Amapola Nava
Ciudad de México.- Para enfermedades mentales mi familia. Esquizofrenia, trastorno bipolar, depresión mayor, trastorno por déficit de atención. Creo que basta decir que en una ocasión fui un hospital psiquiátrico en Guadalajara a visitar a un amigo que había tenido una crisis y, en el patio de visitas, me encontré a mis tíos. Un alegre encuentro, en un lugar poco común para presentar a la familia.
El tema de las enfermedades mentales no es tema en las reuniones familiares, pero de vez en cuando se cuela en la sobremesa en forma de chiste o de pregunta: ¿será que lo traemos en los genes?, ¿por qué tantas enfermedades mentales distintas? Claro, ninguno de nosotros es genetista y sólo podemos preguntar. Por eso me sorprendieron tanto los resultados de la investigación en la que participó Humberto Nicolini Sánchez, investigador del Instituto Nacional de Medicina Genómica (Inmegen). El estudio responde a varias de las dudas en la familia, pero de una forma que yo no esperaba para nada.
En la investigación participaron más de 500 científicos de todo el mundo mediante un proyecto de colaboración llamado el consorcio Brain storm, en el que reunieron 265 mil 218 muestras de pacientes con 25 desórdenes psiquiátricos y neurológicos distintos para compararlas contra 784 mil 643 muestras control, es decir, de personas sin padecimientos.
Los resultados se publicaron en la revista Science y entre las conclusiones la que más me llamó la atención es la que dice que la mayoría de las enfermedades mentales comparten una base genética, pero las condiciones de desarrollo de un individuo influyen de manera tan importante que pueden determinar la condición de salud mental de la persona.
Eso quiere decir que los distintos padecimientos en mi familia tienen un origen genético común. Compartimos un conjunto de variantes en nuestros genes que nos predisponen, pero es la interacción de estos genes con el ambiente lo que llevó a que unos desarrollaran esquizofrenia y otros trastorno bipolar, o a que otros no desarrollaran ningún padecimiento.
Yo no esperaba este tipo de conclusiones, porque sabía que con el avance de la psiquiatría y la neurología, condiciones que antes se consideraban una misma enfermedad hoy en día tienen diagnósticos diferentes. Por ejemplo, a finales de 1800, el psiquiatra Emil Kraepelin describió la demencia precoz como una especie de psicosis que evolucionaba a la demencia tardía o alzhéimer. Lo que Kraeplelin clasificó como demencia precoz hoy se conoce como esquizofrenia y se considera una enfermedad muy diferente al Alzheimer.
Pero, en cierto sentido, la investigación del Brain storm dice lo opuesto: aunque tienen manifestaciones clínicas diferentes, las enfermedades mentales son muy parecidas entre sí a nivel genético, y trastornos como la anorexia y el desorden obsesivo compulsivo comparten una cantidad significativa de variantes genéticas.
“Exactamente ese es el caso. Estas conclusiones van a generar todo un revuelo en la clasificación de las enfermedades mentales, porque justo parece un paso para atrás en los avances que ya se habían dado en la forma de clasificar. Claro, hay otras líneas de evidencia, como la taxonómica o la neuroimagen en las que podemos encontrar diferencias entre las enfermedades, pero, por lo menos en la parte genética, este estudio nos muestra que algunos padecimientos que considerábamos muy distintos no lo son tanto”, explica Humberto Nicolini.
Según los resultados de la investigación, todas las enfermedades psiquiátricas comparten una base genética, pero sobre todo el trastorno por déficit de atención con hiperactividad, el desorden bipolar, el desorden depresivo mayor y la esquizofrenia. Aunque también la anorexia comparte una cantidad significativa de variantes genéticas con el desorden obsesivo compulsivo, y este último con el síndrome de Tourette.
Al contrario de las enfermedades psiquiátricas, las enfermedades neurológicas como el alzhéimer, la esclerosis múltiple o el párkinson no comparten variantes genéticas. Aunque que la migraña, una enfermedad que los especialistas clasifican dentro de las enfermedades neuronales, es más parecida, a nivel genético, a algunos trastornos psiquiátricos, específicamente al trastorno por déficit de atención con hiperactividad, a la depresión mayor y al síndrome de Tourette.
