hacen a un lado las responsabilidades que trae consigo el matrimonio o el “vivir juntos” de antaño. Ante la urgencia cada vez mayor del desarrollo profesional, junto con las “tribulaciones” económicas que demanda la vida moderna, también se han incrustado nuevas formas de organizarse para vivir en pareja. De ahí que incluso hoy en día, se haya legislado en algunos estados para impulsar los derechos de parejas no “convencionales”, sin necesidad de contar con un documento jurídico- civil que avale la unión como matrimonio. En algunos casos, ya se ha abierto la puerta a contratos de convivencia entre más de dos personas, por citar un ejemplo.
En tanto fenómeno social, la transformación de prácticas como las que he mencionado, también incide en un campo social de mayor alcance. El primero y más importante, el económico. Postergar el matrimonio, tener hijos a edad tardía -en comparación a décadas pasadas- reducir el número de hijos a cambio de obtener mayor educación y desarrollo profesional, son elementos para entender los factores que habrán de conducir a modificaciones en la economía y cambio sociocultural de nuestros países.
No en vano el New York Times y otros medios a nivel mundial, no dudan en llamar a Nueva York la “Ciudad de los solteros”, ya que es la ciudad con más alto número de personas en edad laboral, que viven solas en sus apartamentos. Reajustes sociales cómo los ya señalados, forzosamente conllevan acomodos en diversas direcciones.
Lejos de profesar en favor de la perpetuidad de la familia como la “institución” que conocemos, habrá que reconocer que éste tipo de apuestas por restablecer las relaciones en pareja, no son el resultado de modas pasajeras, sino estrategias para sobre ponerse a los nuevos estilos de vida adoptados gracias a las transformaciones económicas, migraciones, educación, oferta laboral, hábitos de consumo y búsqueda de metas basadas en aspiraciones personales; ello ha llevado de la mano la reestructuración y cuestionamiento de las formas tradicionales de interactuar, de concebir el amor romántico y de vivir en pareja. Corresponderá a las ciencias sociales y la sociedad, construir nuevas formas de dar seguimiento a éstos fenómenos bajo esquemas analíticos, que vayan a la par de las dinámicas socioculturales de nuestros tiempos.
*Sobre el autor:
Dr. Enrique Rodríguez Balam
Mexicano, Licenciado en Ciencias Antropológicas, Maestro en Antropología Social, Doctor en Estudios Mesoamericanos e investigador del Centro Peninsular en Humanidades y Ciencias Sociales, UNAM; autor de los libros “Pan agrio, maná del Cielo: etnografía de los pentecostales en una comunidad de Yucatán”, “Entre santos y montañas: pentecostalismo, religiosidad y cosmovisión en una comunidad guatemalteca”, autor de poco más de una decena de capítulos de libros y artículos entre los que figuran “Religión y religiosidad popular en Oncán, Yucatán” (1998), “Apuntes etnográficos sobre el concepto enfermedad entre los pentecostales de una comunidad maya en Yucatán” (2003), “De diablos demonios y huestes de maldad. Imágenes del Diablo entre los pentecostales de una comunidad maya” (2006), “Religión, diáspora y migración: los ch´oles en Yucatán, los mames en Estados Unidos” (2009), colaborador en un capítulo del libro “La UNAM por México” (2010).
En fechas recientes, fue entrevistado para participar como especialista para National Geographic Latinoamérica en la serie “Profecías”. Ha impartido cursos a nivel de licenciatura, maestría y doctorado en diversas universidades, así como conferencias, charlas, seminarios y diplomados con temas relativos a discusiones sobre los pueblos contemporáneos del área maya, particularmente de Yucatán y Guatemala.