Por Marytere Narváez
Mérida, Yucatán.- La reinvención de Yucatán es un proyecto interdisciplinario entre el campo de la historia, la literatura y la arqueología desarrollado en el Centro Peninsular en Humanidades y en Ciencias Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (Cephcis UNAM), con el objetivo de conocer cómo ocurrió la reinvención republicana y decimonónica de Yucatán por parte de la élite yucateca instruida, a partir del paradigma del romanticismo literario y político de los discursos creados por viajeros importantes como John L. Stephens, Frédéric de Waldeck y Arturo Morelet.
A continuación se presenta la segunda parte del reportaje realizado en torno a este proyecto, que contó con el financiamiento de Ciencia básica del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt).
El discurso de los viajeros en el tiempo
Interesada en el pasaje de la ilustración al romanticismo, Carolina Depetris observó que los discursos de los viajeros se transformaron en el tiempo de acuerdo con dos ingredientes clave. Uno fue el viajero como sujeto de la experiencia de la escritura, y el otro fue la naturaleza o el entorno viajado como objeto. “Aunque en los viajes ilustrados se deslizan ciertos índices literarios, suelen ser discursos muy contenidos que van directamente al grano, con una intención inductiva, de la imparcialidad y de observar los hechos directamente. En algún momento del discurso van a aparecer las cláusulas casi expresas, pero después uno se da cuenta de que conforme van cambiando los tiempos y van entrando en la atmósfera romántica, los viajeros llegan con esa visión del mundo encima”, señaló Depetris.
Los primeros principios epistemológicos empiezan a desdecirse en el discurso y los viajes se vuelven más literarios, entra un juego de las pasiones, sufrimiento y las reflexiones y se presenta una vivencia personal de la naturaleza, como ocurrió en el caso de Arturo Morelet alrededor de 1860. “Pasé de los relatos duros en La Patagonia, que eran testimonios escuetos en forma de diario, a un persona como De Waldeck que apela todo el tiempo a lo literario, a tal punto que parece que su discurso se le va descontrolando; y después llegué a Morelet, que uno puede leer como el relato de un naturalista que viajó y escribió lo que vio como si fueran los pasos del camino que siguen los místicos ortodoxos como Santa Teresa de Ávila o Sor Juana”, indicó la investigadora.
Observando el testimonio de Morelet, la investigadora encontró los anclajes textuales de ciertas expresiones de Morelet que dan cuenta de que su experiencia fue un viaje místico. Él fue buscando y conociendo a Dios en la naturaleza americana, hasta el punto en que terminó sus días como un monje franciscano. “El impacto que tuvo la naturaleza para ellos es interesante. Otra cosa que está en estos viajeros es la inefabilidad, cómo voy a expresar en términos de lenguaje esto que es tan magnífico para mí y que excede mi capacidad de expresión; muchas veces algunos optan por decir que aquello es indescriptible, y otros hacen un esfuerzo de descripción que en algún punto va a tirar hacia la divinidad, porque es lo sublime”.
La recepción de los libros de viajes
En general, los viajeros escribían para alguna institución científica que respaldaba las expediciones y lo que se buscaba era la legitimación científica más que literaria. La figura de Alexander von Humboldt todavía era el modelo a seguir, y al mismo tiempo el modelo incómodo para ellos. “Si revisan los diarios, se observa que todos están dialogando con Humboldt de alguna manera, ya sea para decir que tuvo razón o no”.
De acuerdo con la investigadora, algunos textos resultan más amables que otros para el lector común. El texto de De Waldeck, aunque pretendía ser amable, no lo lograba por su falta de estructura. En el caso de Stephens, su obra se difunde prácticamente como best seller, ya que resultaba un libro muy amable para el lector. El de Morelet respondía a una comisión de la Sociedad Científica de Francia, pero también es de fácil acceso.
“Por esos años, donde el mundo estaba en absoluta expansión imperial, los textos de viajes eran bien recibidos, la gente leía mucho los testimonios de viaje, era un género de moda y, además, estaba ese otro aspecto de legitimación científica. Si llegabas a una buena masa de lectores y además tenías la aprobación de la sociedad científica que te hubiere recibido el manuscrito, podías morir tranquilo”, expresó Depetris.
Análisis del discurso
La orientación crítica para realizar un análisis de cualquier texto requiere detectar primero los niveles del discurso que contiene, y no únicamente el lingüístico o gramatical. El uso de las personas pronominales, la presentación del narrador y la tensión de ser al mismo tiempo narrador y personaje de la historia son algunos de los aspectos sobresalientes de los libros de viajes.