Así que ahora, mis familiares, pueden incluirnos a mi abuela y a mí, en la lista de afectados. Al parecer las migrañas nos unen a la familia de una forma que no imaginábamos.
La mente enferma
Además de investigador en ciencias médicas, Humberto Nicolini es psiquiatra, un “médico de almas” según la etimología, pues psiquiatría tiene su origen en el griego psiqué (alma) e iatria (curación). Pero él no está de acuerdo con el término.
“Todavía se suele relacionar a los desordenes mentales con afecciones del espíritu, y la gente asocia al espíritu o al alma con una característica supernatural que no está en el cuerpo. Pero nosotros no tratamos con almas, ese es un elemento más teológico o espiritual que no tiene nada que ver con la mente como la conceptualizamos los psiquiatras. Y justo este tipo de hallazgos nos dice que la mente sí está en el cuerpo, está en los genes y está en el cerebro”.
Pero la forma en la que funciona el cerebro humano, y sobre todo la mente, es elusiva, y por un tiempo la manera tradicional de separar los trastornos psiquiátricos de los trastornos neuronales fue: si se había descubierto una causa, una localización y un mecanismo cerebral que produjera la enfermedad, entonces era una enfermedad neuronal; si ese mecanismo fisiopatológico no era claro, entonces se tenía una enfermedad de la mente.
“Eso dejaba las cosas como en una nebulosa, sabíamos que las enfermedades se producían en el cerebro, pero en este lugar confuso al que llamábamos la mente. Poco a poco se han ido encontrando estos mecanismos fisiopatológicos y ahora sabemos que todas las actividades mentales son producto de la actividad cerebral así que, en cierto sentido, también son afecciones neurológicas. Ahora tenemos que entender las enfermedades mentales como afecciones de las funciones complejas del cerebro que trastocan la emoción, la conducta y la cognición”.
Esto desdibuja la línea que separa las enfermedades psiquiátricas de las enfermedades neurológicas, primero porque ambos trastornos están ubicados en el cerebro, y segundo, porque muchos de los padecimientos que se consideran neurológicos también afectan la emoción, la conducta y la cognición.
Para Humberto Nicolini esta nueva forma de entender las enfermedades neurológicas y psiquiátricas, como padecimientos con características que se empalman, debe impactar en la educación de los médicos, pues ya no se puede entender la mente separada del cerebro.
El investigador reconoce que los padecimientos que afectan al cerebro son demasiados y es necesario que cada especialista tenga sus competencias, pues no es lo mismo tratar problemas de conducta o problemas emocionales que tratar con anticoagulantes para atender una isquemia cerebral. Pero hace hincapié en la necesidad de que psiquiatras y neurólogos cada vez tengan más troncos comunes en su formación académica.
Higiene para la salud mental
La investigación del consorcio Brain Storm apunta a que las enfermedades mentales comparten una base genética, sin embargo, también concluye que no todo está en los genes.
Durante el estudio los científicos realizaron otro tipo de análisis, un análisis de heredabilidad, que determina cuánto influyen las variantes genéticas relacionadas con los trastornos enfermedades mentales y cuánto influyen otros factores para que una personas desarrolle una enfermedad mental.
“Aquí lo que sorprendió es que las tasas estimadas son mucho menores a las que se habían calculado con estudios epidemiológicos. En este estudio, que considera una gran cantidad de genes en más de un millón de individuos, se estimó que la heredabilidad de estas condiciones está solo entre el 20 y el 30 por ciento”.
Para el investigador estos resultados indican que hay que trabajar mucho más con la higiene en la salud mental, entendiéndola como las medidas necesarias para modificar el entorno y con esto prevenir o modificar la acción de los genes, pues la base genética no se puede modificar, pero la manera en la que se expresan los genes sí puede cambiar.
“El medio ambiente, que incluye la alimentación, la estimulación intelectual, la formación académica, el abuso de sustancias o los eventos traumáticos, puede hacer que con la misma base genética la persona se derive a bipolaridad o a esquizofrenia”.
