*Dr. Enrique Rodríguez Balam
@javoe
Para los que habitamos la ciudad de Mérida, sabemos desde hace años el calvario que significa tomar un taxi. Por demora excesiva, pésimo servicio, inseguridad, pero sobre todo, por sus escandalosas tarifas.
Para el visitante nacional, quizá le resulte extraño, pero el servicio de taxis es excesivamente caro, desde hace mucho tiempo; es un asalto a mano armada. Serían interminables los ejemplos que podría dar para explicar aquello del calvario que conlleva utilizar un taxi en esta ciudad.
Quizá sólo me reste añadir que tuvieron que pasar por lo menos dos décadas para que los taxistas de Mérida aceptaran el uso de “taxímetro”, y pese a ello, las tarifas nunca disminuyeron. Y ha sido así, al grado que un extranjero me comentó un día: “En Mérida el servicio de taxis podría codearse, en proporción, con el precio de los taxis en Nueva York”. ¡Vamos!, casi cualquier yucateco sabe, que hace 15 años pedir un taxi era un asunto –literalmente-, de vida o muerte.
Dentro de este contexto, y a partir de la llegada del servicio Uber a Mérida –hace 4 meses aproximadamente-, se han desatado debates acalorados tanto en medios de comunicación tradicionales como en las redes sociales, respecto a la “legalidad” o “ilegalidad” del uso de dicho servicio, a escala nacional, entre otras cosas; polémicas surgidas bajo el calor de grupos de choferes de transportes públicos y taxistas, principalmente… Dentro de todo esto, y aunque parezca tonto, es mejor preguntar que asumir.
¿Qué es Uber?
No es una “empresa” en su sentido tradicional; se trata de una propuesta dentro del marco de aquello que se ha denominado innovación tecnológica entendida dentro del contexto de lo que hoy en día se conoce como Start up. Una de sus particularidades radica en que funciona a partir del desarrollo de una idea, y no necesariamente con la venta o comercio de objetos. Es por ello que escuchamos con frecuencia que Uber, es el único servicio de transporte que no cuenta con automóviles para brindar su servicio, ni tampoco es “patrón” de quienes deciden obtener ingresos por ofrecer su servicio de choferes a través de una aplicación… eso, tan sólo por dar un ejemplo.
Otra diferencia es que una Start up, no precisa de un lugar físico para desarrollarse y sus ingresos se vislumbran a muy largo plazo. Para no dar más explicaciones que incluso puedan ser inexactas, una Start up, no se rige bajo los esquemas de una empresa como las que posee Donald Trump; se basa fundamentalmente en el desarrollo de ideas que buscan la innovación tecnológica. Si la idea propuesta resulta ser exitosa, entonces es probable que un inversionista pague por comprar dicha idea para invertir y convertirla en lo que hoy es Uber.
En otras palabras, cuando hablamos de Uber, debemos tener en claro que se trata básicamente de un tema tecnológico y no, como se ha dicho, de transporte privado, mucho menos público. Cubre la demanda de un sector de la población que, como es de esperarse, tendrá ciertos acomodos de acuerdo con el contexto cultural del usuario. De ahí que ciudades como Barcelona, no se haya permitido todavía la instalación de la aplicación. Sí, leyó bien, de la aplicación, no de un grupo de “taxis piratas mal organizados”, como muchos quieren equivocadamente hacer creer.
Tampoco se trata de una empresa “transnacional” en sentido estricto. Vamos, si no le gusta la idea porque la considera un zarpazo del capitalismo voraz, entonces tendrá que reconsiderar dejar de lado el uso de Facebook, Twitter, Instagram o Pinterest, porque están sentadas exactamente sobre las mismas bases que Uber. Peor todavía, deje de utilizar google o youtube, pues ambas plataformas -consideradas ya motores de búsqueda-, se cotizan en millones de dólares.
