Oaxaca.- Precursor del periodismo cultural local y considerado el más importante dramaturgo en los últimos años, el escritor oaxaqueño Juan Herrera Hernández irrumpió en su época, no sólo por su desbordante imaginación y talento artístico, sino además por ser un gestor cultural; por ello el pasado viernes fue presentado el libro Drilus que recoge gran parte de su legado oculto desde hace 45 años, tras su muerte.
En la Hemeroteca Pública “Néstor Sánchez” fue presentado este libro compilado durante años por el investigador y amigo de Herrera, Javier Sánchez Pereyra y publicado por Claudio Sánchez Islas de Carteles Editores, por lo que acudieron amigos y familiares, entre ellos su hermana Soledad, quien agradeció el esfuerzo por rescatar su obra.
La presentación que se convirtió en una charla donde los presentadores intercambiaron puntos de vista sobre la vida, obra y legado de Juan Herrera, por lo cual Sánchez Pereyra redactó una carta que le dirigió 45 años después de muerte y justo cuando aparece este libro que descubrirá al hombre, al promotor y periodista cultural, al psicodélico dramaturgo.
Fue un 3 de diciembre de 1970, cuando en extrañas circunstancias, muere ahogado en “Lanoda” o Anagrama de La Onda, como bautizó el lugar donde fijaría su residencia en Puerto Ángel, poco antes de morir, dejando un hondo vacío que hoy vemos bifurcado en el desarrollo de la cultura local y en sus amigos, entre ellos, el investigador, Javier Sánchez Pereyra, quien tras varios años de exhaustiva investigación logró recopilar su vida y obra en este libro sui géneris.
Juan Herrera fue un creativo periodista cultural, dramaturgo, defensor de las causas estudiantiles y algo de poeta, quien nación en el mes de mayo de 1944. Hijo segundo del matrimonio formado por Salvador Herrera Cerda y Ángela Hernández de Herrera; nace -como diría él más tarde- sin un clavo en la bolsa.
La madre, obligada por las grandes necesidades económicas que vivían, sostenía un extenuante ritmo de trabajo, cosa que nunca le impidió prestar todas las atenciones y afectos que sus hijos requerían, pero fue la imagen del padre que terminaría por fijarse firmemente, ensanchando la separación afectiva entre ellos, fue la causa principal que –al morir la madre- les conduciría a la ya entonces inevitables separación y posteriormente desintegración de la familia. Una de sus primeras obras teatrales “El gato y el ovoide” es una dolorosa mirada a esta etapa de sus vida y cuánta amargura muestra al hacerla.
En 1950, al cumplir seis años de edad, ingresa a la Escuela Primaria en un Colegio Particular, de ahí pasará a la Primaria Anexa a la Normal Urbana Federalizada del Estado, la entonces vigorosa escuela Juan Jacobo Rousseau, pero al terminar su educación primaria en 1955, su familia atraviesa por una de las etapas de mayor apremio, por lo que no iniciará su secundaria, dedicándose a la ayuda del sostenimiento familiar hasta que en 1960 termina ese nivel en una secundaria Particular Nocturna, cuyo horario le ofrecía mayores posibilidades.
Seis años después ingresa a la Escuela de Bellas Artes de Oaxaca en la sección de Teatro y Declamación, de la declamación llega al Teatro durante ese año que cursa formalmente su primer crédito de Teatro. Pronto toma parte en pequeños papeles y gracias a la intensa labor que desarrollan en beneficio del teatro infantil las señoras Gabriela del Carmen Perches y Arcelia Yañiz.
Ingresa a la Escuela Normal en un grupo vespertino para cursar la carrera de Profesor Normalista. A partir de este momento, sus obligaciones y quehaceres se redoblan, pero su voluntad y audacia le harán sobreponerse.
Continúa trabajando para sostenerte y pródiga múltiples atenciones a sus hermanos pequeños, En la Normal, cursando el segundo año de profesional, ocupa la Secretaria General de la Sociedad de Alumnos desde donde promueve y coordina actividades culturales en las que solía intervenir. Con un grupo de compañeros entre lo que se encontraban Martha Unda, Anselmo Arellanes, Roberto Zárate G., y algunos otros, hace teatro estudiantil, de esas experiencias saldrán algunos buenos actores y nacerá el Grupo de Teatro Contemporáneo que dirigió Rodolfo Álvarez a quien tanto debe el teatro en Oaxaca.