Humberto Nicolini considera que el reto que ahora tienen los científicos es descubrir qué elementos del medio ambiente hacen que se desarrolle una u otra enfermedad, o que no se desarrolle padecimiento alguno.
Los estigmas en la enfermedad mental
Para tratarme las migrañas voy al neurólogo. Los neurólogos también atienden a personas con párkinson, epilepsia, esclerosis múltiple y con infartos cerebrales. A mis familiares con trastorno bipolar o déficit de atención los atiende el psiquiatra. ¿Pero, si a nivel genético, la migraña se parece más a la depresión mayor y al trastorno por déficit de atención con hiperactividad que a otras enfermedades neurológicas, quiere decir que más bien debería ir al psiquiatra para que me trate la migraña? Yo no tendría ningún problema, pero, la verdad, no es lo mismo decir voy al neurólogo que voy al psiquiatra.
A mí nadie me ha cuestionado si los fuertes dolores que padezco, que incluso me impiden la visión, son inventados o si podría evitarlos si me concentrara en ello, pero en cuanto le conté a un amigo sobre el hallazgo del Brain storm, dijo en broma que entonces las migrañas me daban por estar loca.
El estigma es algo que acompaña a las enfermedades mentales y una de las suposiciones que hacen las personas es que los individuos con un padecimiento psiquiátrico no necesitan tratamiento, porque al ser afecciones de la conducta y las emociones los individuos solo tendrían que hacer un esfuerzo de control mental para no comportarse como se comportan o para no sentir lo que sienten. El clásico “solo tiene que echarle ganas para salir de la depresión”.
“Pero los hallazgos genéticos refuerzan que estos padecimientos no son algo etéreo, que los genes están afectando al organismo y que se manifiestan en un terreno que tiene que ser el cerebro”, señala Humberto Nicolini.
Otra de las suposiciones que suelen hacer las personas es que los trastornos psiquiátricos afectan la inteligencia, comenta el investigador del Inmegen, quien considera que parte de los resultados de la investigación del consorcio Brain storm ayudan a quitar ese estigma.
Durante la investigación, además de comparar variantes genéticas entre padecimientos mentales y neurológicos, los científicos analizaron otras características, como el índice de masa corporal, enfermedades vasculares, enfermedades inflamatorias, entre otras, y se compararon con los datos de un millón 190 mil personas.
Entre estas comparaciones, los científicos incluyeron variables cognitivas relacionadas con la inteligencia y descubrieron que en varios padecimientos psiquiátricos estas medidas se encuentran por encima de los valores en la población general. Y aunque es verdad que las enfermedades psiquiátricas, como la depresión o el déficit de atención, impactan las posibilidades de que una persona termine la universidad, la capacidad cognitiva no se pierde.
Al final, describir las características de las personas con enfermedades mentales, saber que estas enfermedades comparten bases genéticas entre sí y que enfermedades neurológicas como la migraña se paracen más a trastornos psiquiátricos nos dice que existen mecanismos biológicos que no estábamos tomando en cuenta y que tal vez son fundamentales para el éxito del tratamiento.
La medalla olímpica en la ciencia
La colaboración internacional que se realizó en el consorcio Brain Storm es un ejemplo de las nuevas formas de realizar ciencia, que son posibles gracias a los avances tecnológicos que permiten el manejo masivo de datos, también llamado big data, explica Humberto Nicolini.
De hecho, los datos genéticos recopilados en esta investigación podrán seguir dando frutos, pues el equipo internacional los hizo públicos para que cualquiera pueda acceder a ellos y ampliar la investigación. Desde luego, se tomaron las medidas necesarias para proteger la identidad de las personas que donaron su información, puntualiza el investigador del Inmegen, quien está orgulloso de los resultados de esta colaboración.
“Los trabajos en Science son como nuestras medallas olímpicas de la ciencia, por eso es que nos da mucho gusto haber sido parte de un trabajo de este tipo. Son grandes logros, en revistas de mucho impacto, que tiene una gran visibilidad a nivel internacional y es un gusto poderlo compartirlos, porque seguro seguirán aportando datos interesantes a futuro”.