El aspecto cultural e ideológico forma parte del trabajo de manejar el nivel discursivo y el nivel de la historia de las ideas, con el fin de conocer cómo se relacionan. “Una de las cosas que siempre me ha llamado la atención es ver cómo una de las cláusulas epistemológicas de estos viajeros siempre es la imparcialidad: llegar sin ideas preconcebidas y contar las cosas tal como son. En segundo lugar, hay un sistema de razonamiento inductivo, lo que ellos hacen en teoría es venir, observar y armar su discurso, pero por supuesto son ilusiones, ninguna de las dos funciona como tal. Primero porque sabemos que la objetividad es imposible, pero además estos personajes venían con una fuerte marca del imperialismo de esa época, imposible de soslayar. Además, no tener ideas preconcebidas también es falso, no podemos abordar una realidad sin algunas premisas sobre eso, y ellos se leían entre ellos, sabían qué había dicho este o el otro, así que de alguna manera venían a confirmar o no ciertas ideas que ya circulaban”, señaló la investigadora.
Sin embargo, en el discurso consiguen generar la ilusión retórica de objetividad e imparcialidad, con el uso de la tercera persona pronominal, formas impersonales, el presente como tiempo verbal para describir, el pasado para contar historias, generando la ilusión retórica de transparencia o de mímesis. Para la investigadora, esta retórica ha trascendido su contexto y todavía funciona en muchos discursos. Uno de estos es el periodismo y las ciencias naturales, mientras que algunas disciplinas de las ciencias sociales y las humanidades se enfrentan con este problema de manera continua.
El estilo literario de los viajeros
La literatura de los viajeros del siglo XIX es de sesgo romántico. El naturalista Arturo Morelet llegó a Yucatán y escribió el primer testimonio naturalista de la región a tal grado que incluso hay especies que llevan su nombre. Por otro lado, su relato expresa una vivencia casi religiosa de la naturaleza, más allá de su capacidad descriptiva. “Esa videncia en donde la naturaleza casi entra al yo y yo me veo identificado en la naturaleza, el reflejo de mis pasiones, de mis temas, mis preocupaciones, eso es típicamente romántico”.
Otro de los rasgos románticos que está muy presente en De Waldeck es el héroe desventurado. La categoría de turista surge en el Romanticismo, pues para el viajero, el turista es un viajero despreciable que viaja con una guía, un plan preconcebido, no se atiene a las incomodidades. En cambio, el viajero de verdad es el que está abierto a lo que pueda ocurrir, y si además de su aventura de viaje sufre desventura, es lo más loable porque es la falta de planificación total del viaje.
Los grandes escritores románticos ingleses fueron viajeros que sufrieron desventuras en sus viajes, y esa influencia se observa de manera directa en De Waldeck, que todo el tiempo está diciendo que está poniendo en riesgo su vida para llevar esa verdad que descubrió a un lugar, y eso se va a tomar con mucho más respeto que lo otro.
“Por ejemplo, hace una navegación de canotaje de Campeche a Yucatán y todo el tiempo dice que está a punto de morir de hambre, que lo van a atacar, y uno piensa ¿de Campeche para acá, en una navegación de canotaje, se va a morir de hambre y de sed? Cruza la Sierra Puc que está entre Mérida y Uxmal, que tendrá alrededor de 100 metros, y en su relato parece que está cruzando los Alpes. Entonces resaltar la desventura, las desgracias y las incomodidades del viaje, los bichos, las garrapatas, los mosquitos y las enfermedades que superan, permite ver cómo la literatura, estética al fin y al cabo, te puede ir llevando a ciertas explicaciones de otro orden que, en este caso, muestran cómo empata con el discurso científico o pseudocientífico sobre lo que es Yucatán.”
Retrato pintoresco de Yucatán en la actualidad
La influencia del Romanticismo puede observarse actualmente en la imagen de Yucatán que se continúa impulsando desde los diversos programas de turismo y fomento cultural. Un Yucatán de la aventura que rescata una categoría pictórica que permeaba mucho en los viajeros: lo pintoresco. “Lo pintoresco es una categoría estética que surge con el modelo pictórico de Claudio de Lorena, el neoclásico, de grandes frondosidades, juegos de luces y sombras, animales salvajes echados al costado de los humanos, los humanos metidos en el ambiente natural, ruinas, la manifestación del paso del tiempo con árboles trepados a las ruinas. Yucatán es magnífico para estos viajeros porque el mismo escenario está ofreciendo todo esto”.
Los grabados y las pinturas de De Waldeck son estrictamente pintorescas, con ruinas de tono dorado, juegos de árboles claroscuros y enormes frondosidades, los indígenas desnudos en posturas neoclásicas —el mito del buen salvaje— con un jaguar echado a los pies como si fuese un perro, serpientes por todas partes. “Ese es el Yucatán que ellos crearon, un espacio de sugerencia, de cierto misterio, de posibilidad de vivir aventuras, de desafío y regocijo espiritual; y tengo la impresión de que eso se conserva incluso actualmente”, concluyó la investigadora.