Durante el año de 1962, organiza una caminata que irá de los límites de nuestro Estado, hasta la Ciudad de México, con el objeto de lograr el acuerdo para la construcción de un nuevo edificio para la Normal, movilización que se logró hacer oír y como consecuencia inmediata de ello, “activar” los trámites que harían que dos años más tarde se iniciaran las obras del edificio que ocupa ahora el centro regional de Enseñanza Normal.
La influencia que durante años de su vida ejerció el profesor Delfino Techachal López (Director de la Escuela Urbana Federalizada de Oaxaca), fue decisiva para algunos de los actos en que posteriormente participó. La Federación de Estudiantes Oaxaqueños y La Casa del Estudiante son algunas de las ideas que en común trabajaron.
A principios de 1963, organiza la Federación de Estudiantes Oaxaqueños que agrupaba a sociedades de alumnos de escuelas de enseñanza media y superior, tanto de la ciudad, como de diversos lugares del Estado, siendo electo presidente de la Federación, funda en compañía de otro alumno normalista, Porfirio H. Morales, La Casa del Estudiante Oaxaqueño, que vendría a solucionar uno de los grandes problemas que permanentemente afronta nuestra juventud, cuyo mantenimiento, vigilancia y promoción le mantendrán constantemente preocupado, al grado de llevarle a tomar un curso de cocina para resolver el problema que la alimentación representa a todos los habitantes.
Deuda cultural Histórica
Resulta inaudito tratar de explicar el periodismo cultural sin conocer las aportaciones de Juan Herrera, quien además de haber fundado la Federación de Estudiantes Oaxaqueños, el Liceo del Sureste y la Casa del Estudiante, fue un destacado dramaturgo, al igual que Jesús Alberto Cabrera quien en 1987 obtuvo el Premio Nacional en esta disciplina por su obra: “La sirena del marinero nocturno”, después de escribir varias obras ante la necesidad de expresión.
Juan Herrera, escribió sorprendentes obras que rompían los convencionalismos tradicionales, tales como “Vivir escalones tres y medio”, “El gato y el ovoide” o “El cohete”, por mencionar a algunos. Se fue contra los convencionalismos establecidos al incorporar a la escena, imágenes surrealistas, impulsado por su planteamiento existencialista pero haciendo una crítica subrepticia a la sociedad de su época.
Gracias a la visión costumbrista y folclorista de la forma de hacer teatro que ha predominado entre los grupos de poder que han dominado la escena, Juan Herrera no sólo transformó la caja negra con sus imaginerías y planteamientos kafkianos en Oaxaca, sino que fue vanguardia en el mundo. Hoy está en el olvido de los hacedores de teatro y en la fosa común de la óptica de las autoridades.
Cuando en 1963, organiza la Federación de Estudiantes Oaxaqueños; iniciará una serie de actividades que conviertan a la casa en un importante foco de cultura . Atraídos por la actividad desplegada por Herrera, se acercan a la Casa del Estudiante algunos artistas con quienes trabajará en sus próximas intentonas. Ellos son: Virgilio Gómez, Raymundo Villalobos, Luz Lagunas Parra, Cayuqui Stage, Edmundo Aquino y Aurea Aguilar de Aquino. Durante este año y el siguiente escribe un ensayo teatral y dos monólogos: Vivir Escalones Cuatro y Medio y, La Cigarra y La Hormiga.
La Casa del Estudiante, un modelo que no se ha reproducido en Oaxaca ni en el país, dará una certera visión sobre esta gente de precarias posibilidades económicas, que alejados de su lugar de origen por esa necesidad de superación, llegan a la ciudad en donde viven de una manera casi milagrosa y para quienes la Casa del Estudiante fue el lugar que resolvió sus comunes necesidades. En uno de sus primeros ensayos, Herrera nos muestra a uno de estos jóvenes que año con año llegan en mayor número a nuestra ciudad.
La creación del Liceo del Sureste constituye uno de los intentos más serios que un grupo de jóvenes han emprendido en nuestra ciudad, con el objeto de difundir, promover y crear cultura, integrado por Jorge Meixueiro, Juan Baigths y Federico Jiménez Caballero y donde se congregaron talentosos jóvenes de nuestra generación, entre cuyos integrantes y animadores estaba Nancy Audiffred Bustamante.
