Un pueblo en peñascos
*María Luisa Blanco Chávez
Una tarde calurosa de Jueves Santo, tres mujeres jóvenes salieron de la Ciudad de México, en una camioneta con destino a un poblado mítico y místico de la mixteca oaxaqueña, ubicado alrededor de peñascos dentro de una joya. Durante el camino de subidas y bajadas, de curvas culebreadas que no terminaban, de cerros repletos con árboles que cuelgan de sus ramas abundante pasle gris, gris como esa tarde que intempestivamente empañó los cristales del auto.
Ellas amenizaban el camino, escuchaban y cantaban interpretaciones de Lila Downs. En un dos por tres, la neblina cubrió la camioneta y a vuelta de rueda, con los faros encendidos, siguieron el camino de terracería. Empezaban a sentir cada vez más el frío y la humedad de la lluvia que helaba sus cuerpos, so pretexto de ello, tomaban un sorbo de ese líquido que asusta el miedo y anima el alma “para todo mal mezcal y para todo bien también”, ese que saca los demonios que se llevan en el cuerpo y en la resaca, ya ni contar.
Escuchaban el sonido del agua que recorría el río, así como el canto inmenso de los pájaros, y observaban de las casas el humo que salía con el aroma a tortillas recién hechas por manos morenas mixtecas. Cuando empezó a oscurecer, las luciérnagas aparecían como un tapete que iluminaban al pueblo.
En ese momento una de las chicas expresó:
“Este silencio, esta tranquilidad, este alejamiento de la tecnología, nos permite un acercamiento con nosotras, con la naturaleza, con lo divino; igualmente nos remite a imaginar al Yutu – Thata al creador de los mixtecos. ¡Mira viene cada vez más cerca!”.
Así transcurre la noche, en espera de un café elaborado en un jarro de barro, acompañado con pan de yema y con una dosis de múltiples emociones, aunadas al sonido del agua color turquesa que cae sonoramente de las cascadas de Apoala, así como del manto azul oscuro del cielo. La camioneta se cobijó de olvido y también de lágrimas de cielo. En la espera se quedaron, cuando el amanecer las sorprendió, la luz del sol admiró los destellos de los cristales rotos y el metal retorcido.
*María Luisa Blanco Chávez es antropóloga social, con Maestría en Historia de México, pero antes que ello o además de ello, es una mujer cuya imaginación la lleva a entretejer sus emociones para plasmarlas en poemas, cuentos, crónicas y ensayos.
*Imagen: Celebración (2012), Luciano Spanó. Óleo sobre tela, 150 x 200 cm. Galería Arte Contemporáneo San Miguel de Allende. Sollano No.13, Centro, San Miguel de Allende Guanajuato, México.
Fantástica, no necesitas volar para ir al cielo