Transiciones/Fugados

Víctor Alejandro Espinoza

Para la mayoría de los mexicanos la versión oficial sobre la fuga de Joaquín Guzmán Loera, El Chapo Guzmán, resulta inverosímil. Nadie parece quedar medianamente satisfecho con las explicaciones de las distintas instancias encargadas de la seguridad en nuestro país. Sobre todo porque se trata de una fuga de un penal de máxima seguridad, como lo es el del Altiplano (antes Almoloya de Juárez).

Conforme pasan las horas y se revelan más datos, menos se cree que alguien pudiera fugarse de un penal con medidas extremas de seguridad, menos haber podido construir un túnel de esas proporciones: 1.7 kilómetros de longitud y que nadie hubiera detectado el movimiento de tierras, ruidos, trabajadores, máquinas, etc. durante los últimos siete meses. No es creíble. Menos que no haya levantado suspicacias la conducta de El Chapo que se muestra en los videos difundidos este martes 14 cuando se mueve hacia la regadera, se agacha una y otra vez, se sienta en su cama, cambia de calzado y desaparece por el piso de la regadera. ¿Y que no mostró una foto la titular de la PGR donde aparece pelón y en el video se muestra con bastante pelo? De lo inverosímil a la conclusión de que la fuga estaba arreglada, pactada con el gobierno federal, sólo hay un paso.

Cuando El Chapo fue recapturado en febrero de 2014, luego de su primera fuga 13 años antes –el 19 de enero de 2001-, se creía que iba a poner al descubierto las diversas redes de complicidad que tejió para lograr su espectacular huida del penal, también de alta seguridad, en Puente Grande, Jalisco. Pero no sólo eso, que iba a dar información sobre la corrupción que hizo posible que prosperaran sus negocios ilícitos. Sin embargo, nunca se supo nada. La forma en como fue recapturado en un departamento sobre un transitado boulevard costero en Mazatlán, aumentó las especulaciones sobre una entrega negociada. Su silencio no hizo más que aumentar las suspicacias. Hoy, la segunda fuga de El Chapo, mucho más espectacular e increíble que la primera, ha llevado a la creencia que todo fue un montaje y que es fruto de la corrupción.

Esa cultura bipolar a la que nos hemos acostumbrado, transforma a quienes burlan la seguridad en héroes. Una parte considerable de nuestra sociedad considera a El Chapo como una especie de vengador de las desgracias nacionales. Queda atrás el origen de su imperio, del daño causado, de la violencia desaforada. Lo que importa es que puso en ridículo a las instituciones del Estado mexicano. Ante tanta frustración y agravios acumulados, El Chapo es la coartada perfecta.

El Chapo se fugó y con él muchos mexicanos. Es la fuga de la realidad a través de miles de memes en las redes sociales. Todo mundo se ríe y se burla. La nuestra parece una realidad de caricatura. El descrédito del gobierno es enorme y no hay respuesta. Es el boquete más grande a la credibilidad de un gobierno que se niega a reconocer que estamos en medio de una profunda crisis de seguridad y de confianza en las instituciones. La primera condición para resolver un problema es reconocer que se tiene. Si se ignora o se le da vuelta, tarde o temprano buscará salidas.

Lo más grave es que los mexicanos piensan que finalmente no pasará nada, otros problemas vendrá a ocupar la atención mediática. Se olvidará el tema y todo quedará en la impunidad. Quizás se destituya a algunos funcionarios menores, pero ninguna remoción de quienes toman decisiones. Enrique Peña Nieto al parecer padece el “síndrome Mejía Barón”: no hace cambios. La crisis es de tal magnitud que se requiere un control de daños: para empezar la salida del responsable de los sistemas de seguridad nacional, Miguel Ángel Osorio Chong. Lo dudo que tome esa decisión; pero el daño para el Secretario de Gobernación está hecho: sus posibilidades de una candidatura exitosa a la presidencia de la República se han reducido al mínimo; quizás resurja desde sus cenizas si logra recapturar al Chapo. Esa es su apuesta, difícil, pero no imposible. Por lo tanto, la fuga seguirá dando para muchas fugas: somos una sociedad que nos burlamos de nuestras desgracias. El Chapo se fue por el resumidero de la regadera y en Culiacán y Mazatlán sigue la fiesta.

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