Seis meses después de haber creado el Liceo el Instituto Nacional de Bellas Artes convoca al concurso regional de teatro de la zona sur. El Taller de Teatro del Liceo participa con una de las obras de Herrera: “Vivir Escalones Cuatro y Medio” y el 2 de agosto de 1964, se presentan en la Sala Juárez de la Escuela de Bellas Artes causando verdadera conmoción entre el público y el Jurado que emite un discutible fallo, en el que muestra una visible falta de capacidad de sus miembros. El fallo emitido es:
“Esta obra se considera descalificada para el primer lugar, porque de acuerdo con la convocatoria respectiva no duró el tiempo estipulado que era mínimo de una hora, ya que únicamente duró 45 minutos. Sin embargo, es de justicia hacer constar el esfuerzo de los jóvenes de la generación actual que muestran su preocupación por hacer teatro con un mensaje que llega al público a través de su actuación y de la palabra simbólica. Encontramos en esta obra cierta influencia del poeta Franz Kafka. Con su simbología humanizada, con su esfuerzo por objetivar la palabra y en el ademán rítmico el estado de ánimo puto. Llena una necesidad estética de nuestra juventud. La realización de la obra en escenografía, caracterización y actuación merece nuestra franca y cordial felicitación y no hace otorgar una mención especial para el autor de esta obra que se ha propuesto romper con el tradicionalismo en el teatro.”
En el mes de diciembre, se hace cargo de un programa en Radio Universidad sobre Crítica y Comentarios Teatrales. Esta nueva experiencia le daría una singular destreza en las entrevistas, a las que da un sello personal, tanto en su conducción, como en la forma, lamentablemente las cintas grabaciones de esas grabaciones, como muchas de la época fueron reutilizadas.
En el Concurso Regional de Teatro de la Zona Sur que convocaba el INBA para los grupos de provincia, el Grupo de Teatro Independiente Contemporáneo de la Escuela Normal, dirigido por Rodolfo Álvarez, lleva a la ciudad de Tuxtla Gutiérrez, una obra de Herrera “El Gato y el Ovoide”. La obra resulta ganadora del segundo lugar y en septiembre se presenta en la Sala Juárez en una pequeña temporada que se prolonga en una gira al estado de Michoacán, en donde el Teatro Ocampo le servirá de escenario.
Sobre una de sus obras más notables, el propio Herrera diría: “El cohete es una farsa en un acto. Yo la imaginé y la desarrollé como farsa. En esta obra mezclo varios “tiempos” dentro de un solo espacio. Sería muy cómodo para mí decir que lo que pretendo con esta obra, es que cada espectador, y después, cada lector, se forme “su” idea de la obra. No es así. Lo que digo (exponiendo hechos teatrales y antiteatrales) es que el hombre debe ser libre a pesar de sus complejos, inventos, guerras, presagios y de las doctrinas de los demás.”
En la capital, solicita al Centro Mexicano de Escritores una beca, con el objeto de proseguir sus estudios y poder continuar escribiendo teatro. Su solicitud no es aceptada, por lo que tiene que continuar trabajando en las librerías de Cristal, hasta noviembre de ese año.
A partir de estas nuevas intentonas, Herrera consagra toda su energía a la creación literaria. Inicia algunos cuentos el esbozo de una novela. En junio de 1968, regresa a la Ciudad de México. Trabaja dentro del Centro de Prensa del Comité Olímpico Mexicano como ayudante. Durante el Movimiento Estudiantil, Herrera volantea la zona que tal vez haya sido la de mayor peligro, el Centro. Escribe ahora una novela que llamará “Los sapos” y que envía al Concurso Casa de las Américas.
Trabaja ya con una gran seriedad y constancia, sobre todo con su novela. En la Ciudad de Oaxaca inicia una columna periodística: Mamás-Ondas-Patines. Regresa a la Ciudad de México para el arreglo de algunos asuntos personales y es entonces cuando la Editora Internacional Publicitaria S. A. le encarga un estudio sobre las drogas en los estados de Puebla y Oaxaca. Se traslada en compañía de un fotógrafo extranjero y algunos amigos a Huautla de Jiménez, en donde pasará una temporada en el desempeño de su trabajo que será interrumpido cuando el Gobierno Federal inicie una campaña contra la proliferación de las comunidades hippies en México. Herrera es aprehendido durante esta campaña y expulsado del lugar.
Herrera entra al submundo de la mariguana como algunos otros narradores que pertenecen al grupo de “La Onda” en nuestro país, quienes derriban el lenguaje tradicional mediante su natural irreverencia, desenfado y frescura.
Durante los meses de agosto y septiembre de 1970, escribirá sus últimos artículos periodísticos para iniciar una serie de entrevistas con artesanos y quienes desempeñan diferentes oficios. Es este un trabajo abrumador que dejaría inconcluso lo que sería una excelente y muy personal visión sobre esta gente que poco a poco, tiende a desaparecer. De esas cien entrevistas del proyecto original, Herrera dejó trabajadas aproximadamente 65, claro testimonio de un rigor y una ya entonces nítida perspectiva de la búsqueda.