Dicho lo anterior, quizás sea oportuno mencionar que el pasado martes 25 de mayo, algunas fuentes reportaron que cerca de 300 taxistas del FUTV (Frente Único de Trabajadores al Volante), en las inmediaciones del aeropuerto de la ciudad de Mérida, se arremolinaron junto a un chofer de Uber para amedrentarlo, insultarlo, golpearlo y destruir algunos vehículos. Todo ello frente a la mirada pasiva de elementos de la policía que se habían dado cita en el lugar, literalmente, como espectadores del delito. Sí, eso que hicieron fue observar no uno, sino una serie de delitos.
La nota se volvió en minutos Tendencia en las redes sociales a nivel nacional, y así permaneció hasta las primeras horas del día siguiente. Las declaraciones del líder del FUTV, no pudieron ser más que desconcertantes. Entre otras cosas dijo: “Nosotros hemos sido tolerantes pero ya se acaba la paciencia y vamos a emprender acciones contra los taxis piratas como Uber si transporte del Estado no los saca de circulación o los regulariza”.
Como apunté anteriormente, no se trata de un servicio de taxis, mucho menos taxis piratas, por lo que no genera competencia directa, y donde dice: “regularizar”, significa que los vuelvan – a la fuerza y con prebendas- parte del gremio FUTV. Además de ello, el líder de la agrupación, amenazó frente a las cámaras, reporteros y policía, que de no dejar de dar el servicio los choferes de Uber, regresarían con más elementos para volver a repetir los mismos actos hasta que eso los haga entrar en razón.
Sin palabras.
Ante tales sucesos, y más allá de lo que con facilidad se intuye detrás de los hechos (corrupción, monopolios y vínculos políticos), asombra el papel jugado por parte de la autoridad policiaca. Si un grupo de taxistas frente a elementos de seguridad del estado golpean a personas y destruyen sus vehículos –daño en propiedad ajena según la ley-, sin que la policía haga nada por detenerlos, ¿no los hace cómplices?
Vamos, no termino de escribir la pregunta y ya se lee ingenua, si no es que tonta. Sí, es complicidad a todas luces. Actuar de manera pasiva frente al delito por parte de la policía, es una muestra de la legitimación e institucionalización de la violencia física y simbólica. No sé si la tecnología sirva para remediar el malestar social, pero sí me queda claro que en casos como éstos, ha servido para dejar mal paradas a las autoridades y los grupos como el FUTV, quienes desde sus entrañas dejan a la vista el contubernio basado en intereses económicos y politizados desde hace mucho tiempo.
Me parece que precisa tener claro que la tecnología, es prioritariamente un asunto más social que tecnológico y que por ello, nos permite decidir si nos sirve o no. A quien no le guste usar Uber por las razones que sean, que no lo use. Yo sólo espero que el día de mañana, si me encuentro un conocido en la esquina de mi casa y le ofrezco llevarlo siempre que me aliviane con 50 pesos para la gas, no me detenga un grupo de taxistas respaldados por elementos de la seguridad nacional.
*Mexicano, Licenciado en Ciencias Antropológicas, Maestro en Antropología Social, Doctor en Estudios Mesoamericanos e investigador del Centro Peninsular en Humanidades y Ciencias Sociales, UNAM; autor de los libros “Pan agrio, maná del Cielo: etnografía de los pentecostales en una comunidad de Yucatán”, “Entre santos y montañas: pentecostalismo, religiosidad y cosmovisión en una comunidad guatemalteca”, autor de poco más de una decena de capítulos de libros y artículos entre los que figuran “Religión y religiosidad popular en Oncán, Yucatán” (1998), “Apuntes etnográficos sobre el concepto enfermedad entre los pentecostales de una comunidad maya en Yucatán” (2003), “De diablos demonios y huestes de maldad. Imágenes del Diablo entre los pentecostales de una comunidad maya” (2006), “Religión, diáspora y migración: los ch´oles en Yucatán, los mames en Estados Unidos” (2009), colaborador en un capítulo del libro “La UNAM por México” (2010).
En fechas recientes, fue entrevistado para participar como especialista para National Geographic Latinoamérica en la serie “Profecías”. Ha impartido cursos a nivel de licenciatura, maestría y doctorado en diversas universidades, así como conferencias, charlas, seminarios y diplomados con temas relativos a discusiones sobre los pueblos contemporáneos del área maya, particularmente de Yucatán y Guatemala.